Nota
Inscripción online: las familias que crean sus propias vacantes
La inscripción online a jardines y primarias en la Ciudad de Buenos Aires sigue dejando chicos y chicas fuera de la educación pública, frente a un crecimiento récord de las instituciones privadas. Lo nuevo es el protagonismo y la organización de familias y docentes que consiguieron que se construyeran dos jardines públicos que aportan, juntos, 600 vacantes más. Aquí la historia del último, bautizado «Azucena Villaflor», que mañana realiza un festival en Plaza Boedo que pregunta «¿Dónde están las 3000 escuelas?» que prometió el gobierno nacional.
Por Alejandro Volkind para lavaca.org
Este martes 21 se publicaron los resultados de la inscripción online para el ciclo lectivo 2018 y, otra vez, otro año, miles de chicos quedarán fuera de la escuela pública.
El número preciso, con suerte, lo conoceremos dentro de meses. Se sabe que el gobierno porteño es poco afecto a brindar esta información: gran parte de este año, la ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, prefirió pagar una multa diaria de 100 pesos antes que dar los datos exactos de la inscripción realizada en 2016. Para conocerlos hubo que esperar hasta octubre, cuando la Justicia le comunicó al Ministerio que, de negarse nuevamente, la información sería extraída por la fuerza a través de un perito informático oficial.
Sólo así se pudo saber que en 2017 hubo 11.958 chicas y chicos que se quedaron sin vacante en alguno de los tres niveles de escolaridad obligatoria.
Los números crecen año tras año. De los 7 mil reconocidos en 2014, cuando debutó del sistema de inscripción online, la cifra trepó a casi el doble en 2017. Mientras, el presupuesto educativo va en caída libre y este año fue el más bajo de la historia, según un informe realizado por el ex legislador Patricio Del Corro. A su vez, hasta mitad de año, áreas como la Dirección General de Infraestructura Escolar habían utilizado apenas el 34% del presupuesto asignado.
Mejor suerte corrió la educación privada, que en los últimos cinco años aumentó el monto que recibe del Estado en concepto de subsidios y hoy da cobijo a la mitad de los estudiantes de la Ciudad, récord absoluto comparado a otras jurisdicciones del país. En el nivel inicial, de 720 jardines, 245 son públicos y 475 privados. Allí se encuentra el grueso de los excluidos en las inscripciones online, que este año dejó a 10.480 niños de entre 45 días y 5 años sin lugar en la escuela pública, pese a que, según la propia Constitución de la Ciudad, el Estado tiene la obligación de brindarles escolaridad.
Caer en la escuela privada
Ante este panorama, lo nuevo es el protagonismo y la organización de familias y docentes que a través de espacios como la Multisectorial por la Educación Pública o Vacantes para tod@s consiguieron que se construyeran dos jardines públicos, el Carlos Fuentealba y el Azucena Villaflor, único jardín maternal que se inaugurará en 2018, y sólo este año lograron que 150 chicos que habían quedado en lista de espera consiguieran vacante.
Desde el 2014, año en que se implementó la nueva modalidad de inscripción, año tras año se sucedieron historias como la de Patricia Pines, quien el primer día de aquel año llevó a su hijo a sala de un año del jardín del Hospital Ramos Mejía. Estaba emocionada, pero al llegar todas las dudas que tenía se resumieron en una: el aula, para 40 chicos, medía exactamente 3 metros cuadrados. Solo atinó a agarrarse la cabeza y salir directo al sindicato para denunciar la angustiosa situación.
Desde el Ministerio aceptaron que habían hecho mal los cálculos y, tras la primera inscripción online, la cantidad de alumnos del jardín se duplicó.
Los directivos tuvieron que reacomodar los espacios y en una semana desapareció la beboteca, se achicaron los espacios comunes y hasta los pasillos se convirtieron en salas para poder ubicar a los más de cien nenes que se incorporaron de sopetón.
En esos días, Patricia y otras madres del Ramos pasaron de la indignación a la organización, que después de tres años empieza a dar sus frutos.
Las historias de las aulas conteiner y en el Lenguas Vivas y el jardín Carlos Fuentelaba, contada en la MU de marzo de 2014
Hace poco más de un mes, y en sólo 40 palabras, el flamante ministro de Educación de la Nación Alejandro Finocchiaro dio de baja una de las más publicitadas promesas de la campaña 2015. “El plan de 3.000 jardines estaba muy bien diseñado, lo que pasó es que en muchos lugares no hay terrenos de la magnitud y las características que necesitamos, o los terrenos salían más caros que el jardín”, aseguró en un reportaje al diario Clarín.
Sin embargo, fueron los propios vecinos quienes advirtieron un terreno ideal en la calle Venezuela al 3200. Fue así que las familias que asistían al jardín del Hospital Ramos Mejía propusieran transformarlo en una escuela infantil. El propietario del terreno era nada menos que el mismísimo Ministerio de Educación de la Ciudad.
Al principio, el reclamo fue a través de una página de Facebook: “Queremos una escuela infantil en Venezuela 3269”. Luego vinieron los festivales en el barrio y los murales; las movilizaciones al ministerio y las volanteadas. Y ante el menosprecio gubernamental como respuesta unívoca, un nuevo festival y otra movilización.
En ese recorrido circular que durante meses puso en juego la perseverancia de madres y padres, empezaron a acercarse organizaciones que, protagonizando luchas similares, aportaron sus conocimientos, sus recursos y sus experiencias, como el colectivo de familias y docentes que venían peleando por poner en funcionamiento otro jardín recuperado, el Carlos Fuentealba en Parque Patricios. Ellos, a diferencia de las familias de Balvanera, habían logrado reunirse con funcionarios de la Ciudad e incorporaron las nuevas demandas: “Ahí socializamos las reuniones que veníamos teniendo con el que era el subsecretario de Gestión Económica Financiera de Recursos del Ministerio de Educación y le empezamos a exigir que en este edificio ocioso del ministerio de educación de la ciudad, tenían que construir una escuela infantil con salas desde los 45 días, que son las que más faltan”, cuenta Estefanía Barone, maestra e integrante de la Agrupación Juana Azurduy.
Desde entonces la pelea no fue por ser atendidos sino por ser escuchados. Desde el gobierno aceptaban la idea de crear un jardín en el galpón de la calle Venezuela pero no para generar nuevas vacantes en el barrio sino para trasladar el del Hospital Ramos Mejía que, desde hace años, no cumplía con las condiciones de seguridad.
En ese tironeo, a mediados de 2016, mientras peleaban para que el Gobierno solucionara el problema del jardín con una escalera de emergencia, se enteraron de casualidad que por decreto el jefe de Gobierno había aprobado una ampliación presupuestaria para Educación destinada a Infraestructura. “Conseguimos el PDF que tenía el detalle y vimos que entre las 20 escuelas que aparecían estaba ésta, pero con la dirección errónea: decía Venezuela 3200”, comenta Estefanía y se ríe antes de decir que, a partir de ese momento, se volvieron una pesadilla para los funcionarios. El 21 de septiembre se instalaron en el Ministerio bajo la consigna “Que florezcan las escuelas esta primavera”: hablaron con el subsecretario y lo comprometieron a tomar el tema.
Días más tarde se colaron en una de esas amigables y digitadas reuniones con vecinos que suele organizar el Gobierno de la Ciudad y pese a que no las dejaron hablar, lograron desplegar, ante la mirada atónita del subsecretario y de la Ministra Acuña, un pasacalle que sintetizaba todo: “No sobran chicos, faltan escuelas”.
A las tres semanas, el subsecretario las convocó y les aseguró que hacia fines de octubre estaría la licitación. Dijo, en noviembre ya estaría adjudicada la obra.
La comunidad organizada
El 2016 terminaba con un jardín encaminado y con otro, el del Ramos, con escalera de emergencia. Ahora sólo quedaba elegirle un nombre. Para eso organizaron un festival en Plaza Boedo, a pocas cuadras del futuro jardín. Por amplia mayoría, ganó el de Azucena Villaflor. “Lo elegimos por ser la primera Madre de Plaza de Mayo, también queríamos el nombre de una mujer, de una luchadora y de alguien del barrio; y Azucena tenía mucho vínculo con la Iglesia Santa Cruz”, explica Estefanía, que sabe que aunque la elección no fue para nada caprichosa, el nombre definitivo tendrá que recorrer caminos mucho más burocráticos. “Sabemos que quienes sean designados como docentes y las familias que accedan a esta vacante son los que van a participar en la elección del nombre, pero ahí estaremos para contarles la historia de la recuperación de esta escuela”.
Gabriela Di Felice entra a la obra y, su voz se impone por sobre el ruido de los taladros. Saluda a Francisco, el capataz, pasa lista de los avances y describe con entusiasmo lo que hasta ahora son poco más que columnas y bolsas de cemento. “Esta es la plaza blanda, allá van a estar las salas de bebes, dirección y cocina, primer piso salas de dos y de tres, y ahí tenés el comedor y dos salas”. Cualquier distraído la confundiría con la arquitecta a cargo, pero ella es una de las madres del Jardín del Ramos Mejía que, al igual que Estefanía Barone, conoce cada detalle de la obra. “Miramos los planos, hacemos que los interpretamos, vemos el dibujito y calculamos qué van a hacer acá”.
Esta es al menos la decima vez que se acercan a la obra. Las visitas no se deben sólo a la ansiedad por ver terminada la escuela sino al aprendizaje realizado tras la recuperación del jardín Carlos Fuentealba, prometido para 2015 y abierto recién a mediados de este año.
De esa experiencia, donde el Ministerio cada tanto paralizaba los trabajos por falta de pago a la empresa contratista, aprendieron que la única manera de garantizar que la obra avance es viniendo seguido. “Cuando recién empezaban yo me presenté -cuenta De Felice- pregunté qué necesitaban y claro, no tenían ni para calentar agua, entonces les conseguí un anafe”. Así fueron generando un vínculo con el arquitecto y, sobre todo, con los obreros. “Ellos nos mantienen al tanto y así vamos controlando que no baje el número de trabajadores, que lleguen los materiales, que lleguen los pagos. Es un control que hacemos como comunidad educativa para que se cumplan los plazos, porque en la medida que nosotros encontramos algo que nos alerte vemos qué otras acciones tomar”, explica Barone.
Hasta el momento, esta dinámica logró sobreponerse al de exceso de papeleo y a la poca voluntad política que suelen exhibir los funcionarios cuando no están interesados en que un proyecto avance. Tuvieron que interceder cuando la empresa constructora necesitaba vaciar el galpón y el ministerio no la autorizaba, cuando las demoliciones comenzaron a rajar las medianeras y los vecinos se pusieron furiosos y hasta cuando, en una situación delirante, el mismo gobierno clausuró la obra que llevaban adelante. En todos y cada uno de estos percances la intervención de Gabriela y de Estefanía fue fundamental para que la escuela avanzara.
“La fecha de finalización es fines de febrero y estamos en un 40%”, asegura Martín Ramírez, el arquitecto designado por UrbanBaires, la empresa que ganó la licitación, para realizar la obra. “Tal vez falten algunos detalles, pero el edificio va a estar”. Gabriela lo escucha atenta y se despide satisfecha. “Están trabajando hasta los sábados”, le comenta bajito a Estefanía, y no puede evitar que se le escape una sonrisa.
La alegría tiene justificación: de los tres jardines que se construyeron en la Ciudad en el último tiempo, dos son producto de la lucha y de la organización de la comunidad educativa.
Uno de ellos, el jardín Carlos Fuentealba aportó 200 vacantes; el otro, la escuela infantil Azucena Villaflor, sumará 400.
A su vez, este año lograron que, tras presentar amparos judiciales, 150 chicos que habían quedado en lista de espera consiguieran entrar en la escuela pública. “En el momento en que lográs arrebatarle una vacante al gobierno, lo que uno siente es una gran satisfacción, asegura Patricia. “Porque sabés que ellos, con todo su poderío y toda su infraestructura, hicieron lo posible para que ese pibe estuviera afuera. Y nosotros, así, bajito, hicimos todo lo posible para que entrara. Y aunque sea da uno, le ganamos. Y eso hay que celebrarlo”.
Sin embargo, son conscientes de lo largo de la pelea. “Sabemos que todas estas vacantes que conseguimos no resuelven el problema estructural pero entendemos que ante el abandono y la desidia del Estado, las escuelas solamente las podemos abrir organizados y luchando en conjunto”, reflexiona Estefanía, mientras ultima detalles del Festival que realizan este domingo para ir al encuentro de las miles de familias que, como todos los años, no quieren caer en la escuela privada. Allí habrá, también una mesa de asesoramiento para quienes se quedaron sin vacantes.
Domingo 26/11, de 15 a 18 horas, en Sánchez de Loria y Estados Unidos.
Nota
5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
Nota
Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Jubilados y jubiladas se movilizaron desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo en una nueva jornada de reclamos y denuncia por los ingresos de pobreza que perciben y el fin de la moratoria previsional, cuya prórroga sigue durmiendo en Diputados. Como siempre, los carteles manuscritos fueron una forma de expresión y creatividad. En uno se leía: «Francisco está feliz. Jubilados haciendo lío!!!»
La marcha comenzó nuevamente con un operativo desproporcionado con las cuatro fuerzas federales -PFA, Gendarmería, Prefectura y PSA- que reprimió la protesta pacífica: la Comisión Provincial por la Memoria contabilizó una persona detenida y 13 heridos por efectos de los gases lacrimógenos, entre ellos jubilados y trabajadores de prensa.
Frente a la Rosada, realizaron un acto donde distintas agrupaciones de jubilados se manifestaron contra el acuerdo con el FMI y cantaron por la salud de Pablo Grillo.
«Hasta el próximo miércoles», saludaron los jubilados y jubiladas.
La próxima semana, la marcha contará con la participación de los gremios de la CGT como previa al Día del Trabajador y la Trabajadora del 1 de mayo.

Foto: Juan Valeiro para lavaca

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

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