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A cielo abierto: Famatina frente a las corporaciones mineras

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El piquete a mayor altura del mundo y un conjunto de asambleas en La Rioja, la tierra donde el menemismo hizo realidad el neoliberalismo en versión argentina. Con esos ingredientes la zona del Famatina se ha plantado frente a la minería a cielo abierto, que destruye montañas y contamina con cianuro. La historia de un grupo de comunidades que dijo basta.

En Peñas Negras, a 1.800 metros de altura, frente al Cordón del Famatina, todo parece estático pero se percibe la inquietante sensación de que siempre está a punto de ocurrir algo. Las estrellas son tan grandes que no titilan: laten. Un fogón ilumina de lejos la pancarta que cierra el camino que lleva hasta el campamento de la minera Barrick Gold, que se define a sí misma como “la mejor del mundo”. La pancarta anuncia: “El Famatina no se toca”. Junto al fogón hay un relojero jubilado de 80 años, un trabajador del municipio, un ingeniero, un productor nogalero, una profesora de educación física, un policía retirado, una ama de casa. Conversan alrededor de las llamas. Forman parte de una gran red de extrañas agrupaciones de ciudadanos de la región llamadas “asambleas”, que se organizan horizontalmente, sin jefes, sin patrones, sin partidos políticos, pero abiertos a cualquier integrante de la comunidad. Van a garantizar el corte durante toda la noche. En el campamento quedan dos serenos, como custodia. Barrick Gold bajó a la treintena de hombres que trabajaban allí, unas nueve camionetas, parte de equipo liviano y una perforadora, pero el corte seguirá hasta el retiro definitivo de la empresa. ¿Cómo pudo ocurrir que en menos de un año estas asambleas riojanas parezcan a punto de cambiar esta historia? Un hombre ciego, que veía demasiado, escribió en uno de sus cuentos:
“Cuando una cosa es verdad basta que alguien la diga una sola vez para que uno sepa que es cierto”.
Tal vez esa idea explique lo que lograron las asambleas al romper el silencio, y ayude a comprender lo que aquí se narrará: una serie asombrosa de exploraciones, explosiones, derrumbes y hallazgos relacionados con el oro, la riqueza, la pobreza, la democracia, la política, la contaminación, el sometimiento y el futuro.

De Menemlandia al Famatina
Contra la noción de que La Rioja es uno más de los feudos provinciales que contaminan a la Argentina, resignado y expuesto más tiempo del recomendable a los efluentes políticos emitidos por el gobernador Ángel Maza, la noticia esta vez es otra.
• Las asambleas de ciudadanos riojanos parecen a punto de expulsar de la provincia a una de las mayores mineras del mundo, Barrick Gold.
• Efectúan un piquete por tiempo indeterminado desde el 8 de marzo en Peñas Negras para controlar el acceso al campamento minero, hasta garantizar la salida de la empresa.
• Lograron que la Legislatura provincial sancionara, el 10 de marzo, una ley que prohibe la minería a cielo abierto, un precedente que puede ser crucial hacia adelante en momentos en que la Cordillera de los Andes parece zona liberada a las mineras. Esa ley será refrendada en poco tiempo más a través de una consulta popular en Famatina y Chilecito.
La disputa contra la minería a cielo abierto, y la denuncia del contrato que favoreció la entrada de Barrick Gold a La Rioja, estalló en la interna justicialista: los legisladores aprovecharon la situación para tumbar al gobernador (aunque todos pertenecen al mismo partido) y le iniciaron un juicio político acusándolo de corrupción, entre otras actividades. Ocurrió el pasado 14 de marzo. Maza intentó resistir simulando el apoyo de “la gente”: en realidad contrató adherentes a razón de 200 pesos per cápita con la idea de mostrar una situación caótica que justificara la intervención a la provincia. No lo logró (y para colmo no les pagó). Un pasacalle en la capital venía reflejando las mutaciones políticas y estéticas del caso, esto último debido al denodado uso del bótox que algunas personas se hacen inyectar creyendo que así parecen más jóvenes, y no más inflamados: “Maza, vas a durar menos que tu cejas” se auguraba. El gobierno nacional resolvió, no sin tristeza, darle la razón al pasacalles y abandonar a uno de sus aliados más preciados. Maza no logró siquiera el lifting de una intervención salvadora a la provincia.

Barrick Bush Gold
La descripción de las andanzas de Barrick Gold Corporation por el mundo es casi inabarcable por la secuela de polémicas, destrucción, contaminación y denuncias que ha ido dejando por África, Australia y América Latina. La sede sanjuanina de la empresa, donde se desarrolla el proyecto Veladero, para defenderse de las críticas y denuncias, declaró hace tres años que “aseverar que el Sr. Munk o cualquier persona en Barrick está involucrada con el narcotráfico o venta de armas es totalmente irresponsable, injurioso, escandaloso e indignante”.
Se refiere a Peter Munk, máximo rostro visible de la empresa y a quien se ha relacionado con el comercio de sustancias no precisamente auríferas. Se considera además que la inversión de Munk en Barrick surge de fondos provistos por el traficante de armas saudí Adnan Khassoghi, aliado y amigo histórico de George Bush padre, quien al abandonar la presidencia norteamericana pasó a figurar como “Asesor honorario de la junta internacional” de Barrick Gold, aunque se lo considera un accionista y referente crucial de la firma. El cierre de este breve relato lo completa la sospecha de que Khashoggi sería el nexo societario entre Bush padre y la familia Bin Laden en The Carlyle Group, empresa de megainversiones un tanto sinuosa, relacionada a la vez con emprendimientos y consorcios de carácter militar y armamentístico a nivel mundial, con todo lo que semejante cosa implica. Conclusión provisoria: cuando se habla de estos holdings empresarios, tal vez uno nunca sabe realmente de qué se está hablando.
Don Hermes Quintana, 80 años, relojero jubilado y pintor en actividad, rodeado por sus cuadros y antiguos relojes de péndulo en Chilecito, dice: “Es que se ha llegado al tipo de sociedad más conocida del mundo, que es la anónima”. Se sabe que el gran amigo argentino de Geoge Bush padre es Carlos Menem autor de las vigentes leyes mineras, a través de su entonces secretario en tiempos pre- botox, Ángel Maza.
Barrick Gold recibió la concesión para la exploración del Famatina por parte de Yamiri (Yacimientos Mineros Riojanos), empresa que primero fue una Sociedad de Economía Mixta (98 % de acciones estatales) y terminó como sociedad anónima, con un 80 % de las acciones en manos privadas. Esa mutación es la que denunciaron los diputados riojanos encabezados por el vicegobenador (y actual gobernador a cargo) Luis Beder Herrera, que calificó al convenio con Barrick como “el despojo más grande que ha sufrido el pueblo riojano porque se entregaron minas que eran del Estado”. Ese convenio permaneció oculto durante los últimos tres años porque, dijo Beder, “detrás de la exploración estaba enganchado el contrato de explotación”.
Tanto secreto en La Rioja es traducido de otro modo: cunde la certeza de que el propio Maza es directa o indirectamente el principal operador de Yamiri, y se lo supone además sumamente generoso en el reparto de acciones con funcionarios que ocupan cargos clave en el actual gobierno nacional. El tiempo dirá si estos comentarios tienen fundamento. Hace poco más de un año Maza pronosticó el progreso que significaría la inversión minera. En Famatina la gente que lo escuchaba aplaudió feliz.

“Se nos escapó lo del cianuro”
Carolina Suffich fue una de las primeras que sospechó que la felicidad es un bien ajeno a la minería cuando en un curso para asistentes de geólogos descubrió que cada una de sus dudas sobre la minería a cielo abierto era contestada con evasivas. Buscó por Internet, se asustó con lo que encontró, convocó a tres amigas y decidieron crear una asamblea para hacer algo. Era mayo de 2006. Los encuentros se poblaron rápidamente, y hubo contagio. De Famatina (6.000 habitantes) se pasó a Chilecito (40.000) que armó a los pocos días su propia Coordinadora de Asambleas.
Albert Einstein decía: “No entiendes realmente algo, a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela”. El mensaje de las asambleas cumplía con ese consejo. Lo invocan así, por ejemplo, los chicos de la escuela EPET de Chilecito, o los de la Escuela de Comercio Provincial de Famatina: “La minería a cielo abierto ya no es la vieja minería del socavón, de los túneles, sino que se hace explotar la montaña, el material es pasado por cianuro para separar los minerales, todo eso produce distintos tipos de contaminación que pueden durar siglos, afectando la tierra y las agua subterráneas, generando enfermedades y muerte en la población y en los animales como ya hemos visto que ocurre en otros lugares. Si se hace la explotación en Famatina, se van a usar 1.000 litros de agua por segundo para ese proceso, en una provincia árida a la que ya le está faltando el agua para consumo y riego. Lo que queda en el lugar de la explotación es un enorme cráter donde antes había una montaña, como se puede ver ya en Bajo Alumbrera (las fotos pudieron verse en el último número de Mu), aunque lo del Famatina sería aún mayor. Los políticos y los gobiernos apoyan a las empresas porque sacan su tajada. Tenemos que hacer algo nosotros, porque nos van a envenenar la vida”.
La asamblea creció, los encuentros se hacían en el salón parroquial de Famatina. El intendente Lídoro Leiva, primero miró a la asamblea con desconfianza, fue invitado a participar, y a la tercer reunión se convirtió en un miembro más de la misma. Los funcionarios de la Secretaría de Minería de la provincia, un tanto preocupados, anunciaron que querían hablar con los asambleístas.
A comienzos de junio de 2006, la delegación de ocho funcionarios llegó desde la capital riojana. Una primer sorpresa fue la confirmación de que el Subsecretario de Minería provincial Abel Nonino era a la vez Director de Medio Ambiente. Empezaron los abucheos de los vecinos: “¿Cómo va a ser el mismo tipo el que favorece a las mineras y el que controla que no contaminen?” le preguntaron, sin obtener respuesta.
El punto inolvidable del encuentro ocurrió cuando el asesor de Maza, Alberto Baltazar Lagos, ante la pregunta de una asambleísta, empezó por reconocer que había sido uno de los responsables de la elaboración de las leyes de minería (cuando Maza era secretario a nivel nacional, en tiempos de Menem), admitió que el tema del cianuro es “parte elemental en toda la problemática del medio ambiente”, y finalmente confesó que al redactarse esas leyes actualmente vigentes “se nos escapó, entre otras cosas, miren qué cosa, lo del cianuro”.
Miren qué cosa: es tal vez la más precisa definición del rol del Estado y sus funcionarios, manipulando leyes inconsultas, perjudicando a la sociedad, y defendiendo a las empresas. Gabriela Romano, profesora de Formación Cívica y Ciudadana -nada menos- de Chilecito: “Barrick ni siquiera venía a hacer lobby. Lo hacían los funcionarios. La gente preguntaba ¿por qué salen a defender tanto a la empresa? Imagínese las sospechas”.
A raíz del papelón en Famatina, Maza separó Minería de Medio Ambiente, y en esta última dirección designó a un doctor de apellido Díaz Dana. Chichín Acosta, músico tradicionalista, recuerda: “Este señor era ginecólogo. Dijimos: por lo menos debe saber algo de minas”.

De los ingleses
Las asambleas fueron brotando en Pihuil, Chañarmuyo, Los Sauces, la propia capital riojana, conectadas entre sí a través de los mensajes de texto de los teléfonos celulares. Jenny Luján, también docente: “Es una herramienta fantástica: barata, y me parece que encima no te controlan. Cuando hablábamos por los celulares siempre escuchábamos unos ruidos raros”. ¿Pinchaduras digitales? Jenny sonríe ante lo que considera obvio.
En la zona no hay neófitos con respecto al tema del oro. Las primeras monedas acuñadas en el país (las de dos escudos, que se ven dentro de las actuales monedas de un peso) se hicieron en La Rioja con oro del Famatina en 1821, como réplica de las que se habían fabricado originalmente en el Perú, con una inscripción siempre frágil: “En unión y libertad”.
Más memoria. A comienzos del siglo XX llegaron la mineras inglesas a la zona de Chilecito, buscando filones de oro en el distrito minero La Mexicana mediante la tradicional minería de socavón. Se realizó una obra de ingeniería fastuosa: el cablecarril de 34 kilómetros, el segundo más largo del mundo y el que llega a mayor altura. La inversión, cabe señalar, la hizo el Estado. Carina Díaz Moreno: “Usted dirá, Famatina se convirtió en una zona poderosa gracias a la minería. Pues no, el oro se lo llevaron los ingleses, la zona quedó más pobre que antes, y todavía se puede ver el drenaje ácido producido por la minería. Esa explotación terminó en los años 20. En las primeras asambleas que hicimos el año pasado venía gente mayor que todavía recordaba lo que decían en la zona. ¿Qué nos dejó la minería? Enfermos y viudas”.
Mu estuvo en La Mexicana, un lugar impresionante en el que no se logra entender de qué modo lograron construir en 1900 esas gigantescas torres y el mecanismo de relojería que permitía que las vagonetas trasladaran el material desde la boca de mina hasta Chilecito. Tampoco es fácil pensar cómo podían aclimatarse los obreros y luego los mineros, a un trabajo realizado a semejante altura, con la consiguiente falta de oxígeno. Se entiende por qué hablan de enfermos y viudas. El cablecarril ha sido declarado Monumento Histórico Nacional. “Pero es el monumento de lo que nos saquearon” dice Gabriela. Hay torres impecables a lo largo del recorrido, pero también hay hierros y vías desparramados, vagonetas arrojadas por el viento contra las laderas de las montañas, las entradas a las minas en las que se ven los drenajes ácidos que siguen goteando, y piletones un tanto marcianos, de agua transparente verde fluo, que confirman que la vieja y -en comparación con lo actual- casi inocua extracción de oro sigue contaminando 100 años después.
Chichín Acosta: “¿Qué nos quedó? Un montón de hierros obsoletos. ¿Qué nos va a quedar ahora? El cráter de la montaña. Y a lo mejor terminan instaurando el Monumento Nacional al Hueco”.

Picolotti y los irracionales
El gobierno nacional intentó siempre respaldar a Maza. En diciembre de 2006 el gobernador recibió a la secretaria de Medio Ambiente de la Nación, Romina Picolotti, designada originalmente con la intención de domesticar a Gualeguaychú. “Vino a La Rioja, nos citó para hablar, nos hizo esperar tres horas, y al final no nos recibió, por pedido de Maza” relata Gabriela. “Terminó escapándose por la puerta de atrás para no cruzarse con los asambleístas”. La señora Picolotti compuso un discurso para cada oreja. Declaró que la minería a cielo abierto “puede ser contaminante” pero aseguró también que Maza “está convencido que ambiente y desarrollo pueden ir de la mano”. Agregó: “La posición (del gobierno) no es un ‘no’ a la minería, sería totalmente irracional.
Según este planteo, la ley que pedían las asambleas y firmó la Legislatura riojana, prohibiendo la minería a cielo abierto en la provincia, es totalmente irracional (y eso explica que el kirchnerista gobernador sanjuanino José Gioja, que tiene en su provincia a la Barrick, o que el secretario de Minería Jorge Mayoral, repudiaran la ley riojana).
“Lo importante -siguió Picolotti- es un ordenamiento del territorio y el desarrollo sustentable para garantizar una minería responsable”. En La Rioja ya no saben qué quieren decir tantas palabras, que quizás evoquen el monumento al hueco que propone Acosta. La propia página web de Barrick Gold lleva como título: Minería responsable. “Lo mismo decía Menem y dicen Maza, Picolotti, Kirchner, todos” enumera Jenny. “Empresas como Barrick bajan el discurso, los otros lo repiten”. En su declaración de “misión” (lo que indicaría que Barrick tiene una) la empresa escribe: “Para Barrick, la responsabilidad social implica diálogo abierto, trato justo y el compartir los beneficios del desarrollo minero con los vecinos”.
Otra idea drenada por la autoridades, que la minería puede ser controlada por el Estado, causó bastante hilaridad en la provincia, teniendo en cuenta que a los inspiradores menemistas de las leyes vigentes se les escapó lo del cianuro, y que esas normas subsidian a las mineras (combustibles, servicios públicos, impuestos de todo tipo). La sociedad ha visto a los funcionarios desviviéndose por las empresas: nadie percibe cómo podrían controlarlas. Eduardo Flores, productor de vid: “Cuando se sale de Chilecito hacia Famatina, en la ruta se ve todo un basural. Si no controlan eso, ¿qué van a controlar a la Barrick Gold?”
Picolotti huyó de los asambleístas, pero a esa altura quedaba una duda, sobre todo en Chilecito, la segunda ciudad riojana. ¿En qué medida la comunidad apoyaba los reclamos de la asamblea? “Acá hay que tener en cuenta que la gente está cautiva del plan de 150 pesos y el bolsón de comida, o del empleo estatal. Entonces muchos no participan ni hablan por miedo a perder lo que tienen. Es como siempre se manejan los políticos: con gente cautiva” describe Chichín Acosta. ¿Y qué puede pasar con la gente cautiva?
El 19 de febrero se celebró el aniversario de Chilecito. Se instaló un palco con las autoridades, encabezadas por el todavía gobernador Maza y su gran aliado, el intendente Fernando Rejal. La Coordinadora de Asambleas de Chilecito no había pensado ningún modo de participación, pero Jenny, Gabriela y Natalia empezaron a enviarse mensajes de texto, buscaron algunas de sus pancartas y banderas, y se lanzaron al acto.
Gabriela iba con su hija Lourdes. La policía las quiso obligar a bajar las banderas, hubo corridas, manoseos, hasta que se acercaron los adherentes a sueldo del señor Maza a solucionar la situación, en defensa de la policía. Jenny: “La patota nos empezó a amenazar” ¿De qué modo? “Váyanse o las hacemos cagar. Van a ser boleta”. La gente empezó a abuchear a la policía y a la patota mazista. Las mujeres se movieron hacia otro lado, y lograron cruzar el cordón policial con otros asambleístas. Desfilaron frente al palco con sus banderas “No a la minería”, “Podemos vivir sin oro pero no vivir sin agua” y “El Famatina no se toca”. Desde la plaza llegó la ovación más grande del acto. Chichín: “Tuve muchos momentos emocionantes en mi vida, pero nunca algo como eso”. Gabriela: “En el palco nos miraban desencajados”.
Al día siguiente Maza desistió del llamado a consulta popular para autorizar su reelección. “Se dio cuenta de que Chilecito ya no lo apoyaba” intuyen en la asamblea. En esos días se venían organizando cortes en Patquía, un nudo riojano de rutas. El tercer corte previsto no se llevó a cabo porque coincidió con el día de la caída de Maza. Carina, de Famatina: “Y nosotros no queremos que nos confundan con ninguna interna. No nos interesa el desorden, porque tenemos razón”. Es llamativo cómo el concepto de “desorden” queda velozmente instalado, apenas se lo ve desde esta nueva perspectiva, del lado de los políticos, las tramoyas, la corrupción, la manipulación, las patotas pagas, la policía corriendo mujeres.

A 5.000 metros
La rebelión contra Barrick Gold y sus aliados gubernamentales incluyó a los docentes de las escuelas como la EPET de Chilecito que rechazaron por carta cualquier apoyo que la empresa o la Secretaría de Minería quisiera brindar a la institución: “Ya sabemos que te pintan una pared, te dan borradores y tizas y tenés que pone un cartel agradeciéndoles lo buenos que son” dice Iván, uno de los chicos del último curso. Funcionarios nacionales enviados para preguntarle a los chicos “¿Por qué decirle no a la minería?” se encontraron en Famatina (Escuela Provincial de Comercio) con preguntas inversas. ¿Por qué decirle sí?
¿Por qué si trae tantos beneficios, en Catamarca -con más de 10 años de Bajo Alumbrera- Belén, Andalgalá y Santa María siguen siendo pueblos pobres, y con una contaminación que ya alcanzó a tres provincias?
¿Cuál es el despegue para la provincia, si Catamarca sigue igual que siempre?
¿Cuál es el interés del gobierno riojano en defender algo a lo que el propio pueblo le está diciendo que no?
Los funcionarios no lograron contestar. Stefani, 16 años, se mira el guardapolvo blanco: “Dijeron que el cianuro no es maligno. Piensan que somos tarados”. Rodrigo, la misma edad, dice un poco perplejo: “No se entiende por qué creen que su palabra vale más que la de la sociedad”.
Este modo de plantarse frente al tema por parte de chicos y grandes, merece recordarse, ocurre en un territorio que el historiador Ricardo Mercado Luna describió así: “Esta Rioja signada por aparentes fatalismos, por alentadas resignaciones, por la encerrada opción del conformismo…”. La fórmula de lo social, según esta mirada, era: “acatamiento-resignación-fatalismo; lo hecho, hecho está”.
Hay asamblea en Famatina. Los vecinos conversan con fluidez, sin discursos, van puliendo y mejorando entre todos ese material precioso llamado “ideas”. No se perciben acatamientos ni conformismos. “A veces peleamos” reconoce Carina “algunos somos muy mecha corta, pero al día siguiente ya estamos buscándonos para pedir disculpas y seguir juntos”.
¿En qué los cambió la asamblea? “Me dio seguridad, fuerza, y me enseñó que con los demás uno puede conseguir lo que se propone”. La asamblea de la que participó Mu culminó con una colecta en una bolsita blanca de nailon: 97 pesos.
En el corte, también se conversa. Sobre la consulta popular, las trampas a las que pueden someter a la gente: “En Chilecito el intendente Rejal es el que siempre apoyó a Maza, está tratando de extorsionar a los empleados públicos y a los que tienen planes para que no voten, y así quitarle legitimidad al resultado”. El gobierno nacional, se sabe, cree que es irracional prohibir la minería a cielo abierto. Nadie sabe si meterá la nariz en el tema, cosa que sí intentará hacer seguramente la Barrick Gold. Todo este conglomerado puede reunir en su bolsita más de 97 pesos.
A 5.000 metros de altura uno siente que los pulmones desfallecen, pero a don Pancho Peralta le sobra el aire. Integra la asamblea de Famatina y es uno de los que traslada turistas a tocar el cielo con las manos. El celeste es de una intensidad incomprensible. Me muestra el pico General Belgrano, 6250 metros con sus glaciares en la cumbre. Pasa un cóndor que no mueve las alas. Veo venir hacia nosotros una nube. Nos envuelve. Estar literalmente en las nubes es algo extraño. Don Pancho me muestra varios cerros del Cordón del Famatina, surcados de caminos, como cicatrices. “Ahí se ven las exploraciones que van haciendo. Cavan un pozo de unos 30 centímetros de diámetro, a cientos de metros, de ahí sacan las muestras y tienen como la radiografía de toda la montaña”. Las muestras son las piedras y minerales que se depositan en cajas que mandan a examinar para ver cuánto de oro y cuánto de otros metales estratégicos se puede extraer. “Con las muestras, ya financian toda la exploración” dice el hombre. Y señala en círculo, desde el punto en el que estamos parados: “Todo esto va a dejar de existir. Porque aquí van a hacer las explosiones, los cráteres, y como aquí nace el agua de casi toda la provincia, el cianuro va a contaminar allá abajo”. Allá abajo hay nubes, pero más abajo todavía se alcanza a ver parte de Chilecito, parte del mundo. “El detalle que no se imaginaron” murmura don Pancho que logra respirar oxígeno no se sabe de dónde, “es que no los vamos a dejar. La última gota de sudor y de bronca la dejaremos acá”. Y se entusiasma: “La asamblea es muy linda, es una gran alegría ver el grupo que abrazó esta causa y cómo se suma la gente. No hay políticos, no hay jefes, los jefes somos nosotros. No tendremos recursos, pero ya ven cómo no solo con plata es que uno logra hacer las cosas”.
“Cuando una cosa es verdad basta que alguien la diga una sola vez para que uno sepa que es cierto”.
Tal vez las asambleas estén diciendo, una sola vez, lo más nuevo y coherente que se puede pensar en estos tiempos: que el presente y el futuro pueden ser diferentes del pasado. Que se pueden hacer cosas colectivamente para aumentar la libertad, para garantizar la vida, para romper la resignación, y para aprender a respirar, incluso donde parece que no hay aire. Alrededor del Famatina se están explorando los alcances de semejante hallazgo.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

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Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

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