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La siesta de la yarará

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Es autor de un libro de cuentos que tal vez explique varios misterios del Paraguay rural sometido durante siglos. Catalo habla, de paso, de su militancia en Argentina, Lugo o las dobles vidas, y la vox populi.

¿ Es ésta una historia política? Saturnino ve una yarará dormitando, peligrosamente enroscada: “Carajo, si no es la sequía es la inundación. Si no son los fusiles, son las leyes. Polvos, miserias, calor, espinas, plaga, hombres, animales, plantaciones, palabras y sueño. Todos estamos maldecidos y sitiados” dijo. Miró un rato a la serpiente y la dejó durmiendo.
Así es el final de un cuento de 14 líneas de Catalo Bogado Bordón, en su libro Insurgencias del recuerdo. Latinoamérica suele ser un lugar más literario que los libros, las bibliotecas, las librerías y las ferias. Hasta el llamado realismo mágico –o cualquiera de las otras etiquetas justas o injustas promovidas a fuerza de marketing y editoriales europeas– suele resultar una crónica siempre menos alucinante que la propia realidad. Catalo Bogado Bordón funciona como un cronista de esa realidad que oscila sin descanso entre el sueño y la pesadilla. Es un paraguayo de 55 años que de chico pudo ver cara a cara la violencia y la desigualdad, y que ahora ha plasmado en esas Insurgencias del recuerdo, una obra que podría ubicar a Catalo, virtual desconocido para los argentinos, como un narrador capaz de darle batalla a una enfermedad virósica llamada amnesia.
Catalo vio la represión de Alfredo Stroessner a toda oposición paraguaya, durante una dictadura de 35 años, huyó a Argentina donde también militó políticamente, y de cada recuerdo ha hecho un intento de reconstrucción de realidad y de vida, incluyendo algunas interpretaciones políticas sobre la yarará durmiente.
 
Cómo se renuncia a Satanás
Datalo Bogado Bordón nació en 1954, contemporáneo de la llegada al poder de Alfredo Stroessner, que logró ser dictador en un sentido apoteótico de la palabra. Su vida podría ser un cuento. Parte de la familia de Catalo se sumó masivamente al movimiento 14 de Mayo, contra esa dictadura. “En esa primera incursión guerrillera de 1959, un tío mío, Tomás Cubilla, cayó en la orilla del Paraná. Eso motivó que toda mi familia se desbandara y que huyera hacia Argentina, incluyendo a mi padre que era juez y pertenecía al Partido Febrerista. Por precaución, dijo. Me dejaron con mi abuela en un pueblito llamado Charará y se fueron todos”.
En Charará, que hoy se llama Eugenio Garay, había un militar que para el pequeño Catalo era el símbolo de lo peor: “El coronel Colmán, se llamaba, montó su puesto de comando para reprimir”. Estamos hablando de comienzos de los 60. Siempre se vincula la herencia de la dictadura argentina con antecedentes nazis, franceses o norteamericanos, omitiendo cierta genealogía práctica paraguaya. “En aquella época los que eran capturados eran torturados, tirados desde aviones, degollados o tirados a los chanchos. Y a los que colaboraban con los insurgentes lo mínimo que se les hacía era traerlos al pueblo y rebautizarlos. Venía el militar con sus colaboradores, el sacerdote, algún ministro, y se les hacía jurar que renunciaban a Satanás y que serían fieles al gobierno y a la iglesia católica. Recibían un nuevo bautismo. Los que no aceptaban esa ceremonia eran tomados como comunistas, y los ejecutaban. Ahí pasé mi niñez y adolescencia”.
Catalo, con su abuela, crecía y crecía. También su sensación de un futuro poco hospitalario. “A los 16 años uno ya tenía que irse para el cuartel, al servicio militar obligatorio. Y ante esa perspectiva decidí viajar a Buenos Aires para estar junto a mis padres, que vivían en el exilio”.
 
La Triple A y Montoneros
Catalo llegó en 1968, dictadura de Juan Carlos Onganía, que frente a la de Stroessner podía resultar casi ateniense. Tiempos del Mayo Francés y nacimiento de sueños de cambiar el mundo para toda una nueva generación. Pasaron el Cordobazo, el nacimiento de los grupos guerrilleros, el secuestro y ejecución de Pedro Aramburu, las juventudes resistiendo. “Y vino el tiempo de Cámpora Presidente, Perón al poder, después la caída de Cámpora, López Rega, la Triple A, la muerte de Perón, Isabelita, la dictadura. Yo no me quedé ajeno a todo eso”.
Catalo anduvo estudiando por la célebre Escuela Superior de Periodismo de La Plata (hoy mutada en facultad) y toda su experiencia de vida lo llevó a volcarse naturalmente a la militancia. “Era la época de los ideales. Yo estaba con las juventudes, más que nada con los montoneros. El peronismo de la derecha en todos los barrios tenía a todos los soplones”. Catalo cuenta qué hacían por las noches: “Salíamos con la mochila; repartía panfletos, por Flores y Colegiales, íbamos a tomar un café a algún lado y dejar una bombita de humo. Ni sabía para qué, pero había que hacer algo. Hasta ahí nomás. Nada demasiado central”, dice, aunque por “hacer algo” aunque fuese un tanto periférico, desapareció también mucha gente.
Otra actividad era trabajar contra el tratado de Itaipú: “Lastimosamente se confirmó lo que denunciábamos, que todo Brasil se iba a pasar para Paraguay, y la soja es un pretexto más de una situación de toda la vida, el expansionismo brasileño”. ¿Cómo ve la cuestión de la soja? “Mi problema no es con la soja, sino la manera en que se planta; ante la ausencia de Estado hay toda clase de abusos, deforestación, agrotóxicos. Pero el problema de fondo es el expansionismo que hace 35 años ya estábamos denunciando”.
Vuelta a los 70. Cuando Catalo constató que a fuerza de bombas de humo y volantes no era mucho lo que se lograba, volvió a Paraguay (1977) y organizó sus papeles para irse a Estados Unidos, donde vivió 14 años. “Ahí tenía una vida militante de difundir la realidad paraguaya, pero para vivir vendía productos artesanales de países como México y Ecuador. Y algo también del Paraguay”.
 
Guaraní milagroso
En 1995 Bogado Bordón volvió definitivamente a Paraguay. “Lo que tenga que reír y lo que tenga que llorar, será allí”. Se asombró con lo que considera un milagro: la persistencia del guaraní. “Pese a 500 años de represión y prohibiciones, el 90 por ciento de los paraguayos habla y entiende guaraní, y el 10 por ciento sólo lo entiende. Todo sentimiento, toda el habla se expresa en guaraní. Sólo a la hora de escribir se recurre al castellano. Pero cualquier conversación común y corriente se da en guaraní, hasta en el Parlamento. Ya hay traducciones al guaraní de Homero, Shakespeare, un amigo mío acaba de terminar Don Quijote de la Mancha y antes había traducido el Martín Fierro”.
La resistencia de la lengua no tiene un correlato político. Y tal vez allí nace parte de la literatura de Catalo: “Para mí escribir ha sido una especie de catarsis. Un trauma que yo llevaba por dentro, que me hacía sentir siempre infeliz. La dictadura stronista en Paraguay iba fortaleciéndose más y más, duró desde 1954 hasta el 1989 y yo tenía la impresión de que las revueltas, las tímidas subversiones como el Movimiento 14 de Mayo estaban cayendo en el olvido”.
Ese olvido es lo que empuja a Catalo a escribir, como modo de narrar la vida real de toda una época. “Nadie quería hablar de lo que había pasado en aquellos años. Incluso algunos de mis parientes negaban haber tenido un familiar desaparecido. Stroessner duró casi 35 años y no encontró mayores obstáculos para mantener su hegemonía. Barrió con todo tipo de organización que no estuviera de acuerdo con el régimen. Y si bien toleró algunas componendas nimias con sectores opositores, hizo lo que quiso y no tuvo inconvenientes para controlar las aisladas, y diría heroicas, manifestaciones populares que no tenían una formación sólida para enfrentar al aparato estatal”.
Otro de los relatos de Bogado Bordón es El fantasma del Ycuá Bolaños que narra el incendio de un shopping en el que fallecieron más de 400 personas. “La justicia no se dio por aludida, hay una total impunidad, ni un culpable”. Cualquier comparación con Cromañón, Argentina, queda a cargo de los lectores. Catalo: “Pero en esa historia encontré además el modo de hablar de la migración forzada de campesinos por extensión de la ‘patria sojera’ y la presencia de los brasiguayos armados de dinero que expulsan a los campesinos. Ésa es otra realidad de la que no se habla”.
 
Promiscuos y reaccionarios
Catalo anduvo militando por el Partido Liberal: “No será de izquierda pero tampoco es corrupto ni reaccionario. Lo que pasa es que no veo encuentro de la izquierda, que está totalmente atomizada. Toda su energía se gasta en combatirse entre ellos. Es la herencia de la dictadura: la mezquindad”.
Catalo cree que los partidos convencionales irán poniéndose maquillajes progresistas, justamente para que nada cambie. “Ya hay ‘colorados socialistas’, o hay ‘izquierdistas liberales’, que tratan de captar las inquietudes de los jóvenes. Más allá de eso yo creo que se van a dar fenómenos nuevos, movimientos sociales y de campesinos más independientes de los partidos, como hay en toda Latinoamérica. Pero todavía no tienen impacto. Hay organizaciones sociales peleando. Lastimosamente no prosperan y se atomizan inmediatamente. Por lo menos hay inquietudes”.
Sobre Fernando Lugo cree que es justo recordar un detalle: “Asumió la presidencia de uno de los países más corruptos del mundo, no lo digo como opinión sino como dato estadístico”. Y con el poder en la práctica del Partido Colorado. “Todos los funcionarios públicos son colorados. Y Lugo no tiene oficio, es bastante verticalista, no muestra mucha capacidad para negociar y hacer cambios importantes. No hubo una revolución, apenas hubo unas elecciones. Pero tenía mucho margen para hacer los cambios y no los hizo”.
 
¿Qué tipo de cambios?
Cambios de fondo. Paraguay es el país más desigual de América. El 10 por ciento dueño del poder político-económico. Tiene una riqueza casi absoluta. Todos son latifundios. La gente tenía esperanzas de llegar a una reforma agraria verdadera que hasta ahora no se ha podido ni siquiera iniciar. Por otro lado lo que más se siente con respecto a la falta de cambios, es en lo relacionado con el cambio de hombres. Los mismos funcionarios, hasta los comisarios, siguen en cada pueblo y cada ciudad como si nada hubiera pasado. Eso ha generado un desencanto rayano en la desilusión.
¿Y el tema de Lugo, sus mujeres y sus hijos?
Esas cosas culturalmente no impactan mucho al paraguayo, porque es vox populi que la gente de la Iglesia tiene esa vida paralela. Lo que pasa es que ningún sacerdote ni obispo fue presidente hasta Lugo. Pero es conocida la promiscuidad de la gente metida en la religión. Había chistes y bromas en ese sentido que ahora vienen a confirmarse. No ha sido una sorpresa para la gente común, pero es una herramienta para la gente reaccionaria porque le sirve en bandeja que le roben la fuerza a Lugo, que era moral. El desencanto mío personal es que no tomó medidas. Había que hacer leña del árbol caído y reaccionario. Pero lo dejó estar y le ha brotado el tronco inmediatamente.
 
Ahí se explica el cuento del comienzo, con la yarará enroscada, que ahora pasa a ser revelado en su entraña política. “Quise mostrar a ese personaje que se compadece y deja durmiendo a la serpiente. El campesino representa a Paraguay, y la yarará al Partido Colorado. Cuando el stronismo se desplomó, hubo euforia y en cierta medida nos compadecimos. Y dejamos a los colorados durmiendo en el poder. Al poco tiempo ese partido se despertó, reaccionó, y ahora vuelve a morder. Y para colmo Lugo, como te decía, le deja todo en bandeja”. Ese cuento tiene una continuación: “El hijo del campesino que no mató a la serpiente, muere picado por ella”. Catalo ya está entre los que esperan que su propia crónica sea desmentida por alguna insurgencia de la realidad.

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