Nota
El fin del periodismo y otras buenas noticias
(por lavaca.org) Ítalo Calvino escribió en 1972 Las ciudades invisibles, un libro maravilloso que, a la manera del I Ching, permite con cada nueva lectura nuevas interpretaciones. Se trata del relato que Marco Polo le hace al emperador de los tártaros, Kublai Jan, quien financia sus expediciones a mundos remotos, desconocidos. Vive gracias a eso: el emperador paga los viajes si el relato que Marco Polo le hace sobre ellos le resulta imprescindible.
Durante una cantidad de tiempo suficiente como para establecer la confusión actual, los medios comerciales de comunicación vivieron gracias a sus relatos de una realidad a la que las audiencias no podían acceder por sí mismas. Esas ciudades invisibles podían tener la forma de la escena de un crimen, el palacio gubernamental o la intimidad de una estrella de rock. La capacidad para acceder a esos mundos y narrarlos con atracción y precisión construían su relación con el público, que financiaba esas expediciones al más allá por la mirada que sobre ellas le traían. Luego, se comenzó a comercializar esos espacios de charla. Y así nació la publicidad. A mayor cantidad de audiencia, tirada, rating, mayor era la tarifa para ocupar un lugar privilegiado en la charla con ese público masivo, llamado lector, oyente o televidente.
Es obvio que los medios comerciales de comunicación ya no viven de los relatos que publican, sino de aquellos que ocultan. Su influencia está directamente relacionada con su capacidad de invisibilizar información que sólo comercia entre exclusivos y excluyentes públicos. Este regreso al trono imperial como privilegiada audiencia marca un punto de inflexión en el uso estratégico de la comunicación como forma de eliminar las fronteras entre la sociedad y el mercado y ha transformado a lo que genéricamente denominábamos “medios masivos de comunicación” en una cosa bien diferente: en medios masivos de formación de opinión. Es decir, en dispositivos de control social.
De eso se trata lo que llamamos capitalismo mediático: la construcción de poder basada en controlar, restringir y clasificar los flujos de la información.
Diciembre de 2001 marcó un punto de inflexión en la realidad argentina. La crisis institucional profundizó la grieta entre la sociedad y los sistemas de representación, dejando en evidencia las heridas provocadas por la expulsión social. El derrumbe tuvo como protagonistas a las más importantes herramientas de intermediación social. Entre ellas, los medios comerciales de comunicación.
Analicemos algunos datos:
Según el informe de la Asociación Mundial de Diarios (WAN), los diarios argentinos fueron protagonistas de la caída de ventas más pronunciada de todo el mundo y de toda la historia. Entre 1997 y 2001 el retroceso alcanzó el 35,8%. La tendencia continua hasta hoy: la caída en 2010 llega al 50%.
Hacia fines de 2001, la televisión llegó a su piso histórico de encendido.
La inversión publicitaria en todos los medios tuvo una caída del 40%.
El mercado de revistas prácticamente se redujo a la mitad.
Así las cosas, después de aquel diciembre, todo estaba dado para el nacimiento de una nueva forma de comunicación. Todo había cambiado: las audiencias, las tecnologías, el poder hipnótico de los medios comerciales de comunicación. Todo había cambiado, menos los periodistas.
En las últimas décadas han proliferado carreras, posgrados y cursos de perfeccionamiento de periodistas profesionales, pero de manera proporcional ha disminuido la calidad de la información y de la producción de las noticias. A mayor formación no hemos obtenido mayor profesionalismo, sino domesticación y disciplina. Fue esa domesticación y disciplina académica la encargada de realizar la operación de unificar y consolidar una técnica periodística que hoy la realidad hace añicos. En momentos en los cuales es necesario reflejar cómo las personas intentan construir nuevas formas de comunicación, el ejercicio de la profesión debería plantearse qué herramientas requiere para reflejar estas experiencias.
Mientras las universidades públicas se nieguen a iniciar esta búsqueda, el viejo periodista italiano Furio Colombo nos ofrece una salida para soportar los embates de un tiempo de transición:
“La alternativa para los profesionales del periodismo es volver a recuperar el elevado rol de escribanos de acontecimientos comprobados, de fuentes confiables, de reconstrucciones independientes. Es posible que todo esto se produzca en espacios más reducidos, con modalidades más pobres y un grado de repercusión menor. Pero con el tiempo podría reconstruir el respeto y la confianza que el periodismo actual ha perdido”.
Ni alternativos ni contrainformativos
La resistencia global parió nuevas formas de comunicación que, en general, aceptaron la denominación de “medios alternativos” o “contrainformativos”. Sin duda, en cada localidad estas nuevas formas han tenido un proceso diferente, de acuerdo a las posibilidades que hayan encontrado para desarrollarse y la creatividad que les hayan podido inyectar los movimientos sociales que les dieron sentido. Nuestra mirada puede, entonces, reducirse a nuestra experiencia. No es nuestra pretensión sumar prejuicios, sino reflexionar sobre problemas que nos incluyen y para los cuales no hemos podido encontrar todavía respuestas eficientes. Y el riesgo de generalizar las conclusiones corre por cuenta de quien lee.
Sabemos que la organización interna de un medio comercial de comunicación es militar. No es tan sólo jerárquica, sino disciplinaria. Las identidades que consagra determinan con precisión quién manda y quién obedece. También quién está dentro (redactor, cronista) y quién afuera (colaborador, columnista) y hasta quién habla en nombre del medio y quién lo hace con su propia firma, como una manera de señalar niveles visibles de responsabilidades.
Por lo general, los llamados medios alternativos se han organizado en forma de colectivo, sin jerarquías y, en algunos casos, sin diferenciaciones acerca de los límites entre productores y lectores.
No es tan claro, en cambio, que no hayan establecido niveles de control de la producción, aun cuando sean más laxos. En algunos casos, ese control está dado por la pertenencia o no al grupo fundador o al más productivo. En otros, porque un grupo ejerce la edición, determinando qué se publica y qué no, e incluso cómo. Es decir, establece el límite entre aquello que está bien y aquello que está mal. Categorías que, por lo general, están moldeadas a partir de una predeterminada visión de la realidad. Un signo evidente de esta lógica puede medirse en los porcentajes de información que contienen y distribuyen estos medios. O, para decirlo a través de categorías más tradicionales, cuántas columnas de opinión y cuántas crónicas y reportajes publican. Hace falta decirlo claramente, porque no siempre es evidente: a mayor cercanía a un artefacto ideológico tradicional, mayor cantidad de propaganda.
El colectivo Radio Bronka, de Barcelona, plantea el problema de la llamada contrainformación de la siguiente manera:
“No podemos seguir pensando en la contrainformación como lo hacíamos en los años setenta. No podemos centrar los esfuerzos de nuestros fancines, libelos, radios -y mucho menos la utilización de internet- con las premisas que se manejaban entonces. No son suficientes y en ocasiones se convierten hasta en un complemento necesario para la legitimación de las redes de información oficiales”.
No es casual la mención a los setenta, punto central de la cultura contrainformativa de la cual se nutren muchos de los medios sociales de comunicación que rescataron de ese arcón viejas herramientas para enfrentar nuevas batallas. En Argentina, en especial, esto significa muchas cosas positivas y algunas negativas. Las positivas, fundamentalmente, están relacionadas con recuperar un diálogo interrumpido nada menos que por una brutal dictadura. El arquetipo de Rodolfo Walsh resume el espíritu al cual se aferraron, dos generaciones después, quienes salieron a contar esas verdades que los medios comerciales de comunicación acallaban.
Pregunta imposible: ¿de qué arquetipo estamos hablando?
El Rodolfo Walsh escritor es magnífico y escaso. Como literato dejó pocas y perfectas obras de un estilo impecable. El irlandés de las pampas que asoma en el Walsh escritor es austero e implacable en el uso del lenguaje, al que somete hasta ponerlo al servicio de la historia que narra.
El Rodolfo Walsh periodista es obsesivo y disciplinado. Como investigador construyó piezas clásicas con la solidez del dato que coloca con precisión de artesano. Es imposible leer hoy estos relatos sin asombrarse por lo que no está dicho, pero implícito: el tiempo que le ha dedicado.
Por último, el Rodolfo Walsh militante fue capaz de vivir y morir por una causa que creyó justa y necesaria.
Son estos tres Walsh los que hacen uno.
Y convergen, como trágica confirmación, en esa Carta Abierta de un escritor a la Junta militar tras la cual fue desaparecido.
Hemos progresado.
Difundir la verdad ya no cuesta ni sangre ni lágrimas.
La tarea actual parecería simplificarse. Se trata de elegir aquellas zonas de la realidad no iluminadas u oscurecidas a sabiendas y de acuerdo a lo que el poder necesita tanto atacar como defender.
La pregunta es: ¿iluminarlas para qué?
¿Para que las vea ese sujeto que llamamos opinión pública?
En algunos casos, tal vez con eso alcance y conforme.
Pero, sobre todo y fundamentalmente, para que puedan exponerse tal cual son y reconocerse entre sí y multiplicarse en su rica diversidad y generar diálogos que surgirán si se estimulan los debates sobre los ejes que esos propios movimientos dictan porque su realidad los impone. Aun al costo de iluminar peleas que surgen por la batalla cotidiana por evitar las desfiguraciones, cooptaciones e indiscriminaciones, la comunicación estratégica no puede pensarse hoy de “abajo hacia arriba”, ni de la periferia hacia el centro, ni de la “sociedad civil” hacia las instituciones, ni siquiera “contra” algo sobre lo cual hay que hacer fuerza para derribar, porque el sólo hecho de hacerlo lo restaura. La comunicación debe crear vínculos que fortalezcan las identidades que luchan por dejar de ser lo que otros quieren que sean.
El colectivo brasileño La revolución no será televisada lo explicita así: “El problema no es el patrón, sino el padrón”. Es decir, la cartografía mental que domina el ideal, la maqueta que está instalada en el imaginario individual y colectivo.
La jaula.
El problema, entonces, no radica esencialmente en la forma de organización de la producción de un nuevo medio de comunicación, sino en crear otro modelo y luego organizarlo de la forma más conveniente a sus fines, objetivos y prácticas. Desde ese punto de vista, la oportunidad es fabulosa: es el momento de hacer todo, pero absolutamente todo, de nuevo.
La pregunta es: ¿por qué conformarse entonces con crear una alternativa si se puede soñar con crear un espacio propio y original?
La pregunta es: ¿por qué dedicar energía a contrarrestar los efectos de la emisión monopólica si se pueden crear muchas otras sintonías?
En la palabra alternativa está escondida cierta limitación que suena a repetición.
En la palabra contrainformación está determinado el campo de batalla al cual dirigimos nuestros esfuerzos.
Es el diseño de un molde que es más chico que lo que quiere contener y menos ambicioso que aquello que se necesita alcanzar. Es como si redujéramos nuestra oportunidad de creación actual a un menú único de opciones.
No se trata ya de optar por seguir o romper con determinadas reglas, ya que no hay un solo grupo de reglas que deban obedecerse o romperse. La cuestión más bien consiste en comprender la complejidad del modelo actual, que contempla diferentes grupos de reglas y diferentes autoridades que las predican. Y rebelarse a todas y cada una de ellas.
Así las cosas, cualquier proyecto de comunicación, por más disparatado que parezca, no implica ya ninguna posibilidad de derrota, siempre y cuando esté dispuesto a pensar críticamente todos los componentes de su fórmula.
Está condenado a cambiarlas.
Y de sus posibilidades de formular tantos cambios como sean necesarios dependerá ser parte de lo que aún no terminó de nacer o de aquello que se resiste a morir.
El fin del periodismo
En los numerosos seminarios que hemos organizado con profesionales y estudiantes avanzados de comunicación comenzamos por plantearle al grupo una pregunta: ¿qué se necesita para hacer un medio de comunicación? En todos estos años, hemos tenido una invariable respuesta: redactores, diseñadores, fotógrafos, oficinas, computadoras, teléfonos, personas cumpliendo diferentes y estereotipados roles, incluso algunos delirios de confort. Hasta que en una oportunidad, la lista fue completamente diferente. Fue en diciembre de 2005 y en un grupo de treinta jóvenes menores de 20 años, pertenecientes a organizaciones sociales de todo el país, con variadas experiencias en comunicación comunitaria. Cada uno fue sumando en voz alta un recurso, hasta quedar conformada la siguiente lista, que copiamos a continuación por riguroso orden de aparición:
1. Ganas
2. Tiempo
3. Voluntarios
4. Contenidos
5. Compromiso
6. Responsabilidad
7. Continuidad
8. Experiencia en trabajo en red
9. Respeto
10. Participación
Con esta sencilla lista redactaron el obituario del periodista profesional y anunciaron el parto de un nuevo estilo de producción de la información. Son los habitantes de una nueva ciudad, esa que nosotros llamamos “medio social de comunicación” y que está habitada por quienes están transformando los cimientos del sistema.
¿De qué sistema estamos hablando?
El sistema de comunicación que permitió la consagración del capitalismo mediático tiene un diseño definido: el clásico circuito que parte del emisor, coloca en el medio al medio y en el final de la cadena, al receptor. La teoría de McLuhan intentó señalar qué transformación se había producido en eso que llamó “la aldea cósmica o global” y alertó cómo el medio se estaba convirtiendo en un centro con suficiente poder para modificar el curso y funcionamiento de las relaciones humanas. Esta teoría que coloca el eje en la tecnología (hija de su época y fiel representante de las concepciones que centran la batalla en el control de los medios de producción) es la que certeramente describió el problema en el cual estábamos atrapados.
Entonces, ¿de qué cambio estamos hablando?
En principio, del que nos enseña que todo problema tiene más de una solución.
Si el circuito de la comunicación, tal como estaba planteado, es un elemento clave para la consagración de un poder vertical, autoritario y concentrado, una manera radical de confrontarlo es crear otro diseño, que sea capaz de albergar otra concepción de poder. Ese nuevo diseño es el que coloca en su centro al sujeto social y a su alrededor, como los rayos de un sol omnipresente, todas las herramientas de comunicación que es capaz de crear para compartir su mensaje. Estas herramientas se convierten así en opciones y no en condiciones de la comunicación.
El sujeto social se transforma, según nuestra hipótesis, en un medio de comunicación. El resto son formas que adquiere para transmitir su mensaje.
Este sujeto social puede ser colectivo o individual, puede ser permanente o transitorio, puede ser emisor o receptor, puede ser local o global (y todas estas cosas al mismo tiempo); es decir que puede optar por constituirse como quiera y por el tiempo que quiera, porque la motivación que le da origen no es la construcción y sostén de un medio, sino de un mensaje.
La hora de hacer
John Holloway lo define como “la fuga del trabajo hacia al hacer” y sus implicancias en el territorio de la producción de la comunicación implican, cuanto menos, un regreso a las formas artesanales de creación, de permanente experimentación y de apropiación de toda esa experiencia a una escala tal que las distancias entre protagonista, productor y consumidor de las noticias son idénticas al ancho del abrazo humano.
Estas nuevas formas de comunicación rediseñan el circuito tradicional y colocan su centro en un sujeto social que utiliza diferentes herramientas para comunicarse, entre sí y con los demás.
Están forjadas en una ecuación que separa los ingredientes de la receta que las viejas formas de producción mezclaron con la única finalidad de cocinar otra cosa: confusión en lugar de información.
Volvamos entonces a ponerlas en su lugar:
El medio es el medio.
El mensaje es el mensaje.
No es nuestra intención forzar la conclusión de un proceso en pleno desarrollo, sino simplemente señalar -con asombro y alegría- que estamos siendo parte de otra noticia cuyo final seguramente escribirán otros. Pero como de alguna manera debemos concluir este texto provisional, dictado desde la trinchera por quienes estamos dispuestos a combatir lo que somos para ser algo mejor que nosotros mismos, apelamos una vez más al maravilloso Calvino, convencidos de que este final de su relato sobre las ciudades imposibles representa para nosotros un maravilloso comienzo:
“El infierno de los vivos no es algo por venir: hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos; aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.
Nota
Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

Más allá de tu vereda.
Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse.
No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.
El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.
El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto.
En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.
Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.
Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”.
Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.
Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”.
Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.
Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.
Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.
Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.



Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.
«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».
Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración.
Hay orgullo.
Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera.
Jorgelina: “Hagamos más radios”.
Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.
Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:
“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.
Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental:
“Más allá de tu vereda,
hay otra realidad,
atrás de tu puerta”.
Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva:
“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle,
allí seguiremos estando”.
Nota
La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.
Por Franco Ciancaglini
Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:
- su salud era cada vez más delicada;
- los medicamentos oncológicos no llegaban;
- y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.
Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.
Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

Contaminada
María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.
Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.
La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.
Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.
Contaminada
La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.
Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.
Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:
- “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
- “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».
Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”
Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.
En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”
Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:
- “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
- Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.
Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.
Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.



Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”
El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

Abandonada
Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.
Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.
Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».
Sino miren este video.
María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”
El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.
Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.
Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.
Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”
Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”
La respuesta era obvia: mal.
Insurgente
Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.
Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.
El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».
Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.
Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.
Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.
Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.
Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.
La muerte es el abandono.
La muerte es el olvido.
Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.
odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.
Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.
Mary: gracias.
Hasta mañana.
Nota
Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.
Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año.
El camino de la in-justicia
En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia.
La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.
Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero.
Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10.
Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo.
Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.
La pericia tendrá como objetivos precisar:
-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;
-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil;
-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.
-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.
El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena.
Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.
Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.
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