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Entrevista a Gianni Miná

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Es el periodista italiano que más conoce América Latina. Y en esta cita con lavaca, en Roma, expone su visión, punto por punto: Fidel, Lula, Chávez, la Argentina, la vieja izquierda, la nueva derecha, la guerra imperial y el nuevo rol de los medios de comunicación. Dice Miná: “Estamos en un momento de transición, donde tienen que aparecer nuevos dirigentes que acepten que su papel no implica privilegios. Donde hay que crear una realidad política que sustituya la lógica y los ritos de los viejos partidos. Que sea algo que venga de las bases y que combata los hechos cotidianos, no tanto con la justificación de una teoría ideológica. Los nuevos movimientos tiene potencialidad. El problema es cómo buscan la organización y a los líderes. No es poco”.
Miná escribió Historias de América, Marcos y la insurrección zapatista y Un Mundo Mejor es posible, entre otros libros. Trabajó durante más de cuarenta años en la RAI y ahora prepara un documental sobre el mítico viaje que Ernesto Che Guevara realizó en motoneta por todo el continente. Este viernes presentó en Roma el número 82 de su revista-libro Latinoamérica bajo el subtítulo La infamia de la Guerra. Allí reúne artículos y entrevistas a Adolfo Pérez Esquivel, Eduardo Galeano, Hugo Chávez, Frei Betto, entre otros célebres personajes. “Las páginas internacionales de los medios italianos ignoran a Latinoamérica. Creen que lo único importante es lo que pasa en Europa. Sin embargo, los autores mas leídos aquí son García Márquez, Sepúlveda, Galeano y Paco Taibo. Y se escucha más música latina que el rock”, dice a la hora de explicar las razones de este obstinado proyecto. Poco después de verse con su amigo Diego Maradona – “lo vi mejor, le hizo bien reencontrarse con su hijo”-, concedió esta entrevista donde habla de sus temas preferidos : el movimiento de resistencia global y, por su puesto, Latinoamérica.
 
– ¿Cómo impactó la guerra en el movimiento no global?
– La guerra fortaleció al movimiento no global, porque una de sus gritos más fuertes fue el no a la guerra. Al movimiento intentaron reprimirlo, pensaron que podían borrarlo con la intervención policial. Pasó en Seattle, pero sobre todo en Génova, cuando se reunió el G8. Pienso que ese fue un ensayo de la comunidad atlántica. El comportamiento de la policía italiana en Génova no tiene precedentes en los últimos 25 años: asaltó la escuela donde dormían los militantes, llevaron una botella molotov para decir que eran violentos, mataron. En febrero 2003, en Porto Alegre, se vio que los músculos empiezan a dar impulsos. Esto pone en crisis hasta algunos de los partidos de la izquierda.
– ¿Por que?
– Porque el movimiento no respeta los ritos de los partidos de izquierda, el modo con el cual los partidos le dice a la gente lo que tiene que pensar, hacer. Es todo mucho más espontáneo, instintivo. Claro, ese también es el límite del movimiento: no tiene líderes, no tiene una organización. Y, a la vez, expande su presencia en todos los países. Y algunas veces puede más que una acción de la política. Los movimientos llevaron un millón de personas contra la guerra en Roma, usando un lenguaje menos retórico y diplomático que los partidos políticos. La guerra fue absurda e inútil, hasta ahora estamos esperando saber donde están las armas de destrucción masiva y químicas que fueron la justificación de la guerra. Creo que la deshonestidad de esta guerra hizo crecer al movimiento internacional.
– Nunca en la historia tanta gente se movilizó en el mundo contra una guerra. Sin embargo, George Bush llevo su plan hasta el final.
– Esto no tiene nada que ver con las fuerzas del movimiento. Una guerra decidida por las transnacionales del petróleo, las armas y la energía y por un gobierno donde cuatro de los miembros de su gabinete eran managers de compañías de petróleo y armas, no la frena ni Dios. Esto ya estaba decidido, a pesar de cualquier cosa. La realidad es que el movimiento no global solo puede poner al poder contra el rincón, pero no lo puede parar. También el Papa fue un derrotado, porque a pesar de su diplomacia y sus tentativas públicas y privadas no pudo frenar la guerra. Creo que hoy no hay ninguna fuerza del mundo que puede parar esto. Solo el miedo, cuando existían los países socialistas, podía pararlo. Era el miedo que generaban con la bomba atómica. Tanto es así, que Corea del Norte que cuenta con la bomba atómica y con una actitud amenazante, no tiene el mismo tratamiento de Irak.
– Entonces, ¿a qué tiene que aspirar el movimiento de resistencia global?
– Debe luchar por una nueva realidad política en los distintos países, con objetivos menos ideológicos y más prácticos. Cuando los partidos de la ex izquierda italiana aceptan determinadas políticas económicas, dejan de ser de izquierdas, más allá de la ideología que profesen. Progresista es quien quiere una mejor distribución de la riqueza en el mundo, quien rechaza que un millón y medio de personas no tengan agua potable, el que no acepta la rapiña de los países del Norte sobre los del Sur, el que sostiene que los gastos sociales de un estado son indiscutibles. Se es progresista si se habla de la dignidad de la persona, el primer paso para la democracia. Si los partidos de izquierda aceptan la precariedad del trabajo en todo el mundo pierden su esencia. El derecho y el trabajo son los dos pilares de la dignidad humana. La economía sostiene que no es posible tutelar y proteger a todo el mundo. Pero la economía la crean los hombres. Entonces, en el mejor de los casos, estos hombres se equivocan. En el peor de los casos, son personas que decidieron suprimir una parte de la humanidad, porque según ellos un Dios decidió que unos pueden vivir y otros no.
– ¿Por qué la izquierda y el movimiento de resistencia global no logran articular sus trabajos si comparten las banderas? ¿Solo por la autonomía o el espontaneismo del movimiento que mencionó anteriormente?
– Los partidos tienen miedo que se acaben sus privilegios. Estamos en un momento de transición, donde tienen que aparecer nuevos dirigentes que acepten que su papel no implica privilegios. El ex partido comunista italiano, hoy Democracia de Izquierda, todavía tiene un aparato donde los funcionarios eligen las autoridades, no el pueblo. Si elige el aparato y no la gente, se traiciona el ideal de izquierda. Yo estoy seguro de que muchos de estos dirigentes no hubieran sido elegido si votaran las bases, la calle. Hay que crear una realidad política que sustituya la lógica y los ritos de los viejos partidos. Que sea algo que venga de las bases y que combata los hechos cotidianos, no tanto con la justificación de una teoría ideológica. Los nuevos movimientos tienen potencialidad, el problema es cómo buscan la organización y a los líderes. No es poco.
– ¿Y tienen que disputar el poder?
– Sí. Y prontamente.
– ¿No cree en lo que dice John Holloway: cambiar el mundo sin tomar el poder?
– Son utopías o esnobismos intelectuales. Hay que cambiar y tomar el poder. Democráticamente, pero tomándolo.
– ¿Cuál cree que debería ser el rol de los intelectuales para cambiar el mundo?
– Tendrían que exprimir ideas alternativas. Si los partidos progresistas actuaran de buena fe, aceptarían sus ideas. No los verían como un regodeo intelectual, sino como cerebros de renacientes partidos de la izquierda.
– Italia tiene un movimiento de intelectuales importantes, como los Girotondi, que encabeza el cineasta Nanni Moretti, ¿por qué usted no lo integra?
– Yo los veo con simpatía. Pero no estoy con ellos porque pienso que para que un periodista sea creíble no tiene que estar en ningún movimiento de manera militante. Ya los periodistas de derecha están vinculados de una manera ambigua del poder, creo que no tenemos que repetir el error.
– Usted dice que los Girotondi no son bien vistos por los partidos de izquierda. ¿Por qué tampoco son los referentes de los nuevos movimientos sociales?
– Un poco lo son. Existe cierta indiferencia o desconfianza de la gente sobre muchos intelectuales que guían movimientos como los Girotondi. Los sienten lejanos. Por un lado, no existen líderes en los partidos y por otro, a esta gente la siente lejana, hablan un lenguaje que no entienden. La gente tiene que intentar comprender a los intelectuales y los intelectuales salir de la torre de marfil.
– ¿No será porque muchos intelectuales progresistas, arriados por el poder, trabajaron para el neoliberalismo?
– Muchos se vendieron por intereses: a Cardoso (el ex presidente de Brasil) le interesaba ser profesor de la Sorbona. Hace ocho años era todavía un ideólogo de la izquierda. Yo no conozco muchos los procesos por los que ex comunistas terminaron en la derecha. Quizá ya eran de derecha cuando eran comunistas. Muchos tienen remordimientos: Castaneda, el ministro de Fox, trabajó para los servicios cubanos. Son remordimientos de una juventud rebelde. Un intelectual no tendría que aceptar ser confidente de servicio de inteligencia de un país: pierde su idea de libertad.
– Como intelectual de izquierda, ¿le generan contradicciones las ejecuciones de Fidel Castro?
– La única manera de abordar estos personajes son los hechos, las cifras, los datos. Con esto no se puede tener doble moral. Si ataco a Cuba por los 420 prisioneros políticos que denuncia Amnesty -y que es legítimo que lo haga porque es inaceptable que existan- no puedo olvidar que en el mismo continente Perú tiene 12.000 encarcelados políticos. O que en las prisiones de México desaparecieron 200 personas en los últimos dos años sin que nadie sepa decir donde están. O que el presidente del parlamento de Guatemala sea un general genocida. El trabajo de información debe ser general, no solo el que conviene a los países de Europa que quieren parecer democráticos. Si Fidel Castro reprime en nombre del comunismo no está bien, pero sí se puede hacer en nombre del capitalismo. Mi trabajo fundamental es estar siempre buscando documentos, datos, cifras, realidades. Yo no justifico la pena de muerte, para mí es inaceptable. Pero la explico, porque en menos de dos años encarcelaron a penas inmorales a cinco cubanos, no respetaron el acuerdo de 20.000 visas norteamericanas, logrando así que haya cubanos que se quieren ir y no pueden, para crear problemas. Además, enviaron a un jefe de la oficina de intereses de los Estados Unidos con 52 millones de dólares para organizar la oposición. Cuando estas sitiado, se comenten errores. El mundo tendría que rechazar las condena de Fidel Castro de la misma manera que tendría que rechazar la guerra sucia de Bush. Porque intelectuales como Dorfman, Rigoberta Menchu, Pérez Esquivel, Galeano, Sepúlveda, Giardinelli firmaron un documento donde alertan al mundo sobre que los Estados Unidos puede realizar acciones militares contra Cuba, ¿Están locos? Evidentemente tienen alguna prueba. Desgraciadamente, los cubanos se pusieron fuertes para generar miedo. Terrible, no es justificable.
– ¿Y cual es su posición respecto de Chávez?
– Con mucha sinceridad digo que tengo prejuicio con los militares, por lo que hicieron en la Argentina, Uruguay, Chile. Comprender si es un militar aceptable es muy difícil. Entreviste a Chávez y no es banal, no es un loco, su discurso no es mero populismo. Ahora hay que verlo en la práctica. La guerra que le está haciendo la oligarquía local, que se robaba el petróleo, es muy fuerte. Y esa oligarquía tiene la ayuda los Estados Unidos. La esperanza es que no conteste de manera antidemocrática. Podemos decir que es demagogo, populista. Pero está elegido dos veces en cuatro años y realizó un plebiscito que ganó con el 80 por ciento.
– Cuando las diferencias son tan abrumadoras se puede desconfiar del espacio existente para la pluralidad en una sociedad
– Si, uno desconfía, es verdad. Pero llegó después de Caldera y Pérez, dos de los más tramposos políticos de América Latina. Carlos Andrés Pérez, que tiene 80 años, salió de la presidencia como el quinto hombre más rico de América Latina. Pero es cierto, cuando la elección es abrumadora uno desconfía un poco. Pero espero para ver, antes de juzgar a Chávez.
– La Argentina fue una esperanza para los movimientos de resistencia global de todo el mundo ¿cómo evalúa estos resultados electorales?
– Cuando yo fui el año pasado a la Argentina, poco después de los hechos de diciembre, vi una situación desesperante, pero también una gran fiebre. Típica del carácter argentino, esta capacidad de reacción, de orgullo. Fui a dos manifestaciones, vi que la gente estaba harta hasta con los legisladores decentes. No distinguía entre decentes y no decentes. Todo esto me hizo esperar que surgiera algo nuevo, el famoso que se vayan todos. Cuando empecé a ver que los candidatos eran tres peronistas y uno, un neoliberal salvaje como López Murphy, empecé a pensar que los argentinos están en una contradicción profunda. Esa contradicción permitió que los peronistas acepten que Menem traicione el ideal social del peronismo y gobierne como un neoliberal salvaje, que vendió a bajo costo el país. Cuando vi que Menem tuvo el 24 por ciento de los votos, sentí miedo por el ballottage. Me tranquilice cuando vi que mis amigos argentinos me decían que el 70 por ciento, por no verle la cara a Menem, iban a votar a este “señor nadie”, imprevistamente aparecido en el Perito Moreno. Hasta ahora para mí, lector extranjero, el nuevo presidente tiene un único mérito: dicen que es honesto. Después de lo que vivimos en Italia y de lo que vivió la Argentina, eso ya es algo importante. Pero no puedo olvidar que el gran esponsor de Kirchner es Duhalde, una persona muy discutible, con muchas argucias. Ahora, espero con buena voluntad que Kirchner sea distinto a Menem y atienda lo social, como el peronismo le debería sugerir si todavía es una cosa seria. Además, tiene que quitarse de encima a los Estados Unidos, reforzar el Mercosur y hacer un trabajo conjunto con Lula, con Lagos en Chile y el Frente Amplio, si gana las elecciones uruguayas. Debe crear una economía independiente. En verdad, no se puede tener hoy una economía independiente, pero por lo menos con autonomía.
– ¿Porque que cree que la efervescencia social argentina no logró renovar su clase dirigente?
– Por la debilidad de la izquierda argentina, por la ausencia de información adecuada, porque los movimientos sociales eran nuevos y no tienen 20 años como el PT, en Brasil. Hay que ver si estos movimientos se solidifican, se unen o si se pierden todo. El poder intentará hacerlos volar. Tal vez esperábamos algo que no se corresponde con los argentinos. Porque al final, los argentinos aceptaron al segundo Perón, a la Triple A, a los generales.
– Tal vez no haya que olvidar que ahora el 40 por ciento votó por López Murphy o Menem, dos candidatos cuya campana se basó en la necesidad de mano dura.
– Uno es el autor material y otro el teórico de la economía que mató a la Argentina. Esto da qué pensar. Significa también que los partidos tienen una organización territorial muy fuerte. Hay un problema universal, una crisis mundial de la dirigencia. Nosotros en Italia tampoco tenemos nuevos líderes.
– ¿Es un problema de personas o de sistemas?
– El sistema de partidos está viejo. Es un problema que excede a la izquierda, también lo sufre la derecha. Fijate en Italia, Berlusconi gana por su fuerza mediática. Pero en los pequeños pueblos pierden porque la credibilidad de la persona que se conoce en las comunas, es más fuerte que la propaganda mediática. Sin embargo, ninguna de estas personas llegan al parlamento o a nivel nacional.
– ¿Porque cree que la izquierda argentina no logró ponerse al frente de las demandas sociales ni siquiera cuando el neoliberalismo mostró su verdadera cara?
– Sí, la de la fábrica de miserias. Al mundo moderno lo manejan los medios de comunicación. Y está claro que el 80 por ciento de esos medios, en América latina, están en manos de la derecha. Y faltando información, no hay creación de una conciencia ni comprensión de los propios derechos. No es solo un fenómeno latinoamericano. En Europa ya tampoco existen los editores puros, los que crean un medio de información por el placer de hacer un medio de comunicación. Ahora son managers que crean radios, televisiones o diarios o los compran, para sostener otros negocios que tienen en otros sectores de la economía. Los medios le sirven como un megáfono para impulsar sus intereses privados. Esto es un límite enorme para la izquierda. En los próximos diez años ganará los que manejan los medios.
– Lula ganó en Brasil sin manejar los medios.
– El trabajo de Lula duró 20 años. El PT era un partido de protesta, hasta de la izquierda. El alma del PT era católica progresista, hoy están marxistas, laicos, verdes, socialistas. Este aglutinamiento en Italia todavía no existe. Lula tuvo que perder tres elecciones para ganar la cuarta. Tuvieron que elegir a Collor de Melo, que a los dos años lo echaron por corrupción. Cardoso, el gurú de la izquierda, vendido a la derecha, como muchos intelectuales europeos. No hizo ni siquiera la reforma agraria que en Europa se hizo a fin del 800. En América Latina todavía existe gente que es dueña de tanta tierra como tres regiones italianas, y la dejan sin cultivar. Y tienen escuadrones de la muerte que disparan a los Sin Tierra, que ya suman diez millones. Tuvo que suceder todo esto para que Lula ganar, por eso digo que para que algo así suceda en la Argentina tendrá que pasar tiempo.
– ¿Cree que Lula podrá cumplir con sus promesas? Ya hay un sector del PT que lo critica con dureza.
– Creo que esos son integristas. Hay que tener en cuenta que si no se maneja con equilibrio con las grandes organizaciones internacionales esto termina pronto. Frai Beto, teólogo de la Liberación, uno de los cerebros finos que tiene a su lado Lula, me dijo hace poco: “Ustedes, progresistas europeos, están a nuestro lado, borrachos de felicidad porque nosotros ganamos. Si ustedes estarán con nosotros dentro de dos años, significará que son amigos verdaderos. Porque dentro de dos años puede ser que a nosotros quieran ponernos de espaldas contra el muro, como hicieron con Allende, como quisieron hacer con Chávez”. Es verdad que Brasil tiene más fuerza, es un país grande, con muchas ciudades gobernadas por la izquierda, con experimentos como la democracia participativa. Pero no será fácil para Lula. Tendrá que hacer la reforma agraria, no entrar en el Alca tal como está planteado, tendrá que hacer un manejo estatal del petróleo favorable al Brasil. Todo eso entra en contraste con el deseo de los Estados Unidos. Y ellos están preocupados por América latina, sienten que está pasando algo. Saben que Lula es uno de los símbolos del cambio. También esta Chávez, Gutiérrez en Ecuador, el Frente amplio en Uruguay, la posibilidad que la izquierda gane en Bolivia. Toda esta situación puede hacerles pensar que Lula no es conveniente.

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La Ronda en la mirada de Alejandra López

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Octava entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Alejandra López.

Toda la producción de La Ronda será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Por Alejandra López

Cuando Claudia Acuña me propuso que fotografiáramos la Ronda de las Madres con un grupo de colegas, acepté sin dudar con gran alegría por varias razones. Por una lado, la urgencia del registro ahora que se nos van poniendo viejitas, y por otro, la necesidad de emprender un proyecto colectivo.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

He ido muchas veces a la Ronda. Una de mis primeras veces, yo fotógrafa debutante, lloré durante toda la cobertura y una de las Madres (no sé quién fue) me retó con ternura: “Sin llorar”, me dijo, y repitió: “Sin llorar”. 

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Siempre hay algo de esa primera vez: la emoción, la admiración sin límites, y,  sobre todo, el asombro ante esa capacidad increíble de sostener el ritual de lucha durante 47 años.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Hice mis fotos el jueves 21 de marzo, en la Ronda número 2397.

Hoy más que nunca #memoriaverdadyjusticia.

Mi humilde homenaje a estas mujeres que, junto con Abuelas, son nuestro faro.

La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López

Sobre Alejandra López

Retratista.

Empezó a trabajar profesionalmente en 1990 haciendo fotografía teatral y en la revista El Porteño.

Durante 14 años fue fotógrafa de staff de la revista Viva del diario Clarín, donde fotografió a innumerables personajes del espectáculo y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar, Le Figaro Magazine, Bacanal.

Actualmente se dedica a la fotografía para gráficas de teatro y cine, colabora con la revista L’Officiel y es reconocida además por sus retratos de escritor, algunos ya icónicos, para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.

Ha realizado numerosas muestras: Retratos (2001), La máscara (en el Festival Internacional de Teatro), Retratos de la Memoria, (imágenes de sobrevivientes del Holocausto) en el Museo Judío de Frankfurt, Calendario FOE 2009 y en junio del 2011, la exposición Algunos escritores, en la Fotogalería del Teatro San Martín. En 2021, realizó Ese día, una serie de retratos de víctimas sobrevivientes del atentado a la Amia. En 2023, Belleza Marrón, en el Centro Cultural Borges, (ensayo en colaboración con la agrupación Identidad Marrón).

Para ver más: en Instagram @alejandralopezfotografa

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La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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Nota

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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