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Esclavo siglo 21: la historia de un peón rural explotado en las tomateras correntinas

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Primo de Nicolás Arévalo, Facundo Benítez (17 años) fue hasta hace poco un peón rural esclavizado en una de las quintas de tomates de Lavalle, Corrientes, donde además tenía que fumigar con agrotóxicos. Su rescate y recuperación permiten entender las dimensiones laborales, humanas e inhumanas de un modelo enfermo que produce al servicio de empresarios y a costa de vidas y cuerpos de los más humildes. Las respuestas del productor denunciado y de la policía de Lavalle.

Texto: Francisco Pandolfi

Facundo Benítez lleva a cuestas una sonrisa que parece salirse de esta hoja. Una tez morocha que hace resaltar aún más la dentadura blanca que muestra con timidez, pero con frecuencia. Tiene puesta una campera de Boca, pero asegura que es hincha del Real Madrid. Le gusta jugar a la pelota y dice que se destaca como arquero. Ama pescar, y sobre todo el después: comer surubí, dorado y palometa. No tiene caña: su herramienta es un palo con una punta filosa. Lo que sí tiene es un cuerpo flaco, espigado y 17 años que recién desde hace un mes los está empezando a vivir, valga la redundancia, desde que vive a la vera del Río Paraná en la casa de su tía, en el Paraje Viejo, de la localidad de Lavalle, provincia de Corrientes. 

Su tía denuncia haberlo rescatado hace un mes de una chacra de producción tomatera con agrotóxicos, en donde era esclavo desde los 12 años. Su tía es Josefina Arévalo, cuyo sobrino Nicolás fue asesinado el 4 de abril de 2011, tenía 4 años, al intoxicarse con agrotóxicos, caso por el que fue condenado el empresario hortícola Ricardo Prietto. A la casa de Josefina llegamos desde MU para focalizar sobre el tardío inicio del juicio (el próximo 1° de junio) por el asesinato de José “Kili” Rivero”. Kili falleció el 12 de mayo de 2012. También tenía 4 años; también vivía en Lavalle y también fue envenenado, en este caso por el productor Oscar Antonio  Candussi. 

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Las tomateras correntinas y un picado en libertad, de Facundo y sus nuevos amigos del barrio.

“Trabajar” desde los 12 años

ice Josefina: DFacundo tiene miedo de que nos enojemos con él porque todavía no se anima a contar lo que padeció en el último lustro”. 

La mujer empieza el relato aterrador: “A Facu se le murió su mamá, mi sobrina, cuando él tenía dos años. Estaba embarazada de una nena y en el parto perdió la vida por mala praxis. Jamás hubo justicia para ella. Facundo estuvo conmigo un tiempo hasta que un día su papá, Marcelo Benítez, me dijo que lo iba a llevar al doctor; le di su documento y se lo llevó, pero nunca más lo trajo. Perdimos contacto porque su padre nos prohibió verlo, hasta que hace un mes me llegó un mensaje que decía que mi sobrino estaba siendo esclavizado y maltratado, tanto en la quinta donde lo obligaban al trabajo infantil como en la casa de su tutora, Mari Caballero, a quien Facu le dice mamá porque lo crió cuando su papá lo dejó antes de viajar a Buenos Aires hace varios años”.

En Lavalle la tarde es friolenta y gris. Garúa por momentos, llovizna por otros. Para un rato y vuelve a tronar. Josefina se pone una campera para seguir. El testimonio hiela las sangre: “Al recibir el mensaje, fuimos directamente a la policía. Lo fueron a buscar y efectivamente estaba ahí. Esto fue el 14 de abril. Lo trasladaron a la comisaría. Estaba sucio, con olor a veneno, con una herida en el cuello. Ni bien lo vi, lo abracé y le pregunté qué le había pasado”.

–Me quiso ahorcar– dijo, y se puso a llorar. 

–¿Quién?– preguntó Josefina. 

–Mami.

–Ella no es tu mamá. ¿Por qué te quiso ahorcar?

–Porque el patrón le dijo que yo no tenía limpia la chacra. Que estaba toda sucia la chacra de tomates.

–Vos no tenés por qué trabajar; vos tenés que ir a la escuela.

–Yo trabajo desde los 12 años. Me sacaron de la escuela porque tengo que trabajar.

Josefina recuerda ese primer diálogo y también lo que sintió: “A partir de ahí fue puro llanto y dolor; para él, para mí, para mi papá que me acompañaba, e inclusive para los guardias que estaban ahí. Estábamos viendo a un chico que acababa de dejar de ser esclavo, todo sucio, con sus alpargatas rotas, maltratado, en una quinta donde lo utilizaban para que creciera la producción”.

Denuncia Josefina que el productor se llama Horacio Aquino: “Él lo hizo trabajar desde los 12 años. Es productor de la zona, tiene un galpón de embalaje, una empacadora, un aserradero, dos o tres quintas; o sea, todo el circuito de la producción. Y es un explotador de menores”. Agrega: “Está postulado a concejal de nuestro pueblo por el partido peronista, acompañando a la ex intendenta Lucrecia Vásquez”.

Llamamos al productor Horacio Aquino para conocer su postura, y ponerlo en conocimiento de esta nota a publicarse:

Lo llamo de la revista MU, por una denuncia en su contra por explotación infantil.

Ajá. 

Por un joven de 17 años que trabajó durante 5 años en una de sus quintas en estado de esclavitud.

Ajá.

¿Usted quiere expresar algo en relación a esta denuncia sobre el adolescente Facundo Benítez?

Ajá. Te mando un abrazo, ¿sí? No tengo tiempo, ni chacra tengo, ¿de qué chacra me hablás? Yo no tengo chacra amigo, ¿de qué chacra me hablás? Te equivocaste de persona. 

Es la denuncia que me llegó, por eso quiero hablar con usted.

(…).

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Josefina dice que no tiene miedo de hablar. Y que ya está acostumbrada, tras el calvario que significó la muerte de Nicolás. “Ya enfrentamos a demasiadas malas personas, unas más no cambia nada”.

¿Qué trabajo hacía Facundo?

Se levantaba a las 2 de la madrugada, se iba caminando a la chacra y volvía a la casa a las 11:30; limpiaba y regresaba a la quinta hasta las 5 y media de la tarde. Así todos los días, de lunes a sábado. Pese a trabajar desde los 12 años, él nunca vio una moneda, jamás le pagaron a él. Y no sólo lo explotaban, sino que lo hacían fumigar. Él era el encargado de la producción de los tomates cherri. Hacía todo, cuidaba 13 tendaleros, o sea, 13 de esas casitas con el plástico arriba donde adentro se produce para una mejor conservación. Cada uno de esos tendaleros tienen 25 o 50 metros de largo. “Yo curaba, yo preparaba el remedio, hacía todo”, me decía Facu los primeros días. Acá se le dice remedio al veneno. Los patrones te dicen “andá a curar” y eso no es curar, es envenenar. 

Ni bien llegó Facundo a su nueva casa, su tía le tiró la ropa que llevaba puesta: “A él le dolió, pero le expliqué que tenía veneno y que se podía haber muerto. Él estaba adentro del veneno, esa criatura estaba adentro del veneno”, repite, enfatizando las palabras “criatura” y “veneno” .

¿Sabe de la muerte de Nico, su primo?

Hace un rato, cuando estábamos ordenando unas cosas, vimos un álbum de fotos y un cuadro de Nicolás, y ahí me preguntó. Le conté. Pero por ahora trato de no hablarle de eso, de no contarle demasiadas cosas para que no le impacte tanto la realidad.

¿Cómo fue este primer mes de Facundo fuera de esa realidad, que fue la suya durante tanto tiempo?

Es como si le estuviéramos enseñando a un chico recién nacido a hacer las cosas. Ayer sucedió algo que me impactó. Lo llevamos a conocer la ciudad de Goya (a 15 kilómetros de Lavalle) y cuando frenamos el auto él se paró en medio de la ruta. Estaba impresionado, viendo los autos pasar, mirando a todos los costados. Mi hijo de 9 años le decía que se parecía a George de la Selva. Y Facundo le respondió: “No conozco nada, yo estuve preso”. Otra situación difícil es cuando duerme, lo hace todo atravesado. No sabe dormir en una cama, porque dormía en el suelo. Son cosas que duele ver pero son así; de a poco se está acostumbrando.

¿Qué hicieron la policía y el poder judicial tras rescatar a Facundo?

Nada. Absolutamente nada. No fueron a allanar el lugar. No llamaron a nadie a declarar. Por eso también hago público lo que pasó y si es necesario vamos a salir a la calle otra vez, como en el caso de Nicolás, para que se vea lo que está sucediendo. Lo que pasó con Facundo no fue una excepción, acá todo el tiempo se explota a los chicos; en verano, en invierno, se fumiga todo el tiempo en esta zona y en los alrededores. 

Esclavo siglo 21: la historia de un peón rural explotado en las tomateras correntinas
Tíos y primos con la bandera y la imagen de Nicolás Arévalo, cuya muerte por intoxicación provocó una condena, mientras se espera el juicio por Kili Rivero.

La versión policial

Una noticia irrumpe en el whatsapp unas horas antes de llegar a ver a Facundo y su tía. “Allanaron cinco hortícolas por trata laboral y rescatan a 53 personas en Lavalle, Corrientes”. Josefina opina: “Lo que le pasó a Facundo, y a estas personas en otra quinta, aquí se sabe pero se tapa todo. Lo que salió a la luz ahora viene desde hace años; acá somos esclavos de los empresarios y de los políticos. ¿Por qué? Porque acá le hacen trabajar a la gente en negro, no le dan un seguro para que esté cubierta su salud, no le dan ni siquiera buenas herramienta de trabajo. Si los hacen fumigar, es en cuero o con la misma ropa con la que se van a su casa. Nunca utilizan los medios para que estén protegidos. Repito: acá somos esclavos”.

Desde MU llamamos a la policía de Lavalle que intervino en el caso. Un oficial afirma que el operativo existió, pero que no está autorizado a dar declaraciones. Al día siguiente, habla el comisario responsable de la dependencia, Luis Alejandro Domínguez: “¿Cómo fue el procedimiento? No tengo bien presente el nombre del chico, porque hay tanta gente que uno atiende… Se había presentado este menor en compañía de una persona conocida; él dijo que no quería convivir más con la persona que estaba bajo su cuidado. Este chico había sido dejado por su padre que viajó a Buenos Aires, siendo mucho más menor, y la madre había fallecido. El chico aparentemente trabajaba o hacía changas en una chacra, no tengo bien presente en cuál. Y al ser un chico adolescente quería tener más tiempo para compartir con sus amigos, típico de la adolescencia. El tema es que no quería seguir conviviendo al cuidado de esta señora, entonces inmediatamente se ubicó a su abuelo, el familiar más directo, que no tuvo inconveniente en recibirlo y quedó bajo su cuidado y responsabilidad”.

¿Ustedes no fueron a rescatar al chico a ningún lado?   

No. Es erróneo eso. 

Después de que el chico se va a convivir con su abuelo y su tía, ¿cuál es el accionar policial y judicial?

Eso ya queda en manos de su familia, que se llevó una copia del expediente para presentar en el Juzgado de Paz y de Menores de Santa Lucía.

¿La Policía no tiene potestad para ir a allanar al productor, a sabiendas del trabajo infantil?

No. 

Aunque sea menor. 

No. Porque acá el quid de la cuestión no era el trabajo ni la explotación infantil, sino no querer seguir bajo el cuidado de esa persona que ejercía como tutora.

Pero al saber que es un chico que afirma haber trabajado en una quinta siendo menor, ¿la Policía no puede accionar?

Si se le da intervención del Juzgado de Paz, que tiene competencia en la localidad.

¿Y ustedes no elevaron la denuncia al Juzgado de Paz?

No. La Justicia es independiente a nosotros, desconocemos los trámites a proseguir.

Josefina Arévalo desmiente al comisario: “Miente. La Policía fue a rescatar el 14 de abril a mi sobrino mientras estaba trabajando en la quinta. El comisario nos dijo que de esto se iba a hacer cargo el Juzgado, pero no hicieron nada, y con el paso del tiempo buscan tapar lo que pasó. Ni nos dieron la copia del expediente. Miente también en eso”. 

Ella está haciendo los trámites para que Facundo pueda empezar el colegio: “Ya le conseguimos útiles desde Guardianes del Y’verá”; y también el psicólogo: “Para que lo atiendan hay que pagar 4 mil pesos la consulta, que para nosotros es mucha plata, pero eso lo vamos a hacer porque lo necesita, no está bien emocionalmente”. Agrega: “Estamos tramitando el nuevo DNI, porque el único que tiene es el de los 8 años”.

Josefina termina su relato y Facundo, con esa sonrisa que le amplía la cara, me dice que están por llegar sus nuevos amigos. Son los vecinos de las casas cercanas, con quienes desde hace un par de semanas juega un partido, todos los días a las cuatro de la tarde. 

Antes, me pasa la pelota y se aleja hacia el arco. 

Se para debajo del travesaño. 

En posición de arquero, su puesto predilecto. 

Desde la mitad de la cancha, le pateo a su palo derecho, a media altura. 

Hacia ahí vuela Facundo, libre.

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Fu-Manchú, 50 años después: reivindicación de la magia

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La actual casa de la Cooperativa Lavaca es sede de diferentes actos de magia en estos tiempos laberínticos, entre los cuales se cuenta que Riobamba 143 es la histórica sede del que fue Centro Mágico Fu Manchú. Tal el nombre artístico de David Bamberg, mítico mago inglés enamorado de la Argentina, quien tras una notable carrera internacional decidió quedarse en Buenos Aires, donde falleció hace 50 años. Fue pionero en fusionar la magia, el arte, el espectáculo. Pero además logró ser un maestro que combinó y agrupó a quienes hacían magia para trabajar, divertirse y crecer juntos. Entre sus descendientes en el oficio, sacó de la galera a figuras como René Lavand y Fantasio (Ricardo Roucau) y León Benarós lo incluyó en los versos del tango Buenos Aires Tres Mil, con música de Sebastián Piana: “Si yo tuviera la bola de cristal, si fuera Fu Manchú o brujo medieval” comienza diciendo en esa canción dedicada a la ciudad de otro milenio, a la que le plantea el desafío mágico del futuro: “Tal vez entonces no puedas conjugar / a puro corazón, los verbos ser y amar./ No pierdas nunca tu rostro ni la fe, / ni la ternura del íntimo café./ No dejes apagar el sol de la amistad, / mi muy querida, futura ciudad”.

Aquí, publicada originalmente en MU 182, la semblanza de la historia de Fu Manchú, y su actual legado, para que en estos tiempos no se esfume ante nuestros ojos el arte de la sorpresa.

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Sí, fue magia: la historia de Fu-Manchú

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Texto: Lucas Pedulla

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