Nota
Ceremonia en la tormenta: lo que revelan las muertes de Sandra y Rubén
La despedida de la vicedirectora Sandra Calamano y el auxiliar Rubén Rodríguez estuvo cargada de lágrimas, broncas y datos: ocho denuncias por los problemas edilicios recibieron como respuesta oficial bonaerense el silencio, que hoy es estruendoso. Una garrafa estalló en la Escuela N°49 de Moreno. Por minutos no murieron decenas de alumnos, pero estallaron las vidas de Sandra y Rubén, vicedirectora y empleado del establecimiento. Los datos, el abandono estatal, y los susurros que explican el presente. Escriben Ezequiel Scher y Alejandro Volkind. Fotos de Nacho Yuchark.
Una suave catarata de susurros genera una vibración sobre el césped repleto de tumbas, mientras el cura brinda el responso. Tres coronas y el ruido de sollozos son la escenografía final de una espantosa escena, anunciada por ocho denuncias previas al Consejo Escolar de Moreno.
Los buzos fosforescentes de egresados se juntan con pecheras sindicales, con guardapolvos blancos y con familiares que se golpean la cabeza contra la nada.
Una explosión por una pérdida de gas: «Qué mierda, qué mierdas», se escucha. Un compañero levanta el brazo y grita: “Rubén Rodríguez”. La respuesta colectiva: «presente».
Y luego: “Sandra Calamano”. Presente.
Ahora y siempre.
Ahora: y siempre.

Foto: Nacho Yuchark
Abandonados
El ejercicio por evitar el olvido suena a colmo en esta localidad que parece olvidada por el Estado. Moreno, un partido con más de 500 mil habitantes, tiene problemas de infraestructura para el ojo de cualquiera. Sólo un funcionario miope o cínico lo puede negar. Y aún así tendrá que ir contra sus propias resoluciones: la emergencia la habían declarado el Concejo Deliberante, el Consejo Escolar, y hace menos de dos meses que la Municipalidad de Moreno, la Provincia de Buenos Aires y el Consejo Escolar de Moreno firmaron un acta acuerdo en la que asumen el compromiso de aceptar una serie de competencias y responsabilidades durante 2018 en materia edilicia. Allí están detalladas todas y cada una de las necesidades de cada escuela del distrito.

Foto: Nacho Yuchark
La región 9 de la Provincia de Buenos Aires -Moreno, San Miguel, Malvinas y José C. Paz- exhibe en la voz de sus trabajadores de la Educación reclamos más desagradables que las calles con cráteres de barro y basura jamás recolectada de la zona. Mariana Cattáneo, secretaria de SUTEBA Moreno, dice a lavaca: “No interesan las condiciones en que se aprende ni en que se enseña. Tenemos escuelas que al 80% están abandonadas a su suerte. Hay una escuela primaria que se incendió en 2016 y que nunca se remodeló. Los pibes están en aulas de chapa, modulares. En la Escuela secundaria 6, los chicos hicieron una sentada en el barrio y vino la Gendarmería. Es una obra vieja, porque no es que acá no hubo problemas de infraestructura anteriormente, pero ahora está todo parado y no hay respuesta. No podés ir a la Dirección provincial de Infraestructura porque nadie te atiende, disolvieron la Unidad Ejecutora Provincial e intervinieron el Consejo Escolar de Moreno, con lo cual saben directamente del interventor lo que pasa. Y no hicieron nada».

Foto: Nacho Yuchark
Hay una bomba en la escuela
Según los docentes, alumnos, padres y todo el mundo, hay escuelas con:
- Paredes electrificadas.
- Pérdidas de gas.
- Estufas apagadas para evitar las pérdidas.
- Pozos que se desbordan de materia fecal.
- Cielorrasos que se desploman.
- Faltante de meriendas.
Hernán Pustilnik, maestro de tercer grado, estaba llegando a la escuela primaria número 49 cuando su compañera Marisol lo llamó y le avisó que había explotado la sala de profesores y habían encontrado el cuerpo de Sandra, la vicedirectora, en la casa de al lado. Ahora, como puede, explica: “Terminan siendo dos héroes. Porque por veinte minutos fueron ellos y no los 400 chicos y chicas que van a clases todos los días”.

Foto: Nacho Yuchark
Sobre la esquina de Bartolomé Mitre al 2200, pasa un coche fúnebre que lleva un cartel: “Rubén, tus compañeros, por tu compromiso militante”. Termina el velorio y una fila de autos y de micros viaja con la tristeza sobre los hombros hacia el cementerio. Por mensaje de WhatsApp se comunican con compañeros y con compañeras de toda la provincia de Buenos Aires.
Maldicen contra Clarín, que culpó a un anafe del asesinato. Responsabilizan en cambio a María Eugenia Vidal, por olvidarlos. Aseguran que los problemas edilicios comenzaron hace muchos años. Que hace dos años se profundizaron. Que el Consejo Escolar, órgano que representa al Ministerio de Educación y a sus subsecretarías, siempre supo de las denuncias y, sin embargo, presionaba a los directores de las escuelas para que las clases nunca frenaran. Como sea, para cumplir con la promesa electoral. A pesar de lo que sea. Aunque ese “sea” se haya vuelto dos muertes.

Foto: Nacho Yuchark
Yo sabía
El Consejo Escolar es una institución republicana. La sociedad vota a sus miembros. En la última elección, ganó el Frente para la Victoria. Luego, fue intervenido, acusado de corrupción. Muchos de los que ahora ocupan los cargos formaban parte de la lista que había perdido. En general, miembros de Cambiemos, el partido que gobierna y decide la intervención.
Lejos, a 42 kilómetros, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el subte, hay publicidades del Gobierno que invitan a buscar, en su página de Internet, informaciones sobre el monóxido de carbono que sale del gas. Acá eso no existe. El «yo sabía» que esto podía pasar se repite en la voz de padres, de madres, de alumnos y hasta en los encargados del merendero de la zona. La palabra mágica es de pesadilla: «naturalizamos».
En el camino al Cementerio Parque del Buen Retiro, un docente relata: “Hay una escuela, incluso, donde los chicos comparten el patio con transas. Por suerte, hay un acuerdo para que no le vendan a los chicos”.

Foto: Nacho Yuchark
El cortejo fúnebre pasa por la escuela. Está cerrada, como casi todas hoy. Por dentro, está destruida. Un nene camina con su mamá de la mano y la lleva hasta la puerta. Le señala con el dedo el cartel que pintó: “Sandra, vos eras mi segunda mamá”. Lo firma «3º B». Se acercan a un pequeño altar que se formó, rezan un Padre Nuestro y lloran.

Foto: Nacho Yuchark
Todxs son Sandra
En la plaza principal de Moreno, la figura de Sandra se reconstruye en cada charla. Que iba hasta los sábados. Que. armó la orquesta, o un taller de estampado que también le dedica una cartulina grande: “Pedimos justicia y mandamos fuerza”. Que a la escuela llegaba primero y era la última en irse, que aunque no cobraba un peso iba los sábados a abrir la escuela porque funcionaba un proyecto de orquestas juveniles, que limpiaba el aula y preparaba el mate cocido para los presentes, que siempre hablaba con los padres y los aconsejaba, que explicaba como aprovechar al máximo la lavandina para lavar los pisos, porque el Ministerio no mandaba suficiente, que este lunes había estado en la marcha de antorchas en defensa de la educación pública, y que luchó hasta el último día.
Literal.
Todos sus compañeros tienen algo para contar y compartir de la vicedirectora del colegio n° 49 de Moreno. Esa descripción es, también, parte de su cotidianidad. “Nosotros no solo somos docentes sino que pintamos paredes, le damos de comer a los pibes, sacamos plata de nuestros bolsillos para comprarles fotocopias”, asegura Gabriel, docente de la Escuela secundaria 16 Florencio Molina Campos. “Yo soy técnico mecánico y he soldado puertas, arreglé bancos, hice instalaciones eléctricas, hacemos tareas que no son las que tenemos que tener al frente del aula pero que se imponen porque la escuela, sobre todo en las barriadas, es el último bastión de dignidad que le queda a la clase trabajadora más humilde”.

Foto: Nacho Yuchark
Las escuelas olvidadas son tan centrales que algunos docentes aseguran que se están usando como espacio de trueque. “La gente viene lunes, miércoles y viernes para cambiar lo que quizás le dieron como souvenir en un cumpleaños de 15”, cuenta un maestro de otra escuela. Parecen estar hartos de estar hartos en esta zona al oeste del oeste. Durante años le pusieron parches a los problemas edilicios. La propia Directora de la Escuela 49 -quien hizo las denuncias en el Consejo, pese a que los funcionarios de turno la acusan como responsable de las muertes- llegó a limpiar los excrementos que desbordaban de los pozos. Esto parece un límite. Por los grupos de WhatsApp de docentes circula éste mensaje: “Es decisión gremial con amparo del Consejo Ejecutivo Provincial, que, escuela que no esté en condiciones por problemas de infraestructura denunciadas, luz, gas, cloacas, techos, etc, DEBE SUSPENDER LAS ACTIVIDADES HASTA TANTO SE ARREGLEN Y SE DÉ LA SEGURIDAD EFECTIVA SOBRE SUS CONDICIONES LABORALES”.

Foto: Nacho Yuchark
La tormenta
El camino hasta las tumbas es de 200 metros de abrazos. El día gris y el frío en los cuerpos se reflejan en cada cara, en cada gesto.
En Vicente López, en Caseros y en Avellaneda también hubo manifestaciones y carteles con la misma consigna: “La escuela pública está de luto”.
Vidal, gobernadora, la misma que prometía en campaña de que estas cosas no ocurrirían más y que los docentes cobrarían 40 mil pesos por mes, aparece riéndose en un acto en Quilmes, mientras escucha un discurso de Macri. Casi nadie de la gestión aparece para poner la cara.
Una docente explica lo obvio: “Ojalá los gobernantes entendieran que los chicos y las chicas de Moreno tienen los mismos derechos que sus hijos”. Otros aclaran más obviedades: “Por minutos, no fue un alumno, o decenas de alumnos. Quizás, si fuera un alumno el impacto sería otro. Si fueran veinte alumnos, sería como fue lo de Once. Pero no. Le tocó a dos docentes. Y es tan grave como si hubieran sido más personas”.
Cecilia, maestra de 4° grado, detalla más obviedades: “Va a ser difícil convencer a los chicos de que vuelvan a clase porque ellos saben que adentro de la escuela hubo una explosión”. Pero lo obvio acá no existe.
Acá, los que siempre se encontraban en una escuela ahora se abrazan en un cementerio porque, luego de ocho denuncias que el Estado desoyó, la sala de profesores voló por los aires.

Foto: Nacho Yuchark
Volver y seguir
La explosión despertó a las comunidades educativas, y ayer las escuelas estuvieron hirviendo de asambleas. «Individualmente no vamos a ningún lado: tenemos que seguir todos juntos», dice Gabriel, docente de la 16.
¿Cómo se vuelve al aula? «Junto a los docentes y a las familias, que somos los que nos damos apoyo todo el tiempo. Volvés para decir que vamos a seguir reclamando lo que le corresponde a nuestros pibes porque nuestra vida son los alumnos, las escuelas, el barrio. Sandra todos los días le decía a los papás que vengan todos los días a la escuela, y es lo que hacemos. Entonces, ¿cómo seguimos? Abrazándonos. Es la única manera de seguir”.

Foto: Nacho Yuchark

Foto: Nacho Yuchark
Nota
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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