Nota
Si no hay justicia, hay escrache: HIJOS y organizaciones contra la domiciliaria de un genocida
HIJOS y organizaciones de derechos humanos marcharon a la casa del ex integrante de Batallón 601 Alfredo Omar Feito, condenado por detenciones y torturas y con prisión domiciliaria desde agosto de este año. El nuevo contexto de los escraches, el sentido político y la reacción de los vecinos. Crónica, entrevistas y fotoreportaje.
Volvieron las acciones contra la impunidad en el barrio de Floresta: los H.I.J.O.S, acompañados por treinta agrupaciones de Derechos Humanos, sobrevivientes, amigos y vecinos que se iban sumando marcharon diez cuadras bailando, gritando y cantando para marcar que Alfredo Omar Feito volvió a su casa. Esas cuadras son las que unen el Ex Centro Clandestino de Detención El Olimpo con la casa donde Feito cumple arresto domiciliario desde agosto de este año. Los integrantes de H.I.J.O.S demostraron con este escrache los pocos metros que hoy separan la casa donde vive Feito del lugar donde torturó y asesinó.
La acción, en verdad, comenzó una semana antes. En una mesa en una esquina del barrio, los miembros de H.I.J.O.S repartieron volantes con la cara de Feito y la descripción que días después iban a leer frente a su casa:
Alfredo Omar Feito, alias “Cacho”, fue integrante del Batallón 601. En 2012 fue condenado a 18 y 10 años de prisión por delitos de lesa humanidad. Está condenado a 18 años de prisión por la causa ABOII y 10 años por la Contraofensiva. Estuvo prófugo hasta 2007. Participó de secuestros, torturas y desapariciones en los centros Olimpo y el Banco. Actualmente todavía está siendo juzgado por la causa ABOIII.
Así invitaron a los vecinos al Escrache y comenzaron a sembrar su objetivo central: construir condena social. Uno de los participantes cuenta que las reacciones fueron variadas pero en mayor medida, a diferencia de las mesas de 1995, recibieron apoyo. También dice que los sorprendió la cantidad de adolescentes que estaban vivos durante la última dictadura militar, pero que estaban ahí presentes.
A las 18:30, más de 50 personas llegan y se abrazan en el resignificado espacio de memoria que queda en Av Olivera y R. Falcón. La columna se forma atrás de un gran cartel de letras rojas y negras que dice: “El único lugar para un genocida es la cárcel” y camina acompañada en todo momento por bombos, platillos y vientos de una murga porteña.
«Venga vecino a escrachar. La condena social la construimos entre todos», dice un joven, desde el sonido del camión que va por delante de la movilización, y se le quiebra la voz. La mayor parte de los que caminan llevan una remera blanca, roja y negra que exige juicio y castigo. Algunos la llevan puesta, otros como bandera mientras cantan: «Alerta, alerta los vecinos/ al lado de su casa está viviendo un asesino».
A medida que la movilización se acerca a la casa del genocida, otro joven instala carteles amarillos, similares a los de señalización de peligro, en los postes de luz que dicen: A 200 mts Alfredo Omar Feito Genocida.
Acción y reacción
Diego trabaja en una rotisería a dos cuadras de la casa de Feito, y dice mientras aplaude y sonríe: “Me agarra trabajando pero acompaño siempre lo que hacen los H.I.J.O.S. No quiero un genocida cerca”. Con su delantal y gorro blanco, se puso a aplaudir en medio de la calle.
Alejandra y Maxi atienden la pizzería del barrio y dicen no saber que vivía un ex represor cerca; toman varios volantes para repartir y dicen: “Estamos de acuerdo con que se lo escrache”.
Una mujer que vive en la casa pegada a la Feito, sale a la puerta y llora mientras mira la columna de gente pasar. Ella si bien no quiere dar ni su nombre ni hablar mucho dice: “No puedo creerlo. Mis hijos son amigos de los suyos”.
De pronto un vecino tiene una reacción en contra: hace un bollo el volante que le pusieron sobre su auto.
Al llegar, la casa de Feito estaba custodiada por una gran cantidad de policías que marcaban el límite que no se podía pasar. A pesar de eso, las acciones de escrache fueron varias. Hubo gritos de “asesino”, insultos varios y canciones como: “A donde vayan los iremos a buscar”. Se pintó con stencil en letras bien grandes y amarillas: Aquí vive un genocida, con una flecha que apunta directo a la puerta.
Se realizó una performance: fue el festejo de cumpleaños de 70 de Feito, en el que tres personas vestidas de presos le regalaban una torta de tres pisos y globos. Los tres disfrazados llevaban las máscaras con la cara de los jueces que le otorgaron a Alfredo Omar Feito la domiciliaria en 2016: Rodrigo Giménez Uriburu, Ariel Lijo y Jorge Alberto Tassara. Así, el escrache toca también a los miembros de la justicia y nos advierte quiénes son.
Si hay domiciliaria, hay escrache
Isabel Cerruti militó en Montoneros, estuvo detenida y es una de las que declaró en los juicios contra “Cacho” por torturas. Hoy es una de las referentes que impulsó la jornada que escrachó a Feito. Isabel nos dice lo que significa hacer un Escrache hoy: “El Escrache es concientizar en los barrios y señalar a los responsables del genocidio. Hoy, por un lado, es un hecho de alegría porque vinimos muchos. Por otro lado, lo que está pasando en el país hace que esto sea importante no sólo para los que vivimos esa época más de cerca. Esto demuestra que todos somos víctimas de la dictadura porque de alguna manera u otra las consecuencias las seguimos viviendo todos, no sólo los sobrevivientes. Lo lamentable de volver a los Escraches de los 90 es que era una década donde reinaba la impunidad del indulto. Y la lucha para reinstalar el tema en la justicia de múltiples maneras fue enorme tanto en 2003, en 2004 como en 2006″.
Sigue: “Desde antes del ’83 que yo y mis compañeros estamos declarando. No es solamente un esfuerzo enorme de los sobrevivientes sino de los familiares. Hay gente muy grande esperando justicia o esperando a sus nietos y que también siguen declarando. Es un deber moral y ético que tuvimos y tenemos no sólo con los desparecidos sino con la sociedad. Nosotros no nos sentimos víctimas por eso. Sin embargo, somos transformados en víctimas en el tribunal porque después de todo este proceso de declaraciones ellos vuelven no estar presos”, dice Isabel sobre la enorme injusticia que significan las domiciliarias a los culpables por crímenes de lesa humanidad y agrega, en cuanto a la forma de acción originada por los H.I.J.OS: “Nos apoyamos mucho en esta forma de construcción y lucha de los H.I.J.O. S. Ellos nos impulsan con sus herramientas y su inmensa creatividad. Lo que hacemos hoy es manifestar nuestro repudio frente a la decisión de unos jueces que no respetaron nuestra lucha y alentaron la impunidad. Esto nos retrotrae a una época donde la justicia la buscábamos en la calle junto con H.I.J.O.S. porque si no había justicia había que condenarlos socialmente. Hoy es un primer paso pero vamos a seguir porque si no hay justicia, hay escrache”.
Por último, desde el micrófono un hombre lee mientras se le quiebra la voz: “Nosotros también te trajimos un regalo. Son los testimonios de las víctimas. Son los testimonios que te condenan como genocida. Y te los trajimos hasta acá para que el barrio se entere de quién sos y quién fuiste”. Allí, desde los parlantes, se escuchan distintas voces de hombres y mujeres que relatan lo que “Cacho” les hizo junto a otros hombres en la época más oscura de nuestro país. La gente escucha en silencio, se emociona, se abraza y una vez que termina vuelve a cantar.
Así, dejando ese conmovedor mensaje, las agrupaciones y vecinos se retiran juntos hacia el espacio de memoria donde construyen junto al barrio la condena social.
Nota
Cien

Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día.
La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.
En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas.

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica.

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.
En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.
Más información en www.observatorioluciaperez.org
Nota
5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
Nota
Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Jubilados y jubiladas se movilizaron desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo en una nueva jornada de reclamos y denuncia por los ingresos de pobreza que perciben y el fin de la moratoria previsional, cuya prórroga sigue durmiendo en Diputados. Como siempre, los carteles manuscritos fueron una forma de expresión y creatividad. En uno se leía: «Francisco está feliz. Jubilados haciendo lío!!!»
La marcha comenzó nuevamente con un operativo desproporcionado con las cuatro fuerzas federales -PFA, Gendarmería, Prefectura y PSA- que reprimió la protesta pacífica: la Comisión Provincial por la Memoria contabilizó una persona detenida y 13 heridos por efectos de los gases lacrimógenos, entre ellos jubilados y trabajadores de prensa.
Frente a la Rosada, realizaron un acto donde distintas agrupaciones de jubilados se manifestaron contra el acuerdo con el FMI y cantaron por la salud de Pablo Grillo.
«Hasta el próximo miércoles», saludaron los jubilados y jubiladas.
La próxima semana, la marcha contará con la participación de los gremios de la CGT como previa al Día del Trabajador y la Trabajadora del 1 de mayo.

Foto: Juan Valeiro para lavaca

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
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