Nota
Hasta siempre, maestra
“Si la resistencia la pensás como oposición, es un caso. Pero si la pensás como tejido, es otro. Y se teje con lo que hay. Y hay malo y hay bueno. Y lo malo se ha incorporado a lo bueno, y viceversa. Eso es así. Pero también es así que en algún lado debe estar escondido nuestro yo comunal, aquello que nos hace sentir parte de algo inmenso. Si pudiéramos hacer florecer eso, todo sería distinto. Y eso no florece con palabras, quizá. Eso hay que hacerlo juntas. Eso hay que hacerlo juntas. Si vos me preguntás cómo se hace el chuño no puedo enserñártelo bien con palabras: lo tenemos que hacer juntas”. Hoy nos enteramos de la muerte de María Lugones, pensadora, activista y teórica feminista, autora de -entre otros ensayos- Colonialidad y género, un texto clave para pensar la historia y el presente. La despedimos con esta charla que la periodista y fundadora de lavaca, Claudia Acuña, tuvo con ella en agosto del año pasado. ¿Cómo se hilvana una teoría desde la práctica, desde una vida atravesada por el machismo, la violencia y la insurreción? El resumen de una charla de seis horas en la antigua casa de los Lugones en el conurbano profundo, donde esta académica argentina sonríe y plantea lo que nadie. De la decolonialidad al yo comunal, qué es lo que está siendo y naciendo.

Por Claudia Acuña
La avenida Don Bosco representa la mejor manera de explicar el fundamental aporte a la teoría feminista que hilvanó la filósofa María Lugones. Desde el nombre -que evoca al legendario cura salesiano- hasta la numeración de las casas: de un lado, van por el dos mil quinientos, del otro por el trescientos. La diferencia indica que estamos en el límite entre los partidos de La Matanza y Morón, lo cual significa que para ubicar la casa de la familia Lugones, además de conocer la dirección exacta hay que tener el dato del municipio que le cobra los impuestos. Lo interesante es que no hay ninguna señal que haga visible ese dato. Nada. La avenida es idéntica en ambos lados: una postal del bombardeo neoliberal a la que fue sometida esa barriada obrera. Fábricas abandonadas, templos evangelistas, casas en permanente estado de construcción, y carteles con promesas electorales. Kilómetros y kilómetros sostenidos durante décadas y décadas así, desde Haedo a Rafael Castillo, separados por una arbitraria diferenciación, para comodidad del Estado.
Fue el peruano Aníbal Quijano el primero en describir este mecanismo de clasificación en un texto que cambió la mirada de las Ciencias Sociales sobre el actual proceso de crisis civilizatoria. En Decolonialidad y poder, publicado en el año 2000, señaló que en nuestro continente se había iniciado un proceso global que dividió a la población en razas, consagrando el eurocentrismo. Y que con ese acto depredador de la multiplicidad se había también consagrado el control de la subjetividad y del saber. Quién es qué y quién sabe. María Lugones lo conoció en la universidad Binghamton, de Nueva York, donde enseña Literatura Comparada. Fue Quijano quien se interesó en sus clases y comenzó a frecuentarlas, atraído por la diversidad de estudiantes que María cobijaba y el clima de debate permanente que ella criaba. Así conoció María su trabajo teórico (“me tocó la imaginación”, confiesa ahora) y así también se atrevió a completarlo con un texto que publicó en 2006 y que Quijano abrazó como parte fundamental de su teoría.
En Género y decolonialidad María Lugones señala que el proceso de clasificación que se inició con la brutal Conquista, además de clasificar a la población mundial por raza la dividió por sexo. Antes no existía esa diferenciación poblacional. Ni hombres, ni mujeres: el genocidio no nos dejó siquiera palabras para nombrar qué éramos.
Así Quijano y Lugones nos dieron la posibilidad de pensar que si este mundo horrible que habitamos fue clasificado de una forma, y antes hubo otras, ahora que las crisis lo destrozan, podemos imaginar variantes más humanas.
Algo así como cambiar las numeraciones de la Avenida Don Bosco, hasta que sean menos desorientadoras y arbitrarias.
Mientras tanto, hay que recurrir a la intuición y a las vecinas para ubicar dónde vamos.
Llegamos.

La escena del crimen
la casa de la familia Lugones son, en realidad, tres que están enclavadas en un enorme predio que sostiene una chacra en medio del caótico asfalto del conurbano. La principal es imponente y de adobe. Son los restos de lo que fuera una enorme estancia en los años en que esa zona era indómita y rural. Allí se instalaba la familia Lugones con sus dos hijas y sus dos hijos, para pasar el verano. Allí, también, María aprendió a treparse a los árboles, patear la pelota y jugar rudo con sus hermanos varones, hasta que un día descubrió que tenían más fuerza que ella. “Me dio bronca. Mucha”, admite ahora, sentada en el living de la segunda casa ubicada a varios metros de la principal, y a pocos de la piscina: la que correspondería a los caseros. Eso significa que estamos en la escena del crimen y por eso mismo, para comenzar a hablar de la historia que le da raíces y alas a su teoría, María levanta el dedo índice y señala la pequeña ventanita con gruesas rejas que tiene frente. “Por ahí me pasaban la comida”.
Lo que comienza a contar María, entonces, es la historia de la cual somos hijas, nietas y hermanas. Lo que hizo con ella es, entonces, nuestra herencia.
Todo empezó cuando María comenzó a ir a la facultad, que inició a los 15 años porque terminó el secundario rindiendo dos años en uno. A los 17 conoció a un muchacho que la atrajo. Le pareció prudente anunciarle a sus padres que había decidido tener relaciones sexuales con él. “Todas las muchachas que conocía tenían relaciones sexuales, pero lo escondían. Y pensé: no está bien esconder. Por muchas razones. Pero una principal es de seguridad: puede pasar cualquier cosa y no podés pedir ayuda porque estás mintiendo”.
Lo dijo durante la cena.
Y esa noche su padre la encerró en la casa de los caseros.
“Estuve un montón de tiempo viviendo acá, solita”, dice ahora mirando fijo la pequeña ventana. Durante todo ese tiempo se fabricó con lo que tenía a mano una herramienta capaz de romperla. Cuando lo logró, escapó de madrugada y a la carrera. “Corrí hasta la parada del colectivo y le pedí al señor que me dejara pasar sin boleto, porque no tenía plata. Y entonces fui al centro a ver al muchacho. Y el muchacho y su padre me entregaron a mi papá. Y mi papá me metió en el auto. Iba mi mamá, no recuerdo si alguno de mis hermanos… y me llevaron al manicomio. Y en el manicomio me hicieron el tratamiento que me hicieron… nunca me vio un médico, psiquiatra, nada. Eran shocks insulínicos, que ahora están prohibidos. Después me ponían el chaleco de fuerza y me ataban a la cama. El colchón estaba lleno de agua porque transpirás mucho… Y después caía en coma… Y cuando caía en coma me daban azúcar por las venas para despertarme. En una de esas tantas caídas en coma, estuve inconsciente diez días. Ahí decidieron parar con los shocks insulínicos. Y comenzaron los electroshocks. Después, las pastillas. No me podía mover. El cuerpo no me respondía. Todos los días me tenía que decir: por qué estoy acá. Todos los días me tenía que repetir: no me van a domar. Mi preocupación era que no me arruinen el cerebro, porque ya no podía ni sumar ni restar. Cuando me venía alguien de mi familia de visita me traía libros, pero me los sacaban. Hasta que me trajeron un diccionario de inglés y no me lo sacaron. Así que pedí de otros idiomas. Y empecé a estudiar eso: idiomas. Y me convencí que eso me podía salvar el cerebro. Y de ahí me aferré. ¿Pero sabés lo que aprendí ahí de importante? Para darte un electroshock, primero te hacían hacer pis. Entonces, de forma muy perversa, en vez de avisarte que te llevaban a hacer un electroshock, te decían: “María: andá al baño”. Y vos ibas temblando, porque sabías lo que eso significaba. Y cuando volvías del baño, le decían a otra: “Ahora andá a vos”. Y entonces ya no sabías si te tocaba a vos o a ella. Y en medio de esa desesperación, de ese terror, había una mujer que siempre les respondía lo mismo: “No puedo porque estoy ocupada”. Y entonces se ponía a mover las manos así (María comienza a girarlas como en el juego Antón Pirulero) y eso era todo… pero era demasiado para una situación y un lugar así. No estaba solamente diciendo que no, sino diciéndoselo a sí misma, en una repetición que le hacía bien, que la calmaba, que la aislaba de eso. Y que, a la vez, te transmitía que en ese cuarto había algo más que violencia. Era una forma de poner en acto un sentimiento colectivo y de activar una fuerza que nos unía”.
Eso es para María la resistencia: sentir el yo colectivo.
Ahora cuando ya las lágrimas que compartimos durante la charla son un recuerdo, busco los datos que me faltan sobre el responsable de todo ese padecimiento. Sólo tengo un dato: el padre de María fue el primer decano de la Facultad de Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires. La web los completa: Zenón Lugones fue presidente del centro estudiantil en 1932 y presidente de la Federación Universitaria dos años más tarde. Y, habiendo sido reelecto como decano en 1962, renunció en 1966 para repudiar esa irrupción del gobierno de Onganía que pasó a la Historia como La noche de los bastones largos.
Género y palabras
«En el manicomio aprendí a leer la resistencia. Creo que todo el mundo resiste. A veces así, con el movimiento de las manos. No todo es palabra y en la resistencia, menos. Por ejemplo, si a una mujer la están violando, y ella sigue los movimientos del tipo con su cuerpo, yo lo veo como una resistencia para que el tipo acabe y se vaya”.
María sabe de qué está hablando: al salir del manicomio volvió a encontrarse con aquel muchacho. Y la violó.
No pudo contarle a nadie lo que le había pasado – ni el encierro, ni la tortura, ni la violación-, pero comprendió rápidamente que tampoco su entorno familiar podía soportar el peso de aquel silencio, así que ideó su escape de forma tal de conformar a todos: ir a estudiar al extranjero. A su padre la idea lo alivió, pero sólo si iba con aquel muchacho.
Y así fue.
Y así estudió Filosofía en la Universidad de California, y luego obtuvo un doctorado en Ciencias Políticas en la de Winsconsin. Su tesis fue sobre Moralidad y Relaciones Públicas.
Durante todo ese tiempo logró eludir la violencia de aquel muchacho gracias al refugio que representó vivir en los dormitorios universitarios, separados por sexo. “Nunca más me pudo pegar, nunca más me pudo violar. Comencé a tener voz propia, porque podía expresarme bien en inglés. Y a tener una presencia personal, no dependiente del hombre que estuviera a mi cargo. Fue entonces cuando me enamoré de Claudia Carl -que murió de cáncer de pulmón hace pocos años- y descubrí que era lesbiana”.
También descubrió al feminismo, y sus variantes raciales- blanco o de color- que encendieron su imaginación, creando una serie de trabajos teóricos que jamás fueron traducidos al castellano, porque derrumban muchos de los privilegios construidos por la burocracia de género. Explica María: “Comencé a pensar la palabra ‘género’ como la palabra con la que el eurocentrismo definía ‘humano’, es decir, como forma de nombrar solamente al hombre. Porque para la eurocentralidad, la mujer buguesa también era humana, por dos razones. Una, porque se suponía que era la responsable de enseñar la moral a sus hijos, porque a pesar de que no le reconocían la capacidad de filosofar sobre la moral, aceptaban que podía imponerla. Y la otra, porque podía tener hijos que eran ‘humanos’, de una manera que las mujeres proletarias no podían hacerlo, porque estaban percibidas más como máquinas de reproducción que otra cosa. Entonces el ‘género’ me apareció como una marca de lo humano moderno, atado al Estado Nación, a la ley, y al Hombre. Eso implica, por ejemplo, entender que el llamado feminismo blanco quiera tener todo lo que tiene el hombre blanco, incluyendo la autoridad para explotar a los demás. Pero también implica comprender que esas mujeres blancas y burguesas habían sufrido una forma de opresión que reside en el aislamiento, al estar encerradas en una casa con los hijos, mientras que las mujeres de color nunca tuvieron ese ámbito de opresión: la prisión fue muy distinta. Es decir, al mismo tiempo que la mujer blanca y burguesa tenía acceso a suficiente comida, ropa, albergue, también lo que le garantizaba todo eso era una especie de cárcel y padecía condiciones que enfatizaban su infantilización. En tanto, las negras o indígenas padecieron condiciones miserables, pero en términos que nunca le hicieron perder su sentido de pertenecer a una comunidad. No podemos hablar en términos de ‘igualdad’ -porque esas culturas no funcionan lógicamente con ese sistema, sino con la lógica de la oposición-, pero sí de compartir las mismas condiciones todos los integrantes”.

¿En qué sentido funciona esa otra lógica de oposición?
Más que una lógica debería decir cosmovisión. Y funciona en el sentido de que nada es separable de nada. Los humanos somos agua, bichos, aire. Y si pensás en términos de oposición el tema hombre y mujer, la complejidad de esa cosmovisión te advierte que son intercambiables, mutables, porque son fluidos. Se trata de un balance, siempre inestable y en movimiento. Pero incorporar esas posibilidades es realmente perturbador para el pensamiento occidental que se nos inculca desde los seis años. Si pensamos que el género es una parte de la modernidad occidental, y que entonces es una manera de opresión porque tiene una comprensión extremadamente rígida, que reproduce esa dicotomía, esa dualidad que es binaria, que es dura, ¿qué nos queda a las académicas, investigadoras, intelectuales? Nos quedamos sin palabras. Y si pensamos que cuando hablamos del feminismo no podemos hablar de “la mujer” porque no hay un sola manera de serlo y que el feminismo no es una mera cuestión biologicista, ¿qué nos queda? Nos quedamos sin sujeto.
¿Entonces?
Estamos en una transición intelectual, emocional y hasta física. Y es ahí donde hay que quedarse. En esa ambigüedad.
Ser y abrir
María sonríe.
Como una niña encantada y como una maestra que acaba de conducirnos hacia donde quería pero sin forzarnos, sólo haciendo pensar a partir de otros recorridos para lograr llegar a otros lugares y encontrarnos, finalmente, en el abrazo de la palabra. De una sola: ambigüedad. Bancarnos eso, quedarnos ahí, acunarnos en el movimiento que representa el sí, pero también y, tal vez, tampoco.
¿Es eso? Responde María, manteniendo la sonrisa: “Si la resistencia la pensás como oposición, es un caso. Pero si la pensás como tejido, es otro. Y se teje con lo que hay. Y hay malo y hay bueno. Y lo malo se ha incorporado a lo bueno, y viceversa. Eso es así. Pero también es así que en algún lado debe estar escondido nuestro yo comunal, aquello que nos hace sentir parte de algo inmenso. Si pudiéramos hacer florecer eso, todo sería distinto. Y eso no florece con palabras, quizá. Eso hay que hacerlo juntas. Si vos me preguntás cómo se hace el chuño no puedo enserñártelo bien con palabras: lo tenemos que hacer juntas. Hay ciertas cosas que tenemos que vivir sin palabras. Y una de esas cosas es pensar en el cuerpo y en la sexualidad sin palabras, porque eso sería definirlo con una identidad: lesbiana, queer, mujer, trans. Nuestro rol como pensadoras es estar hoy a lado de la gente. En silencio. Tenemos que reemplazar la rigidez de la Modernidad con el cuerpo a cuerpo, el mano a mano, tejiendo juntas el yo comunal. Tenemos que aceptar que nosotras, hoy, no tenemos una lengua que nos exprese. Toleremos esta transición sin cerrar nada. Abramos.
¿Y cómo abrimos?
Estando. Este momento no se trata de “ser” sino de “estar en…”
María está, por ejemplo, tejiendo resistencia desde hace años en una comunidad indígena de Nueva México, a donde llegó de la mano de la educación popular y a donde acaban de ganar una batalla contra una urbanización que les asesinaba el bosque nativo. Vencieron con asambleas y arte, con cortes y canciones, con guisos y proclamas poéticas. “Para llamar a las asambleas los más pequeños iban recorriendo el campo en bicicleta, gritando ‘mitting, mitting’… y así nos reunían. Fuimos al basurero y recogimos de ahí maderas muy grandes que pintó toda la comunidad. Colgamos esas maderas de los árboles y todas tenían colores preciosos. Nos llevó un año ganar esa batalla, pero fue un año hermoso”.
¿Cómo llegaste a esa comunidad de Nueva México?
Fue cuando vino a la universidad Myles Hortton (N de R: gran influencer de Luther King, entre otros políticos de su época) y nos invitó a trabajar allí. Y apenas llegué, me dijeron que estaban organizando una rifa. Les dije: “denme cien números”. Me miraron extrañados. No conocía a nadie. Pero empecé a recorrer casa por casa, una muy lejos de la otra, y así, esa rifa en la mano se transformó en mi forma de entrar a cada hogar, para escucharlos, para conocerlos y para comprenderlos.
¿Las vendiste todas?
Todas.
Lo cuenta y lo festeja como una niña que sonríe por la alegría de haber encontrado, finalmente, la forma de ser más fuerte.
Nota
Alerta: pretenden dejar impune el femicidio de la periodista Griselda Blanco en Corrientes

La fiscal María José Barrera Sahagun dejó abierta la puerta por la que ingresó la defensa del único imputado para solicitar un juicio abreviado y así quedar libre a pesar de haber confesado un crimen atroz cuyas imágenes conoce todo Curuzú Cuatiá ya que fueron filtradas las fotos de la escena del crimen. El caso no fue caratulado como femicidio ni la fiscal consideró que fuese un delito con un componente de violencia de género. Ahora es César Sotelo, fiscal general de Corrientes, quien tiene en su poder la impunidad o la justicia.
En otro escandaloso giro judicial, la fiscal María José Barrero Sahagún, quien debe investigar el crimen de la periodista correntina Griselda Blanco, dio curso al pedido de la defensa de un juicio abreviado, considerando que el delito que se le imputa a Darío Holzweissigl –único detenido en esta causa– contempla una pena de ocho años de prisión. Berrero Sahagún solicitó al fiscal general César Sotelo que resuelva el pedido de audiencia para formalizarlo.

El pedido de juicio abreviado fue posible dado que la fiscal calificó de homicidio simple ese crimen, ya que no dio por acreditado el vínculo entre la víctima y el homicida, aunque en todas las declaraciones públicas aseguró que habría entre ambos una relación que calificó como “tóxica”. Tampoco tuvo en cuenta las evidencias de violencia que presentaba el cuerpo de la víctima –fue ahorcada con tres vueltas de hilo celeste en su cuello, le clavaron dos veces un cuchillo tramontina en su herramienta de trabajo: su garganta– y no consideró esa saña como agravante. La acusación de la fiscal quedó entonces debilitada como un homicidio simple, lo que abrió el camino para que la defensa realizara este pedido. Al no ser tampoco calificado por la fiscal como un delito con componente de violencia de género, la pena no es de cumplimiento efectivo, por lo cual el imputado puede quedar libre en menos de dos años.
Así la persona que acepta haber cometido ese crimen atroz –cuyas imágenes se filtraron a la prensa y se hicieron virales– estará pronto en las calles de Curuzú Cuatiá: ese es el motivo que desespera a los hijos de la periodista, que fueron expuestos por la fiscal, ya que informó a los medios que fueron ellos quienes aportaron la pista que concluyó con su detención, lo cual tampoco se ajusta a la investigación que realizó la Policía Federal, que analizó cámaras de seguridad y contenidos de celulares, además de las muestras que cotejaron con el ADN del imputado.
El abrupto cierre que quiere darle la justicia correntina a este caso, a menos de diez días de cometido el crimen, deja sin indagar las otras líneas de investigación que deberían profundizarse: las denuncias de amenazas y presiones que realizó Griselda por su tarea periodística y, en particular, las que mencionan la connivencia policial con los boliches bailables por el no pago de adicionales de los agentes que debían cumplir tareas de seguridad en esos locales. El imputado era dueño de uno.
Nota
Las Blondis: la película debut de Dolores Fonzi como guionista, directora y protagonista

Hoy se estrena la ópera prima de Dolores Fonzi: Blondi narra la relación entre una madre y su hijo varón, entre la crianza en soledad, el cannabis, el humor y el amor. En esta nota para la revista MU contamos cómo la filmó: el equipo, los trucos, la tecnología de la sororidad, las inspiraciones, los actos de fe, en medio del desfinanciamiento del cine argentino. Ahora compartimos la mirada de Claudia Acuña sobre qué representa ser una Blondi.
Por Claudia Acuña
1.La primera escena de Blondi es una patada que desordena todo. Entre otras cosas, lo que pensábamos que íbamos a ver y lo que creíamos que sabíamos del cine argentino, que hoy por hoy es el único noticiero que nos muestra la actualidad. Así, con un perfecto trailer que va de la cama hasta el auto –dos escenarios centrales de esta historia- Dolores Fonzi nos lleva de la mano por los caminos de Blondi. Y no nos suelta más.
2.Lo que nos atrapa es una red tejida con puntadas sensibles. La primera es el guión, escrito por Fonzi y Laura Paredes, con diálogos precisos y escenas que hacen hablar a la cámara. Es esa conversación entre textos e imágenes uno de los mayores logros de esta película que hace reir –mucho- y también llorar –un poco- a un ritmo que no es ni vertiginoso ni moroso: Blondi fluye. Es cierto que el tema se centra en formas de maternar que hasta ahora nunca había sido registradas en la pantalla, que nos hace ver modos de ser y de criar que son otros, nuevos para la industria de la imagen y cotidianos para las personas, y que eso es, de por sí, un mérito, un aporte y un hallazgo en términos de qué novedad nos representa que una directora tome por primera vez el mando. Pero lo que hace que esta historia no sea letra, sino música, aquello que nos mueve los pies de la mirada –que es alma- es la precisión, la secuencialidad. El humor hace explícita la exigencia de sincronizar exactamente la velocidad mental del interlocutor para saber qué hace falta decirle y qué no. Un chiste explicado aburre, síntoma de lo que ofende. Lo contrario, lo que entretiene, es lo exacto. Y para alcanzarlo es necesario crear para quien ve, necesitarlo y creerle. El revés de Flaubert: Blondi no es Fonzi. Sos vos. No como espejo, sino como universo.
3.Aquello que podríamos llamar “la mujer y el cine” (odio esta etiqueta, pero así estamos) nos hace ver cosas invisibles. Una es la cama. Vemos en el cine camas, por supuesto, pero las camas que nos hace ver Lucrecia Martel en La Ciénaga no son las que habíamos mirado en la pantalla hasta su gloriosa llegada. Recordé esas escenas –tan distintas a estas, tan distintivas con respecto a otras, a cualquiera: Martel es única- cuando la cama de Blondi apareció en esa primera escena, perfecta. Me esforcé, luego, para encontrar algo en común, eso que nos señala la mirada femenina como síntoma de su imaginario. ¿El nido? Es pregunta.
4.Criar películas a partir de sueños y pesadillas: quizá sea ese un punto de partida. En Blondi sin duda lo es, aunque su protagonista no sueñe. Ella es toda realidad, sin tiempo para agobiarse. Blondi actúa. Hace lo que hay que hacer como puede. No juzga ni se juzga, y si alguien se atreve a hacerlo, no lo entiende. Como si le hablaran en chino: no conoce ese idioma.
5.Si Miss Mary –gloria y honor a María Luisa Bemberg- es la pampa, si La ciénaga – me pongo de pie para teclear Martel- es Salta; Blondi es Liniers, el borde. ¿Territorializar las historias biográficas es otro eslabón en común? Es pregunta.


6.El nido tiene raíces en cartografías precisas, de clase, de culturas y de destinos pre anunciados para las mujeres que allí habitan. El de Blondi registra esos barrios de la periferia urbana con masculinidades ausentes o desteñidas, en donde las mujeres solas o aburridas deben criar…¡varones! Y así como una generación tuvo que ponerse a escribir manuales de crianzas masculinas más divertidas y menos violentas, así es como Blondi inscribe una forma de hacer crecer sexos más creativos y menos soberbios, mostrándonos otras formas de cuidados menos trillados y por eso mismo, menos esclavos. No recuerdo muchas películas que registren lo que significa para estas maternidades amorosas dejar volar a sus pichones. ¿Star Wars quizá? Es pregunta. Si así fuera esta película es su antítesis: no hay guerra entre las luces y las sombras, se convive con ambas, siempre, y en continuado. Hay vida.
7.Blondi termina como comienza (no es spoliler: es la cama) y al terminar la función del Bafici en donde pude verla antes de su estreno en cines, Fonzi sintetizó ese final con una frase que dice mucho sobre ella y sobre su película: “Blondi no se empodera sola”. Aplica, entonces, a ese guión que transformó en cine un equipo de artistas. Javier Juliá, a cargo de la dirección de fotografía –el mejor, sin duda de este “nuevo cine argentino (sí: también odio esta etiqueta)-, Micaela Saiegh a cargo de la dirección de arte (el cuarto de Blondi es un delicadísimo cuadro pintado con objetos, texturas, matices y más), además de un elenco (Rita Cortese –de pie, again- Carla Peterson, Leonardo Sbaraglia y –atenti con este nombre- Toto Rovito) que funciona como una coreografía sincronizada al milímetro y que mereció la excepción de que el Bacifici en la categoría Mejor Actuación premiara por primera vez a todas y cada una, lo cual habla de lo que representa el debut de Fonzi como directora: brilla y hace brillar.



8.No recuerdo films de mujeres que escribieran, protagonizaran y dirigieran una comedia. ¿Barbra Streissand? Es pregunta.
9.Pienso que quizá, por motivos que van desde el humor hasta la contemporaneidad, pasando por lo urbano y lo transgresor, Fonzi represente algo así como Wooda Allen, la hija feminista de Allen, pero quizá esta asociación es producto de un deseo personal y re-sentido. Lo que sí estoy segura es que siempre, siempre, el cine de las directoras que admiro nos transmitieron a nosotras, sus espectadoras, algo de la época, una actualidad política y social imprescindible que solo se hizo evidente luego, en el después del temblor. Miss Mary se estrenó el 31 de julio de 1983, dos días después de que Argentina ganara el Mundial y meses antes de que se desatara el debate sobre el divorcio legal, que fue aprobado un año después. La ciénaga iluminó las pantallas el 12 de abril de 2001 y ya esbozaba las tensiones sociales, el derrumbe de una forma de estar juntas, lastimadas. ¿Qué nos anticipa Blondi? Es pregunta.
10. Nos nos empoderamos solas. Nunca, y menos ahora. Quizá eso nos está anunciando Blondi.

Nota
Femicidio de Griselda Blanco: el informe de la comitiva de Periodistas Argentinas de su misión a Curuzú Cuatiá

La primera delegación de Periodistas Argentinas que viajó a Curuzú Cuatiá entrevistó a los jefes de la Policía Federal y Provincial a cargo de las investigaciones y a la fiscal, y se encontró con los hijos de la víctima. El resultado de la información que chequearon con varias fuentes pone en duda las declaraciones que hizo ante la prensa la fiscal de la causa, que estigmatizan a la víctima y exponen a su familia. ¿Por en una causa con secreto de sumario, y a una semana del crimen, no puede la funcionaria a cargo de investigar afirmar hechos que todavía no están probados? Los tres giros que en cinco días tomó la causa, y las tres pruebas que justificaron la detención e incomunicación del periodista que más conocía las amenazas que recibía Griselda. El rol de la prensa en un crimen que se informa con más respuestas que preguntas.
El pasado viernes 26 de mayo, una delegación de Periodistas Argentinas compuesta por las periodistas Claudia Acuña y Nancy Pazos lleg a Curuzú Cuatiá, Corrientes, a las 10 de la mañana, tal como había acordado con la fiscal de la causa, María José Barrero Sahagún. Se encontraron entonces que a esa misma hora la funcionaria había convocado a los hijos de la víctima a una audiencia en la cual liberó a Armando Jara, al que había detenido e incomunicado cinco días antes bajo la acusación de femicidio, y a informar la detención de Darío Alfredo Holzweissig, un empresario dueño de boliches bailables de Curuzú Cuatiá.
Luego de esa audiencia y esa noticia la fiscal recibió a la comitiva de PA en una reunión formal, en la que además estuvieron presentes las máximas autoridades de la Policía Federal a cargo de la investigación y el comisario y subcomisario de la Comisaría n.º 1 de Curuzú Cuatiá. La primera pregunta la hizo la periodista Nancy Pazos: “¿Qué hace acá la policía provincial, cuando tenemos entendido que está apartada del caso?”. Sentado estaba Nicolás Romero, el comisario denunciado por Griselda como presunto autor de abusos sexuales.
Justamente la policía provincial, a pedido del Sindicato de Periodistas de Corrientes, había sido separada de la investigación ya que la víctima había denunciado que estaba siendo amenazada para revelar sus fuentes, y que había recibido la misma mañana del crimen una carta documento del comisario Romero.
La respuesta a la pregunta de Pazos llegó de parte del jefe departamental: explicó que le habían pedido ayuda para los rastrillajes que se habían realizado a la mañana, “ya que conocían la zona”; y que además estaban siguiendo una pista que ya no involucraba a la policía.
Pazos repreguntó: “¿Y si en el rastrillaje encontraban una prueba que los comprometiera?”
El comisario de la Federal respondió: “Estuvieron todo el tiempo bajo mi supervisión”.
La fiscal aclaró además que ella había dirigido al operativo.

Acuña preguntó por qué consideraban que la nueva línea de investigación no estaba relacionada con el trabajo periodístico de Griselda, ya que la periodista había dedicado varios programas a denunciar la connivencia de la policía local con los boliches bailables de los que el nuevo detenido era propietario. Fue entonces cuando la fiscal aseguró que por el contenido de las conversaciones de Whatsapp reveladas del teléfono de la víctima, existía un “vínculo personal” con el empresario detenido. Vínculo que calificó como una “relación tóxica”.
Sin embargo, dos días después, cuando formuló la imputación contra Darío Alfredo Holzweissig pidió procesar al sospechoso por homicidio simple “ya que no se había probado el vínculo personal”. Tampoco lo calificó como agravado, ya que consideró que no había “alevosía”. Griselda tenía tres vueltas de cinta en la garganta y dos cuchilladas con Tramontina en el cuello; un diente roto y la cara notablemente golpeada.
Consultada por qué no calificó como “femicidio” el crimen de Griselda en esta nueva imputación, la fiscal respondió que “no tenía evidencia de violencia de género”.
No son éstas las únicas contradicciones que asoman en las declaraciones públicas de la fiscal.
La principal: la forma intaxativa en que habla de extorsión. Tres fuentes de la investigación aseguraron que en las conversaciones encontradas en el chat, la víctima y el ahora acusado “hablan de plata y él le propone relaciones sexuales, pero no hay una sola conversación en la que se diga taxativamente: si no me das plata, te escracho”.
Según confirmó la comitiva de PA, Griselda Blanco hace años que tenía como auspiciante al empresario, quien hacía tiempo que no abonaba la pauta, por lo cual hay que investigar si esa conversación sobre dinero no estaba relacionada con el vínculo comercial que tenía la víctima. Es decir: todavía resta mucho de la investigación como para que la fiscal descalifique a la víctima como “amante y extorsionadora”.
Otro punto conflictivo de la actuación fiscal es en relación a la detención del periodista Jara. Consultada sobre en qué pruebas basó su detención, incomunicación e imputación por cargos de “femicidio”, la fiscal respondió:
1) Que se habían encontrado pertenencias de él en la casa de Griselda; cuándo se le preguntó que pertenencias, respondió: “Una campera”;
2) que había una relación preexistente;
3) que el perito forense indicó que el asesino tenía un vínculo con la víctima por el tipo de violencia hallada en el cuerpo.
Jara no quedó desvinculado de la investigación ya que la fiscal espera el resultado del ADN; consideró que iban a estar listos “entre miércoles y jueves” de esta semana.
Así, este caso tuvo en menos de cinco días su tercer giro en la investigación fiscal: comenzó considerándolo un suicidio, siguió caratulándolo como “femicidio” – deteniendo arbitariamente a un periodista- y ahora lo califica de “homicidio simple” queriendo por dar cerrada la causa.
Ni las amenazas, ni las presiones que Griselda dejó grabadas en su audio fueron nunca una línea a investigar para la fiscal.
Ese es justamente el reclamo de todas las organizaciones de periodistas a las que la Comitiva de Periodistas Argentinas envió un informe detallado.
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