CABA
Mc Body recuperada
La marca Mac Body lleva treinta años en el mercado de la ropa de niños. Ahora su producción pasó a manos de sus trabajadores. Cómo fue lo que llaman “nuestra pequeña revolución”, que sumó otra fábrica a la lista de recuperadas.
La planta de tres pisos ocupa un cuarto de manzana, a pocas cuadras de la estación Villa Urquiza del ferrocarril Mitre. Una zona arbolada, de veredas amplias, que tiene su banda de sonido propia: la cadencia del tren. Allí hace un año y medio cuarenta trabajadores decidieron hacer frente al “Vayan buscando otro laburito” que los hermanos Silverman, dueños de la fábrica, deslizaron poco antes de desaparecer de la escena.
Cheeky, Mimo y la toma
El presidente de la Cooperativa, Gastón Peña, cuenta que fue un proceso lento pero inexorable de endeudamiento y cuentas poco claras, hasta que en mayo del 2007 todo estalló: no estaba el dinero de los sueldos. Reunidos en asamblea, los trabajadores decidieron ocupar la planta. “La toma duró 16 días, pero la medida fue pensada como forma de presionar a los patrones para que pagaran, al menos, las indemnizaciones”. Sin embargo, los Silverman se hicieron humo. Mac Body quedó, entonces, en manos de quienes realmente habían sostenido la marca, que junto a Mimo y Cheeky; llevaban diez años confeccionado.
Peña sostiene que recién a partir de ese momento se empezaron a conocer, a pesar de haber estado juntos un montón de años. Admite que fue difícil porque el dueño había aplicado todas las estrategias para generar divisiones y enfrentamientos entre los trabajadores, pero que lograron saltar esas piedras del camino. Y otras también.
Cómo se achica una empresa
Gastón recuerda que en 2000 Mac Body fue record de ventas en el mercado de indumentaria infantil. Para sostener ese nivel de demanda eran casi trescientos empleados repartidos entre la planta y las 20 sucursales que tenía la empresa en ese tiempo. Toda esa gente fue despedida o expulsada, porque decidieron irse al ver que las condiciones laborales empeoraban. “Por ejemplo, en un sector donde trabajaban diez personas dejaron tres –narra el trabajador- Terminamos siendo cuarenta comodines ocupando todos los puestos. Llegamos al 2007 sin cobrar aguinaldo ni vacaciones. Mientras tanto, la producción no mermaba, sólo la calidad de las telas con las que trabajábamos”.
Antes de que los dueños de Mac Body avisaran que se les estaba ‘complicando’ pagar los sueldos del personal, comenzaron a cerrar sucursales. Marcelo Astudillo, vocal titular de la cooperativa recuerda que en ese momento trabajaba en el sector de mantenimiento. “Yo vivía esta situación de cerca, porque cuando íbamos a desarmar los locales la gente que trabajaba ahí ni siquiera había sido notificada. Los compañeros no estaban enterados de lo que estaba pasando y nosotros sí. Llegó un momento en que aparecíamos con las herramientas y era un río de lágrimas”.
Nuestra propia revolución
Los locales cerrados se iban sumando y los muebles de las ex sucursales llenaban el garaje de la empresa. Suficiente información como para que los trabajadores de la planta recurrieran al asesoramiento gremial de la Unión de Cortadores. Para el 11 de mayo de 2007 era oficial la frase patronal: “Vayan buscando otro laburito”. El presidente de la cooperativa dice: “Cuando el dueño nos anuncia que iba a cerrar la fábrica, le respondimos ‘él que se va a tener que ir sos vos, nosotros estuvimos aguantando todas las crisis`. Nos subestimó.” Entonces, el sindicato les aconsejó no moverse del lugar de trabajo previendo que al día siguiente no pudieran ingresar a la planta. Gastón considera que ese fue el momento clave: “Ahí decidimos hacer nuestra propia revolución y quedarnos”.
Marcelo Astudillo, vocal de la cooperativa, acota: “Hasta la gente que tenía más afinidad con el dueño también sintió que se iba a quedar afuera y se alió con nosotros, los que tenemos la pala, la fuerza de trabajo”.
¿Cómo pensar distinto?
Los trabajadores coinciden en señalar que la medida fue implementada para obligar al dueño a, por lo menos, pagar las indemnizaciones. Los hermanos Silverman aparecieron una sola vez durante los 16 días que duró la toma con la pretensión de ingresar a su propiedad. Marcelo relata: “les dijimos que la única opción que tenían era ir al Ministerio de Trabajo a hacer una oferta, porque de la planta solo saldríamos con nuestra indemnización”. Nunca más aparecieron.
Gastón advierte que en ese momento “fue difícil empezar a conocernos los de arriba, los del medio y los de abajo. Conocernos de golpe, después de tantos años juntos, revertir las divisiones y enfrentamientos que los dueños habían construido con tanta obstinación. Había gente que se creía que era amiga del patrón, me decían ‘Yo lo conozco, me invitó a su casa a comer asados’. Él generaba enemistad entre los diferentes sectores. Pero junto con las astillas quedan las raíces: todos los que laburan acá saben hacer el trabajo desde cero”.
Para Marcelo esos días de la toma fueron un descontrol “la gente no sabía dónde iba ir, qué iba a pasar. Algunos eran más fuertes, otros más débiles y, a la vez, había que apuntalar a los que se iban para atrás. Es natural, porque para sostener esto tenés que hacer cambios internos, y no volvés a ser el mismo que eras antes. Imagináte a una persona que hace diez años que está manejando una misma máquina ¿cómo hace para pensar distinto?.” “Es que uno está acostumbrado a que le digan: ‘Hacé esto, o aquello’ –apunta Gastón- y cuando el tipo que daba las indicaciones no está más, uno se siente prisionero de su propia libertad”.
El cambio, sin embargo, fue posible: a los 16 días de permanecer día y noche en la fábrica los trabajadores decidieron hacerse cargo y remontar Mac Body.
La trampa off shore
Cuando la justicia intervino en el caso se supo que los hermanos Silverman habían cometido una serie de irregularidades –crear tres sociedades off shore en Uruguay para desviar fondos, no pagar los aportes previsionales, etc- por las que se declaró el concurso de la empresa.
Gastón rememora los inicios de la gestión obrera: “A la gente del juzgado N* 14 les rendíamos cuentas peso por peso. Nadie se llevaba nada. Empezamos a trabajar y a los tres meses nos asignan la co- administración: la empresa quedó a cargo de los trabajadores y el juzgado. Venían, miraban las cuentas y como estaba todo bien, no hubo problemas”.
En tanto, el trabajo llegaba de a poquito. Los dueños habían dejado colgados a muchos clientes que pagaban con anticipación las colecciones. El presidente de la cooperativa cuenta: “El dueño no pudo cumplir con este compromiso porque no pagaba las telas y dejaron de vendérselas. Eso fue una gran piedra en el camino porque nosotros íbamos a comprar dos o tres rollos en efectivo y nos decían: ¿Quién paga las deudas de Mac Body?”.
Los trabajadores se hacían idéntica pregunta: “A pesar de esto, nosotros avanzábamos: los dueños no aparecían y el juzgado nos dejaba hacer, pero no teníamos nada definido”.
El arte de expropiar
Recién entonces decidieron comenzar los trámites para conformar una cooperativa y no perder la producción. Marcelo señala: “A partir del sexto mes cuando se vence la co-administración, la fábrica pasaba a ser administrada por el juzgado y nos querían cobrar una especie de alquiler. Nos juntamos en el estudio de nuestro abogado y dijimos: ‘Muchachos, ahora le vamos a tener que tomar la fábrica al juzgado’. El juzgado se asustó y fue para atrás con esas intenciones. En ese momento, sentamos un precedente: nos dieron la matricula sin tener la quiebra”.
El 29 de noviembre la Legislatura de Buenos Aires anunció la expropiación de la empresa a favor de los trabajadores. Tres meses después se declaró la quiebra fraudulenta de la empresa de los hermanos Silverman y ahí, si, con todas las de la ley, comenzó a funcionar la Cooperativa Trabajadores de Mac Body.
Saltando las piedras
“Acá vienen chicos que estudian sociología, periodismo y nos dicen: ‘Que bueno lo que están pasando ustedes’ Para ellos es fácil decirlo, pero los quisiera ver de mi lado, ver en la práctica dónde se paran. Esto no es color de rosa” resume Marcelo. La idea queda flotando en el silencio, y Gastón habla para completarla: “Discutimos mucho en un sentido positivo y constructivo. Hacemos una reunión de Comisión Directiva una vez por semana y tenemos una sindica que se reúne cada quince días con los asociados para que todos estemos informados de cómo marchan las cosas. Nosotros apostamos a mantener esto claro y en orden por el bien de todos”.
Dicen, a modo de ejemplo, que todavía no pudieron ajustar los sueldos al costo de vida, pero que su apuesta a largo plazo es conseguirlo. “Empezamos en marzo y todavía no logramos generar una ganancia, cada mango que se hace se reinvierte. –explica Gastón- Nos juntamos y decidimos la compra de telas, si sacamos un crédito, si conviene hacer esto o aquello. Tenemos un reglamento que hicimos en base a decisiones en conjunto: acá nadie es dictador de nadie. Lo bueno es que nosotros sabemos cuales son las piedras en este camino, saltarlas o chocarlas depende de nosotros”.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.