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Se fueron todos: la ex Esma

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Visitas guiadas, muestras, talleres, canales de tevé y una escuela de música son, entre otros, los espacios de vida que mataron a la muerte en el predio donde funcionó uno de los centros de exterminio de la dictadura. Qué funciona y qué falta poner en marcha.

Se fueron todos: la ex EsmaLlevo tres horas recorriendo el predio donde funcionó la ESMA y decido hacer un alto. Es viernes, son las dos de la tarde y hace mucho calor. Me siento debajo de unos árboles que me convidan una sombra sin paréntesis.
Cierro los ojos y mi mente viaja por el túnel del tiempo: se me disparan flashes continuos con las caras de Massera, Astiz, Acosta y cientos de uniformes asesinos. Los abro y aparecen decenas de pibes, edad colegio secundario, en una visita guiada.
Entre cada pestañeo y abrir de ojos transcurren los últimos 35 años de historia de este lugar, como dos imágenes de épocas diferentes en la que una de ellas, la actual, resignifica a la anterior. Y viceversa.
Parece una fábula, pero no lo es. En el medio, como una locomotora que une dos puntos distantes, transitó la lucha de los organismos de derechos humanos. Con ese tren, al que supo subirse el gobierno, en 2004 este árbol que me sirve de apoyo y las 17 hectáreas que componen el predio, les fueron arrebatadas a los asesinos que habían erigido acá un campo de concentración de la dictadura. Y, entonces, cuando tuvieron que irse, hubo que empezar a poblarlo, a mantenerlo como recuerdo vivo de la memoria, a desterrarlo como emblema de muerte.
Desde aquel momento la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) comenzó a transformarse en lo que es hoy: el “Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos”, el nombre pomposo bajo el cual conviven instituciones oficiales y organismos, entre otras iniciativas que le dan sustento.
Con otra gente
Dentro del predio existen más de 35 edificios, la mayoría de los cuales tiene asignado, ya, un destino específico, algunos en funcionamiento y otros como proyecto.
De todos ellos, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti es el de mayor envergadura. Dependiente de la Secretaria de Derechos Humanos, allí se realizan muestras de artes visuales y diversas actividades culturales, bajo la dirección de Eduardo Jozami.
Por ejemplo, la exposición 200 años, 200 libros. Recorridos por la cultura argentina, en la que se exhibe esa cantidad de libros, propuestos como representativos del Bicentenario: ejemplares de Borges a Walsh, de Sarmiento a Arlt, entre muchísimos otros autores. Además, en diciembre se inauguraron dos muestras de artes visuales: Los escritos de una guerra, de Diego Ezequiel Pogonza (hasta el 22 de enero) y El brillo de tu mirada, de Cristina Piffer y Hugo Vidal (hasta el 4 de marzo).
Salgo y me pierdo por una de las múltiples calles internas. Misteriosamente, ésta se llama “Pinedo”, por lo que supongo que el Ente Público que gestiona el predio aún no cambió la nomenclatura que le impusieron los marinos.
El Ente Público “Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos” es el que se encarga de la administración. Está presidido por un órgano ejecutivo tripartito integrado por representantes del Gobierno Nacional (la periodista Lilia Ferreyra, compañera de Rodolfo Walsh), del Gobierno de la Ciudad Autónoma (el abogado Beinusz Szmukler, del IEM) y del directorio de organismos de derechos humanos (Paula Maroni, de H.I.J.O.S.).
Mientras se termina de construir su futura sede, el Ente funciona dentro de la Casa de la Militancia, a cargo de H.I.J.O.S., que en noviembre, junto con el Ministerio de Desarrollo Social, convocó a un Concurso Nacional de Anteproyectos para la remodelación y puesta en valor de ese espacio (www.hijos-capital.org.ar).
Allí también están las oficinas de las guías que organizan las visitas, que se extienden por tres horas, al ex Casino de Oficiales, donde funcionó propiamente el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Extermino, lugar de encierro y tortura de las víctimas.
El nido de la vida
Lo primero que registro al caminar las calles internas es la sensación de libertad con que recorro el lugar, en contraposición a las condiciones en las que estuvieron sometidas aquí más de 5.000 personas en plena dictadura. No puedo dejar de pensar qué me quieren decir, en un lugar como éste, el nido y el pajarito que me mira desde su morada, sobre un ventanal. Necesito verbalizarlo: ¿qué significa un nido de horneros en un lugar cuya carga simbólica resignifica cada cosa que tenga vida?
Hay un velo de misterio, de derrota y de victoria (maldita dialéctica), y de curiosidad en cada uno de mis pasos. Con ese plan, es decir con ninguno, llego al ex Patio de Armas, actual “Plaza de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”, donde me envuelve un silencio que me aturde. Desde su centro, observo los cuatro edificios que la circundan: la parte trasera del Instituto Espacio para la Memoria sobre el Terrorismo de Estado (IEM); la Casa Nuestros Hijos. La Vida y la Esperanza, de las Madres de Plaza de Mayo–Línea Fundadora, y el edificio de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas (ambos comenzarán a funcionar el año que viene). A mis espaldas, un armatoste venido a menos que administra el Ente Público (aún sin destino) y que en épocas de marinos supo ser la cocina de la ESMA.
El hecho de que varios de los edificios, asignados y no, todavía no estén en funcionamiento se explica por las dificultades que cada organismo o institución encuentra para obtener financiamiento. Y por la distancia que, ciertas veces, encuentran las buenas intenciones de las acciones.
Lo que hizo el Ente (llamar así al órgano gestor de la ex ESMA es de mal gusto) fue establecer y estipular el destino de cada módulo (varios, “en obra”), de manera de organizar el espacio. El Ente mismo tiene una ubicación provisoria hasta que se termine de acondicionar su edificio, lo mismo que el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos, auspiciado por la UNESCO, que la última semana de noviembre consiguió la aprobación del Congreso para funcionar en Argentina.
Por el contrario, Andrés Zerneri, el artista que recolecta llaves para construir el Monumento a la Mujer Originaria, ya ocupa un lugar en lo que fueron los Talleres Básicos. Y, al fondo, está la sede de Educ.ar, (un edificio imponente, totalmente reciclado) desde donde producen y emiten el Canal Encuentro, Paka Paka y Tecnópolis TV.
La música del pañuelo
Al fondo del predio, piedra libre al Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, que dirige Teresa Parodi. Allí se ofrecen diversos talleres de artes y oficios, muestras de artes visuales y se realizan programas que permiten que concurran al espacio alumnos de escuelas primarias y jóvenes de la tercera edad. Enfrente del ECuNHi, las Madres emplazaron el “Pañuelo de la Vida” donde, bajo la estructura de un pañuelo gigante, funciona una biblioteca popular.
A sus espaldas, el Espacio Patrick Rice sirve de ámbito provisorio para la escuela de músicos populares, con la dirección de la Fundación Música Esperanza que encabeza Miguel Estrella, que funcionará de manera definitiva en la Casa de las otras Madres, las de Línea Fundadora.
Sobre Avenida Libertador, en el “Pabellón Cuatro Columnas”, está la sede del IEM, con muestras permanentes sobre el Terrorismo de Estado; y el Archivo Nacional de la Memoria, cuyo objetivo es obtener, analizar y preservar información y testimonios sobre las violaciones a los derechos humanos.
Todos los nidos de la ex ESMA atraen un público diverso, jóvenes en su mayoría, que potencian lo que antes se había querido mutilar. Entonces, recién entonces, entiendo la mirada del pajarito, el sostén del árbol y aprecio cómo la vida mató a la muerte.

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