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Carrasco sigue haciendo escuela

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La Escuela Secundaria número 5 de Saladillo, provincia de Buenos Aires, ya lleva oficialmente el nombre del científico. Andrés Carrasco, que había sido elegido en votación por la comunidad educativa en 2016. Cómo se llegó a este homenaje a uno de los pocos científicos que se atrevió a explicar las consecuencias del modelo sojero.

Es una noticia, y a la vez es una emoción, teniendo en cuenta hacia quién es el reconocimiento.El Director General de Cultura y Educación de la provincia  de Buenos Aires, Gabriel Sánchez Zinny, firmó la resolución por la que se confirma el nombre “Andrés Carrasco” para la Escuela Secundaria 5 de Saladillo. La votación de la comunidad educativa incluyó otras dos opciones, la del doctor René Favaloro, y la del músico Luis Alberto Spinetta.

La resolución se aclara que “surge conveniente hacer la excepción referida al lapso no menor de 10 años del fallecimiento de la persona”. Carrasco murió  en mayo de 2014 y al poco tiempo nació esta idea de oficializar su nombre en la escuela de Saladillo. En la misma línea, desde la Cooperativa lavaca se nombró “Dr. Andrés Carrasco” al Diplomado en Periodismo y Comunicación Ambiental del cual él fue uno de los inspiradores.

En esta nota publicada en la MU 104 Darío Aranda describe cómo se llegó a esa votación en Saladillo para homenajear a una persona que fue atacada y ninguneada por el establishment oficial político y científico, por haber hecho lo que correspondía: investigar y denunciar los efectos del modelo del agronegocio.

 

El científico que hizo escuela

Más nervios que una elección para intendente. Mucha más expectativa que cuando se vota a presidente. Así estuvieron en la comunidad educativa de la Escuela N° 5 de Saladillo, de la provincia de Buenos Aires, cuando eligieron el nombre de la institución. El resultado: a partir de ahora se llamará Andrés Carrasco, en homenaje al científico que en 2009 confirmó los efectos letales del herbicida glifosato y quien tuvo que soportar una campaña de desprestigio por su investigación. El nombre de Carrasco obtuvo más votos que René Favaloro y que Luis Alberto Spinetta. No es extraño este resultado: la escuela está en el límite con la zona rural, conoce de fumigaciones con agrotóxicos y en la localidad se trabaja a diario para avanzar con la agroecología y frenar al agronegocio.
La identidad votada
La escuela de Educación Secundaria N° 5, con orientación en ciencias naturales, está en la periferia urbana de Saladillo, en la que la avenida Ledesma es la ‘frontera’ que separa el agronegocio de la ciudad. En febrero tuvo un cambio en la dirección y buscaron fortalecer el vínculo con el barrio y con dos instituciones que comparten la manzana: la escuela primaria N° 3 y el jardín N° 909. En ese camino surgió la idea y necesidad de darle un nombre.
Se invitó a alumnos y docentes a proponer nombres, de forma anónima. Surgieron tres: René Favaloro, Luis Alberto Spinetta y Andrés Carrasco. El 9 de septiembre fue el día de votación. Podían participar alumnos, profesores y todos los vecinos.
No es lo único que hicieron. Durante este año se creó una huerta orgánica en la escuela, que incluye el trabajo de diversos docentes. El de Matemáticas propuso los perímetros de siembra en base a cuadros, círculos y triángulos. Los de Geografía e Historia trabajaron acerca de la soberanía alimentaria y la historia de los pueblos. Los de Prácticas de Lenguaje e Inglés, junto al de Plástica, abordaron la construcción de conocimientos y saberes respecto a los alimentos. Confluyeron las Ciencias Naturales con un enfoque social y práctico. También se recuperó el laboratorio escolar y, junto a la Cátedra Abierta de la organización Ecos y el Instituto de Formación Docente, trabajaron en la detección de químicos en el agua, sobre todo glifosato.
Dos días antes de la votación, el 7 de septiembre, la organización Ecos de Saladillo organizó una charla para contar quién fue Andrés Carrasco. Científico, jefe del Laboratorio de embriología molecular de la Universidad de Buenos Aires (UBA), ex presidente del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y con un momento en el que hizo historia, en 2009, cuando dio a conocer un estudio sobre embriones anfibios, en el que confirmó que el glifosato -el herbicida más utilizado del país- era letal y provocaba malformaciones. Esos efectos eran extrapolables a humanos. Sobrevino una campaña de desprestigio por parte de empresas transgénicas, científicos ligados a esas mismas compañías, medios de comunicación socios del agronegocio y funcionarios nacionales.
¿Qué es un científico?
Carrasco falleció en mayo de 2014. Ese mismo año, en el día de su cumpleaños -16 de junio-, la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario lo instauró como Día de la Ciencia Digna, en su homenaje.
En la charla previa a la votación escolar, el 7 de septiembre, los integrantes de Ecos de Saladillo les preguntaron a los alumnos qué era un científico. Después de un gran silencio, alguien se animó a contestar: “Es una persona que estudió mucho y que trabaja todo el día en un laboratorio”. Se sumó otro alumno: “Son personas que saben de todo, que saben mucho”. Los de Ecos repreguntaron: “¿Y la gente común, que no es científica, no sabe nada? Sobrevino un masivo y largo: “Siiiií”.
Gabriel Arisnabarreta, de Ecos, explicó que Carrasco estudió mucho, pero también se apoyó en todo lo que sabía la gente del pueblo y que además salió del laboratorio, recorrió los barrios y comunidades afectadas y trató de investigar en base a lo que el pueblo le contaba. “Él se sentía conmovido por lo que escuchaba: qué estaba pasando en los pueblos fumigados. Y utilizó sus conocimientos científicos para tratar de ayudar a la gente. No fue un científico más: dejó una huella enorme y de alguna manera es reconocido como el ‘científico del pueblo’. Trabajó para una ciencia al servicio del pueblo y no de los intereses de las corporaciones”, recordó Arisnabarreta en la charla con los alumnos.
Algunos chicos seguían el relato atentos, otros no tanto, más pendientes de sus celulares. Llegó el momento de proyectar un video con testimonios de amigos de Carrasco: militantes socioambientales, investigadores. Finalizaba con una frase del científico: “No existe razón de Estado ni intereses económicos de corporaciones que justifiquen el silencio cuando se trata de la salud pública”. Los integrantes de Ecos terminaron con lágrimas en los ojos. Los alumnos se dieron cuenta de la emoción y hubo un silencio respetuoso.
El 9 de septiembre se votó. El escrutinio arrojó 99 votos para Carrasco, 59 para Favaloro y 31 para Spinetta.
La noticia tomó por sorpresa a los hijos de Carrasco. “Es emocionante ser testigo de su huella. El compromiso resuena en muchos y llena de fuerza. Estoy agradecida de poder presenciar todo lo que está pasando”, afirmó Luciana. Andrés Carrasco hijo complementó: “El nombramiento de la escuela con el nombre de mi viejo, en una provincia arrasada por el monocultivo, es un aire sano en esta historia. Tan acostumbrados al silencio cómplice de la política y la perversidad de las empresas, no es menor el reconocimiento de estudiantes y docentes a un tipo que no tenía nada que ganar, sino todo lo contrario: renunció al hermetismo de la elite científica para poner su conocimiento al servicio de los que estaban en las trincheras”. Su hijo también recuerda que el estudio sobre glifosato le valió aprietes, amenazas, actos de violencia, campañas difamatorias, el ninguneo de parte del ministro de Ciencia, Lino Barañao, y sufrió “la ausencia vergonzosa de muchísimos de sus colegas”. Está seguro de que fue una decisión acertada de su padre hacer y divulgar el estudio sobre glifosato: “Haber dedicado toda su vida a la ciencia, docencia e investigación dejó una marca en muchos. Una marca que se sigue multiplicando en busca de un mundo menos enfermo y más justo”.
Luis Fernández, director de la Escuela N° 5, informa que ya comenzaron los trámites formales. Presentaron los papeles en la Jefatura Distrital Escolar local. Y el trámite ya viajó hacia La Plata. Ahora esperan la confirmación provincial para hacer el acto oficial en la escuela. “Intentamos construir un camino de investigación desde la ciencias naturales y desde las resistencias, donde sabemos que Andrés Carrasco nos guiará para construir qué escuela y qué ambiente queremos para Saladillo”, afirma el director.
Carrasco estuvo en Saladillo en 2010, donde brindó una charla que unió las pruebas científicas con el discurso coloquial y pasional. Detalló cómo fue su experimento y repitió lo siempre decía: “No descubrí nada nuevo. Confirmé lo que otros científicos ya descubrieron y lo que afectados denuncian desde hace años”. En 2014, en su homenaje, la organización Ecos plantó en su sede un aguaribay (árbol autóctono) y colocaron una placa en su memoria.
Saladillo es parte de uno de los pueblos afectados por el modelo de los agronegocios. “Pasó de ser una zona netamente ganadera a pasto y, por lo tanto, con bajo impacto ambiental, a una situación actual delicada, dado el avance de la agricultura industrial o agronegocio y su pata ganadera intensiva asociada, feedlots, galpones de pollos y gallinas y criaderos intensivos de cerdos”, señala Gabriel Arisnabarreta y recuerda que un informe realizado por la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires (junto a la Facultad de Agronomía de La Plata) se alerta que Saladillo tiene un “índice de peligrosidad, en cuanto al impacto de los agrotóxicos, similar al de las zonas más sojeras del país”.
En diciembre próximo ya habrá jóvenes de Saladillo que egresarán de la escuela Andrés Carrasco, el científico que continúa sembrando dignidad.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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