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Diccionario Mediático Argentino

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Por Pablo Marchettti


BOLIVIA
País del centro de América del Sur, sin salida al mar, con dos regiones geográficas bien marcadas: una zona alta, con ciudades construidas sobre montañas elevadas, que superan los tres mil metros sobre el nivel del mar, donde (justamente por la altura) hace bastante frío a pesar de la latitud; y otra zona baja, a nivel del mar, con frondosas selvas y mucho calor. Esta dualidad geográfica se traduce en una dualidad política, social, económica, demográfica y étnica. Mientras la zona alta es principalmente pobre y con una población proveniente de pueblos originarios (en muchos lugares se habla aymara y quechua), en la zona baja el poder lo detenta una población blanca, muy rica y con una gran mayoría racista e independentista, que odia a la gente de tez morena. A lo largo de su historia, en Bolivia hubo una larga tradición de golpes de Estado. Tan instalada estaba la idea del golpe, que hasta hubo un presidente que luego de gobernar siete años mediante un golpe de Estado, varios años después volvió a gobernar el país, esta vez durante cuatro años y mediante el voto popular. También hubo un presidente (democrático) que no hablaba bien castellano. Pero no porque hablara aymara o quechua, sino porque su lengua madre era el inglés, pues había sido educado en los Estados Unidos. Durante más de un siglo y medio de historia, Bolivia había sido gobernada por blancos millonarios y nadie sospechaba que en algún momento un morocho, indígena y aymaraparlante pudiera acceder a la presidencia del país. Hasta que finalmente sucedió el milagro: un morocho, indígena y aymaraparlante se transformó, primero, en el principal líder de la oposición, como dirigente campesino. Y desde allí accedió a la presidencia, gracias al voto popular. Obviamente, esto causó indignación en la Bolivia rubia, millonaria y racista. Una Bolivia que es difícil de imaginar desde la Argentina, donde la enorme mayoría de los inmigrantes bolivianos que viven en el país (que son cerca de 350 mil) son morochos provenientes de la zona andina y pobre. Los bolivianos conforman la segunda nacionalidad de mayor presencia en el país, detrás de los paraguayos. Y la comunidad boliviana en la Argentina es la más numerosa fuera de Bolivia. Para el lugar común estigmatizante y reaccionaria de buena parte de los argentinos, los bolivianos son gente que trabaja en quintas, limpia casas y se dedica a la venta callejera de ajo, limones, especias y ropa interior femenina de gran tamaño. A diferencia de la comida peruana, que logró categoría de gourmet y se puso de moda, los restaurantes de comida boliviana suelen estar cerca de las estaciones de trenes más populares o en los alrededores (cuando no directamente adentro) de algunas villas de emergencia, donde suelen vivir muchos ciudadanos bolivianos en la Argentina. No existe en Palermo un restaurante de comida boliviana, ni hay comida boliviana fusión. Otro rubro en los que participan mucho los bolivianos es en la industria textil, como mano de obra esclava, con jornadas laborales de entre 12 y 15 horas diarias, con fuerte presencia de trabajo infantil. Durante los años del presidente indígena, por primera vez en la historia hubo una gran cantidad de bolivianos residentes en la Argentina que decidieron volver a su país. Claro que el presidente indígena le tomó el gusto a eso de ganar elecciones y decidió presentarse como candidato una y otra vez. Como la Constitución no se lo permitía, el mandatario indígena modificó la Constitución. Y cuando ni siquiera la constitución modificada se lo permitía, decidió recurrir a la cámara electoral (controlada por él) para seguir ganando elecciones. Y cuando hubo una elección que no estaba seguro de poder ganar, hizo un poquito de fraude. Obviamente, para ganar. La gente en Bolivia se cansó un poco de la adicción democrática del presidente indígena a ganar elecciones. Y acostumbrada como estaba al cambio constante de gobiernos (por tantos años de golpes de Estado), salió a la calle a protestar. La derecha racista y golpista, aliada con las fuerzas armadas (esas mismas a las que pertenecía el general que fue presidente primero con un golpe y luego ganando las elecciones), decidieron entonces derrocar al presidente indígena. Y para hacer las cosas sin metáforas, entraron a la Casa de Gobierno de Bolivia llevando una Biblia. Como para dejar claro que se trataba de algo así como un exorcismo de todo vestigio indígena. Una especie de “Pachamama go home”. Fue así que Bolivia volvió a la senda de su tradición institucional de golpes de estado, represión y gobiernos racistas que la habían identificado en el mundo durante tantos años.

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