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El rock de la represión
Rubén Carballo tiene 17 años y está en coma. Tiene, además, un hombro izquierdo destrozado, varias marcas de bala de goma, una fractura expuesta en el cráneo, un derrame y varios hematomas en el cerebro. Tiene, también la entrada al recital que Viejas Locas ofrecía el sábado 14 en el estadio de Vélez, al que nunca llegó a ingresar a pesar de haber hecho pacientemente la cola durante horas. Rubén es ahora la víctima más grave de la represión policial que se desató en la puerta de ingreso al campo, la única habilitada para permitir el acceso de miles de personas que esa noche soportaron la violencia de la policía que con caballos, gases lacrimógenos, camiones hidrantes, garrotes y balas de gomas arremetió contra la multitud dos veces en el lapso de cuatro horas. El saldo fue de 43 detenidos -que lavaca pudo ver en los calabozos de la comisaría 44 esa misma madrugada- y más de 30 heridos.
La trampa
Rubén fue al recital, como la mayoría, con un grupo de amigos. Había comprado su entrada dos meses antes, por 80 pesos. Lo acompañan su hermano, Emmanuel, de 16 años, que está ahora en la puerta del hospital tratando de explicar lo inexplicable. «A las 2 y cuarto de la madrugada lo perdimos», dice con precisión. Lo sabe porque a esa hora le envió el primero de los muchos mensajes de texto que tecleó para ubicarlo. «Estábamos haciendo la fila, que tenía como ocho cuadras. La primera represión se desató a eso de las 21, pero nosotros llegamos tarde y no la vimos.» La segunda oleada represiva se desató antes de las 12 de la noche. Esa fue la que soportó Rubén junto a sus amigos.
Todos los testimonios coinciden en señalar la llegada de tres micros, donde supuestamente viajaba la barra brava de Vélez, como el inicio del problema. La camaradería con la policía de la que hacían gala – y que les permitió mover vallas, ingresar al estadio y hasta proponerle a quienes encontraban al paso que a cambio de 100 pesos podían ingresar con la patota- deja en claro que jugaban de locales. Los que estaban haciendo pacientemente la fila comenzaron a protestar, algunos entonando cantos, ya que había comenzado el recital y no había muestras de que se agilice el ingreso al estadio. «A ver a ver quién maneja la batuta si Viejas Locas o la yuta hija de puta»
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La fila tenía un recorrido determinado que terminó siendo una peligrosa trampa: bordeaba la reja que circunscribe el estadio. Cuando la policía arremetió con los caballos y comenzó a repartir gases y palos, los chicos de la fila quedaron atrapados contra la reja. «Con mi hermano y mis amigos decidimos acurrucarnos, sentados en el piso, protegiéndonos la cabeza con las manos. Otros intentaban saltarla, pero apenas se trepaban recibían una ráfaga de balas de goma en la espalda», cuenta Emmanuel. Rubén y su grupo recibieron así el chorro de agua azul de los camiones hidrantes policiales que los dejaría marcados.
Cuando pudieron reponerse del embate, el grupo decidió correr hacia el norte, por la avenida Juan B. Justo. Intentaron volver, con la entrada en la mano. Algunos lograron, incluso, entrar y presenciar el recital. Rubén y sus dos amigas no tuvieron esa suerte. Volvieron a ser corridos por la policía. «Y en esa corrida a una de las chicas se le soltó Rubén de la mano. Ahí lo perdimos», recuerda Emmanuel.
Comenzaron entonces a enviar los mensajes de texto. «Hasta que a las 4 de la mañana recibimos una respuesta que decía: ´estoy bien amigo¨. Pero lo extraño es que no nos contestaba las llamadas que le hicimos después».
A Rubén lo encontraron, finalmente, a las 2 de la tarde del domingo. Dos chicos que jugaban en una de las canchas auxiliares de Vélez fueron a buscar la pelota lanzada con mala puntería a un pastizal sin acceso directo, lindante con un puente de la General Paz, a una distancia de 10 cuadras de donde habían visto a Rubén por última vez. Ahí estaba el cuerpo. «Tenía el celular, las zapatillas, la plata y hasta la entrada. Lo llevaron al Hospital Vélez Sarfield y cuando la médica nos entregó el teléfono comprobamos que tenía un número marcado a las 6 de la mañana -asterisco 51, decía- y otro a las 7. Pero no había ni uno solo de los mensajes que todos le habíamos mandado», relata Emmanuel. Su esfuerzo por conversar con la prensa tiene un único objetivo: lograr que se acerquen testigos para poder reconstruir qué le pasó a su hermano. Es un ruego, que lo lleva incluso a ofrecer el número de su teléfono celular para que lo llamen aquellos que puedan ayudar. «Cualquier dato puede ser útil», resalta Emmanuel. Quien quiera comunicarse, entonces, puede enviar un mail a [email protected] y lo pondremos en contacto con él.
Por su parte, la Defensoría del Pueblo de la ciudad está concluyendo una investigación sobre el accionar policial, «en el que se han constatado numerosos casos de violación de los derechos humanos por parte de la Policía Federal Argentina, además de situaciones de corrupción y abuso de autoridad», asegura en un comunicado en el que se transcribie la denuncia de la madre de una chica de 17 años, víctima de la represión: «La policía desde un patrullero con la puerta abierta le pegaba palazos a todas las personas que estaban en la fila, además de mojarlos con agua teñida de azul en todo el cuerpo. Les tiraba los caballos encima y no los dejaban escapar. A mi hija le pegaron con una cachiporra en el hombro, en el pecho y en los brazos».
En la comisaría 44
Pasadas las 3 de la madrugada y ya domingo, lavaca pudo ingresar, junto a Andrea Andújar, la asesora de una diputada nacional,.a los calabozos de la comisaría 44 donde estaban alojados todos los detenidos, En la puerta, los familiares aguardaban noticias que el personal policial retaceaba. Adentro, 43 muchachos estaban repartidos en tres celdas. Una para los tres menores. Otra para tres acusados de diferentes causas (uno por tenencia de marihuana, dos por tentativa de robo). El resto se amontonaba en otro calabozo, mientras se instruía un sumario acusándolos de resistencia a la autoridad, alteración del orden público y daños. La mayoría mostraba golpes de palazos en la espalda y heridas de balas de goma; algunas de ellas todavía sangraban.
Por exigencia de la asesora se hizo presente una ambulancia que atendió a los heridos y los padres de los menores pudieron, finalmente, ver a sus hijos. Los detenidos comenzaron a ser liberados recién al mediodía del domingo y ahora esperan que el juzgado decida quién va a ser el sujeto investigado: si ellos o la Policía Federal.
«Mi mamá me va a matar», repetía Carlos detrás de la reja. Había ido al recital con su hermano, detenido en otra celda. «Ella protestaba porque gastaba la plata en pavadas. Imaginate lo que me va a decir ahora». A su lado, Mariano denunciaba «Le pegaban a la gente como a perros y como si les importara todo tres carazos. Estaban cebados».
En tanto, en la celda más numerosa, el grupo cantaba esa madrugada: «A Bulascio no lo vamos a olvidar». Recordaban así a Walter, el muchacho de 17 años que 18 años atrás murió en una redada policial realizada en la puerta del estadio del estadio de Obras tras un recital de Los Redondos, que los uniformados intentaron justificar con una excusa idéntica: «pretendían ingresar al estadio sin entradas».
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La Estela: tierra guaraní en escena

Las actrices Casandra Velázquez e Ivana Zacharski crearon un unipersonal sobre una niña litoraleña que descubre aventuras al amparo del monte misionero. El calor agobiante, la siesta obligatoria, los árboles de yerba mate y las leyendas de ese territorio se cruzan con la inspiración de Clarice Lispector como punto de partida.
Por María del Carmen Varela
A la hora de la siesta el pueblo entra en una pausa obligatoria barnizada por un calor agobiante. Ni el sueño ni el sofoco detienen a la niña, que abandona su cama con sigilo y logra escapar al amparo del monte. Encuentra en la intemperie el abrigo que no es costumbre en su casa. Cada día la espera una aventura distinta, aunque no siempre hay juego y risas. Rebelde, divertida, decidida, busca compañía para sus andanzas y si no la encuentra, transita en soledad. La salvación a cielo abierto, la naturaleza como sostén y una fascinación: “La Estela”.
La actriz y bailarina Casandra Velázquez y la actriz y directora de teatro Ivana Zacharski dieron luz a esta niña litoraleña sumergida en la vastedad de un paisaje indómito y deslumbrada por Estela, la joven esquiva con mirada de pantera. Ivana y Casandra se conocieron a sus 18 años tomando clases de actuación con Pompeyo Audivert en el Teatro Estudio El Cuervo, poco tiempo después de que cada una viniera a estudiar teatro a la Capital. Casandra nació en Rosario y creció en Venado Tuerto (Santa Fe), Ivana es de Apóstoles, Misiones, donde se desarrolla esta historia que juntas llevaron a escena. Este universo, recorrido por Ivana, de tierras guaraníes surcadas por árboles de yerba mate y leyendas de peligros a la hora de la siesta, fue la inspiración para La Estela.
Ivana tenía ganas de dirigir un unipersonal y eligió a su amiga Casandra para actuarlo. El punto de partida fue un cuento de Clarice Lispector: La relación de la cosa. Casandra: “Los primeros encuentros fueron sin texto, nos acercamos a la obra desde el cuerpo, la respiración y la carne. En los primeros ensayos bailé un montón, unas danzas extrañas, medio butohkas, transpire, canté, corrí, toqué el bajo. Ivana empezó a escribir y yo a probar y actuar todos esos textos e hipótesis, el insomnio estaba presente, la obsesión con el tiempo, los fantasmas del futuro, algo vinculado a la materialidad del agua y el devenir del río. Aparecieron unos cuentos protagonizados por distintas niñas en paisajes litoraleños. Nuestro personaje de ese momento: una mujer en medio del insomnio, se contaba esos cuentos a ella misma para poder dormir”.

Foto: Gentileza La Estela.
Después de que Ivana hiciera un taller de escritura con Santiago Loza y Andrés Gallina, la historia fue tomando fuerza. Cuenta Casandra que algo se abrió y comenzó a aparecer la trama: “La obra apareció y nos empezó a hablar. Nos metimos adentro de esos cuentos, de esos paisajes y de esas niñas y dejamos de lado todo lo demás. Apareció algo muy mágico entre nosotras, algo de eso que las obras permiten, que es crear un universo común, descubrir conexiones y relaciones nuevas. Sentía que la obra estaba apareciendo y tenía voz propia, apareció el cuerpo de la obra y una forma de narrar”. Casandra recorre el escenario y su fuerza expresiva invita a adentrarse en la historia de esta niña llena de vitalidad y asombro. La vemos en su habitación, presa del calor de la tarde, en busca de libertad y juego, invocando protección divina cuando algo se le escapa de las manos, trabajando en el puesto rutero, pateando una pelota, como se patea a la injusticia, hipnotizada al descubrir la mirada felina de “la Estela”.
El entusiasmo de la juventud, las tragedias inesperadas, las súplicas, el goce de la novedad caben en ese cuerpo palpitante de sueños. Ivana y Casandra apelaron a sus propias vivencias para hilar la narración. Casandra: “Las dos pasamos nuestras infancias y adolescencias medio punkis en distintos paisajes litoraleños, lejos de esta ciudad, sus ritmos y velocidades. Había algo de ese universo común, de elegir siendo muy chicas irnos de las ciudades donde crecimos, que empezó a operar, casi telepáticamente. El ejercicio de revisitar esos paisajes y poblarlos de ficción fue fascinante, mirar el mundo con ojos de infancia nos abrió mucho permiso y nos devolvió mucha vitalidad, nos permitió vincularnos con la violencia, el dolor y la crudeza de crecer desde un lugar de mucho delirio y mucho juego. La obra es bastante impune en ese sentido, el relato no pide permiso, ni da explicaciones, sólo sucede. Justicia poética, decimos, un conjuro de liberación”.
Al cabo de dias de ensayo, la voz de la niña litoraleña comenzó a asomar y Casandra hizo un trabajo específico con la coach vocal Mariana García Guerreiro. El actor Iván Moschner también se sumó a pulir el fluir de la voz. Escuchar radios misioneras, discos y entrevistas a Ramón Ayala y otrxs artistas misionerxs colaboró con esa tarea. La niña que sube el escalón hacia la adolescencia, la que se enfrenta al monte y sus amenazas, se abre paso en la oscuridad con la lumbre de su irreverencia. Salvar y ser salvada, desafiar la imposición de la siesta, para correr a soñar despierta.
La Estela
El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA
Sábados a las 18 hs, hasta el 27 de septiembre
@laestela.obra
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Litio: nace un nuevo documental

Este viernes 29 de agosto se presentará un nuevo contenido de Cooperativa de trabajo lavaca: Litio. Un documental dirigido junto a Patricio Escobar que refleja la lucha de las comunidades originarias y el paralelismo entre la reforma (in)constitucional de Jujuy, como experimento hacia la Ley Bases votada a nivel nacional.
“Te cuento esta historia, si me prometés hacer algo. ¿Dale?”.
Así arranca el documental Litio, una historia de saqueo y resistencias, que continúa…
Un documental independiente y autogestivo de cooperativa lavaca y dirigido en conjunto con Patricio Escobar, que traza un hilo conductor entre la reforma (in)constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Este proyecto tiene algunas particularidades: por un lado, no se trata de una única pieza audiovisual, sino de varias. Una más larga, de 22 minutos; y otras más cortas, de menos de 6 minutos. Por otro lado, se propone un documental en construcción permanente, al que se le irán agregando nuevas piezas de una cadena extractivista que parece no tener fin. Para esto, creamos una página web (que también estrenaremos el viernes 29) en la que iremos agregando los nuevos eslabones que surjan a futuro relacionados al oro blanco.
LITIO muestra cómo viven las comunidades de la puna jujeña en la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, y a la par, zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. Dato insoslayable: para obtener un kilo de carbonato de litio se utilizan hasta dos millones de litros de agua. Las imágenes se entrelazan con los ostentosos congresos mineros, la represión policial a las manifestaciones por la reforma (in)constitucional y la resistencia de un pueblo que no otorga la licencia social a la explotación minera.
“¿Cuánto cuesta, cuánto vale… nuestra Pacha?”, cantan las comunidades originarias. Esa bandera hecha canción – y esa pregunta- se construye a través de distintas entrevistas a las comunidades Santuario de Tres Pozos, Lipán, El Moreno, Tres Morros, Potrero de la Puna, así como a otros actores. También evidencia el silencio de las autoridades, que no quisieron hacer declaraciones públicas. “Todas las Salinas están cuadriculadas de pedimentos mineros. Allí viven las comunidades y debajo, en el subsuelo, están las minas”, cuenta Alicia Chalabe, abogada de las comunidades.
El documental plantea una premisa: la reforma (in)constitucional de Jujuy en 2023 impuesta por el entonces gobernador Gerardo Morales –a merced de la explotación del litio, ya que modificó el régimen de agua, de tierras fiscales y de la propiedad privada, y ratificó la propiedad exclusiva de la provincia sobre los recursos naturales, entre los que incluye el subsuelo y el mineral de litio– fue el experimento que sirvió de antesala a la Ley Bases aprobada en 2024. Esta profundizó no sólo la matriz extractivista mediante enormes beneficios fiscales a empresas mineras, petroleras y del agronegocio, sino también las relaciones carnales con Estados Unidos y particularmente con Elon Musk, dueño de la empresa Tesla que construye autos eléctricos, para lo cual el litio es fundamental.
LITIO termina con tres palabras, y se erige como punto de partida:
“Esta historia continuará
¿Dale?”.
Te invitamos a seguir construyendo esta historia, este viernes 29 de agosto a las 20, en MU Trinchera (Riobamba 143, CABA).

CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre

