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Una semana en Chiapas: postales de un piquetero entre zapatistas

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Un integrante del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano, Alberto Spagnolo, fue invitado a México por la Universidad Autónoma de dicho país, a un ciclo de debates sobre la situación latinoamericana que reunió a importantes intelectuales (Ana Esther Ceceña, Emir Sader, Bernardo Mançano, Álvaro García Linera, entre otros). Estuvo también en Puebla, invitado por John Holloway a una ronda de intercambio, y visitó Chiapas, donde convivió con los zapatistas una semana en el municipio -o caracol- La Realidad. Imágenes y reflexiones a partir de esa experiencia.

En Chiapas, México, hay un municipio rodeado de selvas llamado La Realidad.

Un lugar extraño.

En La Realidad no hay televisión, diarios, centros comerciales, gaseosas ni salarios. No hay desocupados, ni sobreocupados. No hay policías, y entonces no hay secuestradores ni delincuentes. No hay miedo a perder el trabajo. No hay miedo. No hay servicios del Estado, no hay partidos políticos de derecha, centro, ni izquierda. No hay planes sociales, ni envíos a domicilio, ni periodistas. No hay abogados, ni economistas. No hay ricos, no hay degradados, ni noticieros, ni burócratas, ni publicidad. No hay patrones, ni excluidos, ni management. No hay mendigos, ni opinión pública, ni asesinos seriales. No hay dealers ni gerentes. No hay antidepresivos, ni fama. No hay bancos. No hay suciedad. No hay fin de la historia. No fichan a la entrada. No hay consultoras. No hay chicos abandonados, no hay grandes abandonados, ni asistencialismo. No entregan premios. No hay hambre, ni moda (hay elegancia). No hay debilidad, y entonces no hay violencia. No hay lástima. No hay culpa. No hay ofertas. Ni sometimiento. No hay alcohol ni drogas. No hay angustiados, ni exitosos, ni psicofármacos. Nadie hace cosas humillantes, nadie humilla. Todos viven.

Si el nombre de este lugar excesivamente enfático a algún observador, puede optar por la otra denominación que los zapatistas de los pueblos indígenas tojolabales, tzeltzales y mames le dieron a La Realidad: Madre de los caracoles del mar de nuestros sueños.

¿Cómo entender ese sitio que cuestiona tantos hitos del mundo global?

El argentino Alberto Spagnolo optó por intentar comprender a partir ciertas rutinas, tales como convivir y conversar.

Spagnolo, integrante del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano fue invitado a México por la Universidad Autónoma para participar en el ciclo de charlas y debates “América Latina en movimiento”, junto a figuras como la mexicana Ana Esther Ceceña (una de las más reconocidas intelectuales ligadas al zapatismo), los brasileños Emir Sader (director del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad de Río de Janeiro) y Bernardo Mançano (de la universidad paulista, asesor del Movimiento sin Tierra), el boliviano Álvaro García Linera (matemático y sociólogo, teórico político y estudioso de los movimientos sociales en su país), Raúl Zibechi (uruguayo, editor de la revista Brecha y autor de Genealogía de la Revuelta), Carlos Fazio (periodista y docente en Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM) y Armando Bartra (director del Instituto Maya y miembro del consejo editorial de las revistas Cuadernos Agrarios y Chiapas).

Pero el viaje sirvió también para concretar un viejo deseo: conocer en el terreno vida y obra del zapatismo.

En La Realidad, la rutina de Alberto era sencilla: dormir en una hamaca, despertarse a las 4.30 de la mañana, ir emergiendo del sueño y de la eterna neblina del amanecer en la selva. Té de yuyos y comienzo de las actividades:

-Llegué gracias a diversos contactos, pero no conocía a ningún zapatista.

Desde el Distrito Federal hay que ir 1.200 kilómetros hasta San Cristóbal, ya en Chiapas. Y desde ahí son ocho horas de viaje en camioneta. Las últimas seis horas son duras, por camino de tierra, montaña y selva.

-Todavía existe la selva.

-Esa sí. Está bien cuidada. La Realidad es un lugar rodeado de naturaleza. Clima tropical, unos 28 ó 30 grados, pero refresca a la noche. Viven unas 800 familias. Hay mucho espacio. No viven apretados hacinados como nosotros en el conurbano. Las casas son de madera, amplias, sobre piso de tierra, con techo de chapas. La cocina en el centro. A mí me llevaron a una casa para los visitantes, que ya tenía los tirantes preparados para colgar la hamaca que conseguí prestada.

La rutina continuaba con trabajo comunitario de mantenimiento y limpieza del lugar, y conversaciones. La organización es la siguiente: en el sudeste mexicano existen 32 municipios autónomos, bajo control zapatista, que a su vez se agrupan en cinco caracoles. Cada caracol reúne a los delegados de los consejos autónomos de su área, que integran así la Junta del Buen Gobierno, que se maneja con el concepto de “mandar obedeciendo” (lo cual implica la idea de un rol ejecutivo subordinado a lo que decidan las asambleas).

-Estuve con los responsables de la Junta del Buen Gobierno. Los eligen por asamblea. Allí deben ser unas 800 familias, y en la Junta del Buen Gobierno habrá 20 o 30 personas. Es una democracia directa. Se nota mucho que eligen a los mejores compañeros y compañeras, por su dedicación y sobre todo por su honestidad.

-¿Cómo se manejan los que están en esa situación de poder?

-No cobran nada y les representa una responsabilidad. Es incompatible con pertenecer al EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional). Y es muy evidente que no toman el poder como una situación de dominio sino como un servicio.

Alberto fue conociendo las áreas productivas.

-Producen para autoconsumo y lo que se vende fuera de Chiapas vuelve como capital para salud, construcciones y todo lo que necesitan. Producen frijoles, maíz, arroz, frutas. Mucha banana y mango. Y tienen el café orgánico (de alta calidad, producido por la cooperativa indígena Mut Vitz) que varias organizaciones solidarias venden en Europa. También producen madera para autoconsumo. Tienen su propio camión, y así salen a vender, porque antes los intermediarios los robaban. Es una economía comunitaria, solidaria, donde no se entiende lo económico com enriquecimiento de un grupo o sector. No hay concentración de productos en pocas manos.

El desayuno fuerte llegaba a las ocho de la mañana:

-Un plato de porotos con arroz y algo caliente: un té de limón o agua de arroz. Todo es de mucha austeridad en el modo de vivir. No hay una sociedad de consumo como estamos acostumbrados a tener aquí.

La rutina continuaba con más trabajo comunitario, o la participación de Spagnolo en varias charlas en la escuela, con chicos y adultos, explicando las rarezas de un país llamado Argentina.

-No tienen diarios ni revistas ni miran televisión. Pero te aseguro que están muy bien informados- dice Alberto, confirmando acaso los teoremas más actuales sobre comunicación, que indican que a mayor exposición a los medios, mayor saturación de la persona, pero menor nivel de información y comprensión. En La Realidad se enteran de las cosas a través del área de prensa, y parecen saber todo lo que necesitan, incluido un sutil conocimiento no sólo de la realidad mexicana sino también la de Latinoamérica y el mundo.

Cerca del mediodía se interrumpen las tareas y los estudios, para dejar lugar al descanso y al deporte.

-Juegan al vóley y al fútbol. Yo no pude porque hace un tiempo me lesioné jugando a la pelota y no hay caso: no me curo.

Alberto asegura que lo sorprendió lo bien que juegan los mexicanos.

-¿No hablaron de Maradona, como siempre pasa con los argentinos que viajan? (consulta de carácter religioso-nacionalista).

-No. Ni me hablaron del tema.

En ese lapso de la tarde (entre las dos y las tres) es la hora también de un almuerzo que cumple el clásico rol de refuerzo.

-Tortilla, frijoles, arroz. En los días que estuve nunca hubo carne de ninguna clase. Es una cultura donde la alimentación no es como la nuestra. No hay variedad de productos o marcas. No hay un supermercado. Hay algunas tiendas de abastecimiento, pero con herramientas o cuestiones necesarias para el trabajo.

-¿Manejan dinero?

-Tienen todo lo que necesitan, y el dinero en todo caso lo usan para alguna compra fuera de su territorio. Hablamos de una economía doméstica, donde tendrán sus dineros para compras puntuales.

Luego llegaba la hora de más calor, unos 30 grados, que se aprovecha para la higiene.

-Antes de las cuatro, todos los días nos íbamos a un río que baja de la montaña para bañarnos. El lugar es muy lindo, pero el agua baja bastante fría: hay que tirarse sin pensarlo mucho.

En La Realidad no hay agua corriente -puede verse- ni gas: usan leña. La electricidad se obtiene de una turbina que los zapatistas colocaron en el río.

No hay televisión, aunque hay un televisor comunitario en la biblioteca, con videocasetera, para ver películas o videos. Escuchan Radio Insurgente.

-Ponen mucha música, información, y es de lo más familiar, con mensajes de lo que ocurre en los distintos caracoles.

La jornada empieza a cerrarse con un par de horas más de trabajo y escuela. -La escuela tiene espacio de alfabetización para niños y adultos, y sus propios maestros.

-Estamos hablando de comunidades sin profesionales urbanos.

-Es que llevan 20 años de trabajo. Puede ser que en sus orígenes hayan necesitado ese tipo de colaboración, pero ya tienen su autonomía y las propias comunidades van generando espacios educativos y quien se haga cargo de ellos. Hubo un programa del gobierno que fue una provocación, con maestros que eran más bien espías, con programas contrainsurgentes. Pero las comunidades frente a eso realizaron una resistencia consciente, saben de qué se trata. Tienen un tipo de educación de acuerdo a las necesidades de aprender a leer y a escribir, pero también tienen una temática profunda, una visión internacional, algo muy amplio y rico, o cerrado en su realidad. Estudian mucho, los muchachos.

Alberto no es un especialista en modas, pero comenta que le impresionó la elegancia de las mujeres:

-Es bellísimo como visten. Hacen sus propios tejidos y tienen un colorido fenomenal. Ves a las mujeres y parece que están siempre vestidas para una fiesta. Aún en las tareas domésticas y en la vida cotidiana. El hombre es un poco más informal, anda de pantalón largo por los bichos de la selva, y remera, pero las compañeras andan muy elegantemente vestidas siempre. La combinación de colores es muy linda, una resistencia a la occidentalización.

Tal vez brinde una pista uno de los paños bordados que Spagnolo trajo como recuerdo. Es de un hilado color hueso, de una suave aspereza, con unas hojas verde claro -y una azul- y flores de seis pétalos de un fucsia que prueba quién inventó los tonos “flúo”. Hay palabras bordadas en azul, anaranjado, verde, violeta, celeste. Y el centro del cuadro es un caracol sobre cuyo caparazón hay tres caracolitos. Todos tienen el cuerpo dibujado como un espiral de fino hilo marrón. Todos llevan pasamontañas negro.

Las palabras dicen:

S-Nan Xoch baj paman ja tez waychimel Ku’ untik

y debajo, con letras igualmente coloridas, la traducción.

Madre de los Caracoles del Mar de nuestros sueños.

El colorido nombre de La Realidad.

(En los buscadores de Internet se produce un ilustrativo lapsus: cuando se teclea “S-Nan Xoch baj paman”, la inteligencia artificial consulta al usuario si lo que en realidad intentó escribir es “bajar pacman”).

Los otros caracoles son:

  • “Muc’ul puy zutu’ik ju’un jc’optic” (Torbellino de nuestras palabras) en Morelia, de zapatistas tzeltales, tzotziles y tojolabales.
  • “Te puy tas maliyel yas pas yach’il sacál quinal” (Resistencia hacia un nuevo amanecer) en La Garrucha de zapatistas tzeltzales.
  • “Puy muitit cha’an ti lak pejtel” (El Caracol que habla para todos) en Roberto Barrios, de zapatistas choles, zoques y tzeltzales.
  • “Ta tzikel vocolil xchiuc jtoybaitic sventa slekilal sjunul balumil” (Resistencia y rebeldía por la humanidad) nombra al caracol de Oventic de zapatistas tzotziles y tzeltzales.

La hora de la cena es poco después de las 7 de la tarde. El menú no varía demasiado. Tortilla, arroz, frijoles, frutas. No beben alcohol. Cuenta Alberto.

-El alcohol y la droga están prohibidos en todo el territorio por ley zapatista, tomada por consenso. Han tenido muchos problemas y ha sido dramático. Las comunidades trabajaron mucho el tema y resolvieron que por preservación y para generar las condiciones para una calidad de vida y de relación, había que decir basta de alcohol. Parece que fue un largo proceso de debates. El alcohol y la droga generaban un mecanismo de destrozo de la familia, destrozo de las relaciones, y tomaron esa iniciativa como autodefensa. A nosotros nos puede parecer muy duro, pero creo que es lo correcto.

La ausencia de alcohol y drogas -que acaso resulte inquietante en diversos ámbitos del quehacer nacional- no redujo los decibeles de alegría y convivencia de estas comunidades que parecen capaces de sobrevivir a tales ausencias. Una de esas noches de música, además, los zapatistas compusieron una canción para los piqueteros argentinos (ver aparte).

Las Juntas de Buen Gobierno se dividen en distintas áreas, de las cuales, según Alberto, la que menos trabaja es la de seguridad.

-No ves a nadie en el rol de policía. Hay compañeros que se dedican a esa tarea porque tienen sus mecanismos de autodefensa y preservación de su integridad como comunidad. Parecería una de las áreas que menos trabaja, con la de justicia. Nunca noté un conflicto como para que alguien tenga que imponer orden, una pelea. Son lugares preservados de los daños que hemos vivido en las grandes ciudades. Son lugares seguros, salvo por la amenaza del ejército o de la contrainsurgencia. Pero ahí no encontrás inseguridad. Es gente muy bondadosa, muy sana. No se grita. Nunca vi que se le pegue a un chico o que le griten.

Las otras áreas del buen gobierno son salud, educación, producción, economía. Todas le llamaron la atención.

-En salud, por ejemplo, se nota la atención permanente, la presencia de médicos, pero además tienen la medicina alternativa, yuyos, herbolario.

-¿En Solano están haciendo algo similar?

-Estamos en eso, porque se pueden recuperar los yuyos y las hierbas como un aporte a la prevención sabiendo que hay situaciones donde la medicación es inaccesible.

-¿Hay presencia militar?

-Para nada. Es muy clara la posición con respecto a eso: no ejercen el gobierno con lo militar. Tienen sus mecanismos de seguridad pero no hay ua presencia miliciana que se note o se imponga en el gobierno. De hecho, las personas que están en la milicia no pueden estar en la Junta del Buen Gobierno.

-Si existe esa Junta, es porque hay una delegación de poder hacia ella por parte de la comunidad. ¿Eso no choca con la idea de horizontalidad que postulan en el MTD de Solano?

-Yo creo que las Juntas de Buen Gobierno son horizontales. Porque no tomamos la horizontalidad como un método de ejecución, sino como una relación entre personas.

(Breve aclaración para no iniciados: la horizotalidad está muy de moda entre numerosos caudillos verticalistas. Pero secreta o abiertamente muchos cuestionan el concepto por su posible poca eficiencia, como si toda decisión tuviese que ser discutida masivamente -lo cual generaría un asambleísmo perpetuo- negando cualquier forma de delegación. Lo que Spagnolo sugiere es que la horizontalidad está dada por el tipo de relación entre las personas, sin que exista una que domine a otras por el hecho de poseer el “poder” que le fue delegado).

Continúa Alberto:

-La Junta es elegida por democracia directa, y es la ejecutora de los mandatos de la asamblea. Ellos la horizontalidad la definen con el concepto de “mandar obedeciendo”.

-¿Pero existe tal cosa? ¿O se trata de un juego de palabras y en realidad es un ejercicio del poder, como cualquier otro?

-Creo que han elaborado y procesado mucho el tema del poder. Se nota que las personas que están con responsabilidades no lo hacen dominando, maltratando o aprovechando esa situación, sino que han llegado a un profundo conocimiento del significado de ese rol.

-¿Cómo es esa forma de poder? Acá estamos acostumbrados al poder como lugar de hegemonía y privilegio: la lucha por el poder.

-Yo creo que no les habrá resultado fácil porque es una temática inherente al ser humano. No sólo tenés que ser un occidental moderno para reproducir lo que es el abuso del poder. Pero se ve que es una de las cuestiones que más han trabajado. No digo que tengan todo resuelto. Puede ser una contradicción pero menor que la que encontrás aquí. Allí toman el poder como una cuestión de servicio, no de dominación.

-Pero todos los que ejercen el poder dicen que lo hacen para servir a los otros: reyes, presidentes, funcionarios, derechistas, izquierdistas, policías…

-Habría que ver qué piensa la comunidad. Generalmente eso lo expresa el individuo que ejerce el poder. Pero no es lo que expresa la comunidad. Entre los zapatistas hay una comunidad que siempre se expresa.

-¿En qué otra cosa se diferencian de otras formas de ejercicio del poder?

-No es en función de una carrera económica. No es un privilegio. Es un servicio que tiene que ver con una actitud de vida. Ahí no vas a ir a buscar un salario.

-Pero no todo el que ejerce el poder lo hace por una cuestión económica. Parecería haber una seducción del poder en sí mismo.

-Es cierto, no es solo económico, pero el gran deterioro es que la política también se ha convertido en un gran negocio.

-La militancia se transformó en una profesión.

-Y muy rentable. Los candidatos dicen que son exitosos empresarios, pero bien que dejan sus empresas para dedicarse a la actividad política que les deja ganancias a través de las relaciones, y del manejo de información.

-¿También ocurre en lo que se llama campo popular?

-Nadie está exento. Siempre se puede reproducir el mismo esquema de poder como dominación. Pero yo percibí que tienen muy elaborada esa cuestión, esa contradicción, y el valor de estar en un lugar de servicio. Es una moral que tienen. No sé si la palabra correcta es moral. O una mística. Digamos: una fuerza. Es algo muy presente a través del sufrimiento que han pasado. Podría hablarse de disciplina, aunque la palabra también es fea, pero no sé cómo encontrar otra.

-No dramaticemos. Hay palabras bellas como democracia o libertad que andan todas estropeadas, y otras como disciplina y moral a las que se les puede encontrar un significado ajeno a lo eclesiástico o a lo militar.

-Disciplina no tiene por qué ser imposición, yo hablo de una coherencia entre lo que asume el colectivo, y lo que se tiene que ejecutar después en la práctica. Esa coherencia es la que encontré en los zapatistas. Y trabajo: son muy trabajadores.

Alberto contó la experiencia del MTD, le preguntaron si el gobierno argentino es lo que aparece en la prensa, él contestó, y a la vez tuvo oportunidad de hacer preguntas.

-Les pregunté por el aspecto organizativo, las dificultades y expectativas.

-¿Y?

-Bueno, me resultaron un modelo de organización. Yo veo que estamos en otro tiempo, o en otro momento, pero vamos hacia ahí. Ellos tienen muchos años de desarrollo.

-¿Qué es lo que genera más asombro?

-Para mí, que existe una resolución de las contradicciones. Nosotros pasamos por situaciones contradictorias. Entre autonomía y relación con el Estado, economía y autonomía, que la educación no sea para la dominación. Uno nota que esas cosas se traban mucho y estallan contradicciones que te dejan pensando qué estamos haciendo mal, y si hay una salida. Pero con este tipo de experiencias uno puede percibir que cuando esos grandes temas están madurados y resueltos, las cosas funcionan muy bien. No es imposible.

-¿Por ejemplo?

-Por ejemplo, el tema del poder, o ser autónomos y no depender del Estado. Por momentos parece que son contradicciones sin solución, pero no: no es imposible resolverlas. Lo más rico de este viaje, para mí, es poder decir que la autonomía no es imposible. Que el tema de tener una delegación siempre que no sea un ejercicio de dominación y de poder, tiene que ver también con un crecimiento que no ha sido fácil para ellos ni es fácil para nosotros.

-El hallazgo no es cómo resuelven ellos las cosas, sino percibir que se pueden resolver.

-Claro, me hizo muy bien ver que se puede encontrar la solución de conflictos y de las trabas que se nos presentan. Pero exige una ubicación en tu lugar y no pensar que vas a dar respuestas mecánicamente. Me hizo bien ver que la autonomía funciona, que es una cosa que va avanzando en un clima de una tranquilidad y armonía que se ve que es fruto de todo un trabajo previo.

-Por toda esta descripción, la palabra armonía parece más aplicable a los Caracoles que al conurbano bonaerense.

-Es que aquí la urgencia nos lleva a un desgaste o hasta a una angustia permanente, de ver que lo que uno proyecta está lejos y las necesidades son inmediatas. Eso genera problemas de relación, grupales. A veces no es fácil convivir en medio de tanta pobreza y necesidades inmediatas. Provoca no sólo la angustia, sino también estallidos emocionales. Es lo que nos toca vivir. Me parece que en eso tenemos que reforzarnos. Pensar también en el mediano y largo plazo. No podemos ser tan pretenciosos de querer resolver todo ya. Pero vengo reconciliado con nuestra naturaleza humana. A veces uno, por las cosas que vive, puede pensar que el hombre no es capaz de bondad. Que eso desapareció de la tierra. Pero cuando te encontrás con este tipo de experiencias que no son un discurso sino una coherencia entre la palabra y la vida que se asume, cuando encontrás la enorme transformación que le dieron a su propia vida, te reconcilia con el género humano.

-Me imagino que alguien desde una posición ortodoxa dirá: pero esta gente no toma el poder, y entonces no se cambia la realidad. El poder se mata de risa.

-No se mata de risa. Hay 32 municipios surgidos en pleno momento de oscuridad donde se anunciaba el fin de las utopías y el fin de la historia. Creo que el zapatismo demostró la posibilidad de decir: no nos van a matar, no nos vamos a morir, no vamos a renunciar al cuidado de la naturaleza. Es un movimiento de resistencia que está presente, vivo. Si eso no es transformar, ¿qué es transformar?

-¿En qué se diferencia esta actitud de la de la izquierda tradicional?

-Entre otras cosas, en que no hay ningún tipo de espera sobre si se va a tomar el poder, ganar elecciones o cualquier otra cosa. Destraba eso y pone la energía en el lugar donde hay que hacer las cosas. Por ahí el mundo estaría mucho mejor si en vez de pensar en tomar el poder, se comenzaran a plasmar prácticas concretas. Si Brasil, con un enorme movimiento de izquierda como el PT no pudo actuar como lo pensó, ¿dónde está en América Latina la organización que pueda hacerlo? No podemos quedarnos en la pasividad de esperar un mesías, un caudillo o un partido que tome cartas en el asunto. Mientras tanto, esta experiencia está demostrado que hoy se pueden hacer las cosas, que nada es imposible.

-¿No es más sencilla la situación de relativo aislamiento de los zapatistas, donde hasta la amenaza militar ayuda a cohesionarlos, con respecto a lo que ocurre con los movimientos en el conurbano?

-Ojo, que la situaciónde ellos incluye grupos paramilitares, indígenas que no están del mismo lado y mucha gente que trabaja en función de la violencia. Sin duda que es difícil tambiénel conurbano. Lo urbano es un extra de dificultades. Es duro por las interferencias, los intereses de poder que se entrecruzan, las angustias, las urgencias.

-¿La autonomía no puede confundirse con la idea de construir la comunidad fuera de esa realidad?

-Yo creo que a la realidad hay que transformarla, hay que asumirla. No fugarse. Vemos que tenemos condicionamientos, pero no nos sentimos determinados. Porque si uno tuviera una idea determinista diría: “acá es imposible”. Es lo que os decía la izquierda clásica en el 96, cuando empezamos: “Están trabajando sobre lugares descompuestos. De acá (de los desocupados) no va a salir nada porque es el sector más atrasado y destrozado. Nosotros tozudamente decíamos que no, pensábamos que había un despliegue de potencia que podía darse en nuestros lugares. De hecho se ha demostrado. Eso demuestra que no estamos determinados. Y habla de la posibilidad de transformar.

-Paradoja: los zapatistas compusieron y grabaron una canción dedicada a los piqueteros, y la transmiten a través de su relación con el MTD de Solano, que justamente no está haciendo piquetes.

-Es que ahí están nuestros orígenes e iniciativas, aunque hay en gestación algo más dinámico, y eso es lo rico. Hay un tema de identidad que todavía no está definido ni cerrado. Y creo que sería muy pobre si fuese una identidad solamente piquetera. De todos modos hacemos movilizaciones, como contra la criminalización de la protesta, aunque van algunos compañeros, no todos.

,b>-No se deposita la energía en reclamar planes sociales.

-Claro, ya no es una cuestión de grupos masivos pidiendo planes, sino prepararnos para una cosa que exigirá desafíos y que no creo que pueda hacerse sin lucha. Pero a lo mejor con ejes más abarcativos que el reclamo por un plan que sigue siendo una migaja. Tenemos que encontrar la manera de salirnos de esa lógica. Porque por ahí eso a los movimientos, no digo que los achanche, pero los hizo volar bajito. Nos hizo volar bajito.

-Lo que está en debate entonces es el método de lucha.

-Es un discernimiento. Estamos decidiendo qué es lo que queremos hacer, y a qué ponerle nuestras fuerzas. Si queremos autonomía, salud, educación, le vamos a poner la fuerza a eso. No es algo cerrado. Si hay que salir a luchar vamos a hacerlo como siempre lo hicimos. Pero no podemos estar siempre envejeciendo en la ruta. Hay que prepararse para dar saltos. Porque si no, se nos va la vida.

-¿Y no hubo algún encuentro con Marcos?

-No andaba por ahí. Yo creo que Marcos es la comunidad. El zapatismo es la comunidad, su actividad, su vida. No me preocupaba especialmente conocerlo.

-Final: ¿cómo fue el encuentro con John Holloway (el autor de Cambiar el mundo sin tomar el poder) en Puebla?

-Hay un equipo de unas 15 o 20 personas que se reúne a conversar quincenalmente y me invitó. Estuvo también Raúl Zibechi. Se armó una discusión porque hubo algunas preguntas, cuestionamientos. Un tema fuerte lo planteó una señora, una compañera, analizando si los movimientos no somos funcionales al modelo neoliberal. Un parche.

-Si la idea de cambiar el mundo sin tomar el poder no es un maquillaje.

-Claro. Planteaban: ustedes son movimientos espontáneos, basados en necesidades, pero quedan en eso. Movimientos sociales: algo menor, diluido, sin estrategia y sin programa. Algo reactivo que así como surge desaparece.

-Interesante debate. ¿Hubo respuesta?

-Sí. La verdad es que quise intervenir y estuve un poco calentón, bah, apasionado. Dije que hay una actitud despectiva y una subestimación de los académicos y bien pensantes que ven que siempre a los movimientos hay que tutelarlos. Que tiene que haber un partido, un organismo estratégico para tutelar al movimiento social que está en una especie de infancia: no ve, no sabe, ni puede caminar solo. Y que la legitimidad de los movimientos viene por su posibilidad de establecer programas, siempre relacionados con la toma del poder. Pero se los subvalora si no hay partido o grupo de vanguardia que establezca hacia dónde hay que ir.

-¿Y la señora qué dijo?

-Nada, yo seguí diciendo que la misma realidad latinoamericana está demostrando que las estructuras y partidos que acceden a los gobiernos se encuentran en una terrible impotencia. Y que las resistencias y verdaderas transformaciones se van dando en estos movimientos, en cuanto a su posibilidad de hacer, pensar y crear.

-¿Y la funcionalidad al neoliberalismo?

-Desde la observación tradicional de una izquierda ortodoxa, sos funcional.

-Y desde los movimientos, ¿esa izquierda ortodoxa es funcional al neoliberalismo?

-En su razonamiento creo que terminan coincidiendo. Primero, endespreciar las posibilidades que están latentes en los movimientos, que son los que más luchas han encarado, poniendo el cuerpo, con trabajo y capacidad de ruptura. Cuando la izquierda ortodoxa dice que los movimientos son reformistas, subestiman un núcleo de lucha y buscan aislarlo, aunque no lo logren. Ahí son funcionales al Estado represivo.

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La Ronda en la mirada de Alejandra López

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Octava entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Alejandra López.

Toda la producción de La Ronda será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Por Alejandra López

Cuando Claudia Acuña me propuso que fotografiáramos la Ronda de las Madres con un grupo de colegas, acepté sin dudar con gran alegría por varias razones. Por una lado, la urgencia del registro ahora que se nos van poniendo viejitas, y por otro, la necesidad de emprender un proyecto colectivo.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

He ido muchas veces a la Ronda. Una de mis primeras veces, yo fotógrafa debutante, lloré durante toda la cobertura y una de las Madres (no sé quién fue) me retó con ternura: “Sin llorar”, me dijo, y repitió: “Sin llorar”. 

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Siempre hay algo de esa primera vez: la emoción, la admiración sin límites, y,  sobre todo, el asombro ante esa capacidad increíble de sostener el ritual de lucha durante 47 años.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Hice mis fotos el jueves 21 de marzo, en la Ronda número 2397.

Hoy más que nunca #memoriaverdadyjusticia.

Mi humilde homenaje a estas mujeres que, junto con Abuelas, son nuestro faro.

La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López

Sobre Alejandra López

Retratista.

Empezó a trabajar profesionalmente en 1990 haciendo fotografía teatral y en la revista El Porteño.

Durante 14 años fue fotógrafa de staff de la revista Viva del diario Clarín, donde fotografió a innumerables personajes del espectáculo y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar, Le Figaro Magazine, Bacanal.

Actualmente se dedica a la fotografía para gráficas de teatro y cine, colabora con la revista L’Officiel y es reconocida además por sus retratos de escritor, algunos ya icónicos, para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.

Ha realizado numerosas muestras: Retratos (2001), La máscara (en el Festival Internacional de Teatro), Retratos de la Memoria, (imágenes de sobrevivientes del Holocausto) en el Museo Judío de Frankfurt, Calendario FOE 2009 y en junio del 2011, la exposición Algunos escritores, en la Fotogalería del Teatro San Martín. En 2021, realizó Ese día, una serie de retratos de víctimas sobrevivientes del atentado a la Amia. En 2023, Belleza Marrón, en el Centro Cultural Borges, (ensayo en colaboración con la agrupación Identidad Marrón).

Para ver más: en Instagram @alejandralopezfotografa

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La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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Nota

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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