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Viaje en llamas: Rosario y los humedales incendiados
MU recorrió los focos de incendios que hoy golpean a Rosario. Por aire, tierra y agua, las consecuencias del ecocidio impactan directamente en las personas y las comunidades, mientras continúa el debate por la Ley de Humedales. Lo que se habla y se percibe en cada lugar sitiado por el fuego y por el humo. Crónica de un delito ambiental. Por Facundo Lo Duca.
AIRE
A más de 200 metros de altura de la ciudad de Rosario, el helicóptero que dirige Alberto Seufferheld –titular del Servicio de Manejo del Fuego–, se ladea a un costado. La estela de humo en frente, las lenguas de fuego abajo, cercando pastizales verdes. En unas horas, cientos de esas hectáreas serán campos de cenizas sometidas por el viento. Morirán muchos animales. Las plantaciones, necesarias para la fauna y vida de muchos trabajadores rurales, se arruinarán por meses. La humareda, además, contaminará los centros urbanos más cercanos. Alberto lo sabe. Tras treinta años de servicio, entendió que el significado del fuego es ambiguo. Que esa energía contenida tiene beneficios, que enseña sobre respeto y colabora con la naturaleza eliminando, por ejemplo, el combustible vertido en el mar o los desechos en los basurales, pero ahora, en medio de una emergencia ambiental por la proliferación de incendios intencionales, sabe que es momento de poner el cuerpo. Divisa uno de los focos entre un conjunto de vacas que escapa de las llamas. No habla con nadie. La soledad del cazador en un cielo nuboso. Detrás de Alberto en el helicóptero, otro brigadista abraza un bidón de agua. Todo sucederá rápido. El descenso al territorio, el salto a tierra, la entrega del bidón a otro compañero. No hay tiempo. De vuelta arriba.
–El fuego en ese estado me entristece –dirá Alberto, cuando aterrice en la base de operaciones que los brigadistas y la Armada levantaron en las afueras de la ciudad.
-La matriz ecológica se pierde para siempre.
Es un sábado a mediados de septiembre. Desde hace semanas, Rosario y otras ciudades del Litoral y el Delta del Paraná, sufren las consecuencias de la quema de humedales en diferentes zonas rurales. El humo, por ejemplo. La contaminación del aire ataca directamente la salud de la población. Según estimaciones científicas, lo que respiramos debe contener menos de 50 microgramos de contaminantes por metro cúbico (ug/m3) para considerarse un aire sano. El martes 13 de septiembre, el Centro de Monitoreo Meteorológico y Climático de Rosario confirmó que más de 900 mil rosarinos “inhalaron peligrosamente” 483 ug/m3.
Otra consecuencia es el impacto directo en el suelo. Las llamas arrasan con una vegetación propia de cada área de sembrado. Los pequeños productores y trabajadores rurales que viven de actividades agrícolas perderán importantes ingresos frente a quienes les conviene que todo arda: los grandes hacendados y empresarios inmobiliarios. La nueva siembra que se haga después traerá suntuosas ganancias para diferentes corporaciones.
–Las ocurrencias del fuego son cada vez más frecuentes– dice el brigadista Alejandro Gutiérrez desde el aeroclub Alvear en Rosario, en el campamento donde brigadistas y gente de la Armada conviven por estos días.
Alejandro se encarga de coordinar los medios aéreos que se desplazarán para combatir los incendios. A la cuestión de la intencionalidad, el brigadista suma otro componente: la larga sequía que hace tiempo sufre toda la provincia.
–Lo que antes era un río, ahora es un pajonal de un metro y medio. Eso alimenta mucho las llamas y es difícil de controlar.
Otra complicación que Gutiérrez señala es el viento. Las ráfagas, a veces, alcanzan los 50 km/h, suspendiendo cualquier actividad área por seguridad de los pilotos.
–Falta concientizar más –suma el brigadista.
–Porque no es solo el Delta. Hoy se quema Jujuy, las yungas y la Patagonia.
El operativo tiene una particularidad histórica: la incorporación, por primera vez, de dos brigadistas mujeres de la Policía Federal. Mariana –un nombre ficticio dado que así lo quiso la entrevistada–tiene 24 años y entró a la brigada forestal en febrero. Está vestida con un traje amarillo a la espera de que la llamen para volver al territorio.
–Hicimos muchas brechas de ensanche para que el fuego no avance- cuenta. Nos cambió mucho el viento y la intensidad del fuego. Al haber viviendas próximas, las personas son nuestra prioridad.
Si a Mariana le preguntan qué significa el fuego, dirá rápido algo sumamente extraño en este marco:
–Vida. El fuego es vida.
Cae la tarde en el campamento. Alfredo Seufferheld aterriza y baja nuevamente del helicóptero. Un caminar cansino y los ojos rojizos por el humo muestran una jornada ardua.
–Una de las prioridades de hoy eran las colmenas y las casas de los pescadores -cuenta.
Seca el sudor de su frente con un pañuelo.
–Necesitamos una buena lluvia.
TIERRA
Una procesión ambiental. Así podría definirse a lo que ahora, un sábado por la tarde, sucede en el puente Rosario-Victoria. La contaminación que la ciudad vive por el humo impulsó a que miles de personas de diferentes organizaciones ecológicas y políticas se unieran para cortar uno de los principales accesos a la ciudad.
Ivo Peruggino, integrante de la Multisectorial Humedales, ve un costado positivo del humo.
–La gente se moviliza más porque, literalmente, respira la problemática–cuenta.
Peruggino trabaja como voluntario en un refugio de fauna silvestre y, desde el 2020, forma parte de la multisectorial.
–La gente en las calles es la única respuesta. No es solo una emergencia ambiental, sino de salud pública.
Entre las principales exigencias de esta tarde, la Ley de Humedales es la principal. Al cierre de esta crónica, en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación, se organizó un plenario para analizar las diferentes propuestas de cara a la confección del proyecto.
La propuesta vigente garantizaría un marco regulatorio de los humedales, cuya extensión es del 21,5% en todo el territorio nacional. Los humedales permiten una oxigenación del suelo a través del agua, proveyendo de vitalidad a la fauna silvestre. La norma permitiría ordenar áreas protegidas, donde la actividad ganadera no tenga impacto y su preservación sea segura.
–Ya con la legislación vigente esto no debería estar pasando –plantea Peruggino.
–Pero el avance de la frontera ganadera y los negocios inmobiliarios es permanente.
Ramón Alcaraz tiene 46 años y trabaja en una huerta ecológica en las afueras de Rosario.
Dos días a la semana, viaja hacia las islas a buscar diferentes insumos. “Ganadería en las islas se hizo siempre, pero de una manera familiar y sustentable”, apunta. “Hoy estamos viendo cómo familias muy poderosas y adineradas están arrasando con ecosistemas enteros, sometiendo a la gente a respirar aire tóxico”, cuenta.
“Yo sabía, yo sabía, que a los humedales los quemó la oligarquía”, canta ahora un grupo en medio de la marcha.
Las organizaciones leyeron un documento que fue escrito en conjunto, donde una pregunta lo resumió todo:
“¿Te detuviste a pensar, de dónde vienen esas cenizas y ese humo que respiramos y que tanto molesta?”.
Al final de esta crónica, el documento completo.
AGUA
La lancha de Esteban Martin da pequeños saltitos, mientras atraviesa el Río Paraná. Las costas de Villa Constitución, al sur de Rosario, donde Esteban vive, quedan atrás. Diferentes islas, ahora, contornan el paisaje.
–Nos llega el humo directamente. Intentan transformar un humedal en una pradera.
La lancha bordea una fábrica de Acindar y, esta vez, el único humo que se divisa es industrial.
–Acindar nos da trabajo y a la vez nos contamina. Todos los desechos los tira acá –dice y señala al río.
–¿Sabías que la tasa de cáncer acá es altísima?
Su pregunta encierra un dato preocupante: el número de personas afectadas por diferentes tumores en Santa Fe es completamente desigual en zonas con una intensa actividad agroindustrial. Distritos del sur sojero como estos, superan con comodidad la media nacional, según datos del ministerio de salud provincial.
-Donde vamos ahora, hay un establecimiento ganadero con vacas y caballos. Y ellos necesitaban renovar el pasto hace un tiempo. Adivina dónde se prendió fuego.
FUEGO
Los veía entre los juncos y pastizales. Simón, de 62 años, recuerda a los caballos que se paseaban frente a su casa, un pequeño rancho en ubicado en una isla del Paraná. Unos días antes que comenzaran los últimos incendios, dice, nos los vio más.
Fue un martes. El brazo de humo empezó lejos. “Apenas veía un rulo”, dice Simón, desde su casa. Había ido a buscar una manguera a lo de un vecino. Cuando volvió, la llamarada llegaba a la copa de los árboles de su terreno. Lo único que se interponía entre el fuego y su casa, era él mismo. Salió corriendo y se perdió en la espesura del monte.
Miguel, un vecino del otro lado del río, llegó con otras personas y contuvo el foco.
“El que tiene hacienda necesita yuyos nuevos. Con una lluvia, esto queda verde en pocos días”, vuelve Simón.
Esto, ahora, es lo que quedó del fuego: un valle acolchonado de cenizas negras. El isleño camina lento, pisando con cuidado. Se dedica al cuidado de colmenas para la venta de miel. Tras el incendio, sus abejas no podrán alimentarse de ninguna vegetación. “Perdimos mucha plata”, cuenta. “Nadie de la municipalidad se acercó”.
Kian, un vecino de ocho años de Simón, ahora corre descalzo por la pradera humeante. Parece jugar entre las ruinas del ecocidio.
“Esto era una tortuga”, dice y levanta un caparazón ennegrecido.
Todo fuego es político
Principales párrafos del documento que las organizaciones sociales dieron a conocer durante la última marcha sobre puente Rosario-Victoria.
Hoy nos encontramos acá porque hace años que en Rosario y muchas ciudades del Litoral y el Delta del Paraná no podemos respirar. El humo invade las ciudades y nuestros hogares, llega a nuestros pulmones y nos enferma.
Estuvimos años usando un barbijo para cuidar nuestra salud, y ahora nos aconsejan que lo sigamos usando a causa del humo, mientras el extractivismo ecocida atenta contra nuestra propia supervivencia. (…)
El humo que cubre nuestra ciudad y tantas otras en la región, no es más que el síntoma de una enfermedad crónica en nuestro ecosistema provocada por actores del agronegocio y el negocio inmobiliario. Los medios de comunicación se hicieron eco de todo esto, pero es necesario que hablemos del fuego, sobre todo en el contexto de crisis climática y ecológica.
Fuego que arrasa con ecosistemas enteros, asesinando el humedal con su flora y su fauna, que se ve obligada a huir… a buscar refugio, pero está claro que no todos corren la misma suerte. Fuego que arrasa con las costumbres y culturas de las personas que habitan estos territorios. Este fuego tiene nombre y apellido. Y por más que lo quieran encubrir, cuenta con la complicidad de los sectores económicos y políticos que detentan el poder con sus proyectos extractivistas de destrucción apropiándose de los bienes comunes para enriquecerse cada vez más en desmedro del ambiente. (…)
El humedal es nuestro principal reservorio de agua dulce. Un ecosistema capaz de mitigar inundaciones y sequías, cuya vegetación produce el oxígeno que respiramos y que es el hogar de miles de especies, como las aves migratorias; es por eso que se lo considera un sitio RAMSAR (es decir, de importancia internacional). La vida del humedal es nuestro mejor pulmón, un sumidero de carbono que contribuye a evitar el aumento de la temperatura global. Estos servicios ecosistémicos hicieron de nuestra región un lugar habitable. (..)
Volvemos a repetir: no queremos cualquier ley. Exigimos una ley que sea la herramienta legal para defender estos ecosistemas en todo el territorio nacional. No queremos esa ley que les abre paso a los explotadores de siempre, a los negociados y especuladores. Exigimos la sanción de la ley trabajada y consensuada por organizaciones de la sociedad civil y comunidad científica que el año pasado fue frenada en comisión de Agricultura, Ganadería y Pesca, perdiendo el estado parlamentario que tanto costó tener. (…)
Las pruebas y las evidencias sobran. Esta es una crisis ética donde no vemos que la voluntad política nos proteja ante el avance de la destrucción y la muerte. (…)
Basta de falsas soluciones. Tenemos una ley de bosques que no se cumple, una ley de glaciares que no se cumple, una ley de acceso a la información pública ambiental que no se cumple. Tenemos una ley general del ambiente que no se cumple. Exigimos su efectiva implementación ya, queremos una justicia del pueblo que haga cumplir las leyes y juzgue a quienes las pisoteen.(…)
Convocamos a las organizaciones sociales, a los sindicatos y asociaciones gremiales, a las vecinales barriales, a las escuelas, a las organizaciones feministas y a todo el pueblo a que participen de las futuras acciones conjuntas para seguir reclamando el pronto tratamiento de nuestra Ley de Humedales. Esta acción formará parte de una serie de actividades y movilizaciones en todo el territorio argentino, en los distintos humedales del país, como parte de unplan de lucha federal, coordinado, unificado y ciudadano para presionar al Congreso, de afuera hacia adentro. Reclamarle a nuestros diputados y diputadas que traten el proyecto de ley consensuado expediente 75-D-2022, que sea votado en recinto cuanto antes.
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