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Bolivia según Oscar Olivera: «Lo que no pudo hace la derecha, lo hace Evo»

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Oscar Olivera ha sido uno de los principales referentes de las luchas bolivianas en los últimos años, apoyó la candidatura de Evo Morales, pero considera que la situación de los movimientos sociales es una de más difíciles que ha visto “justamente porque el gobierno ha excluido, ignorado y hasta despreciado a los que quieren tener una voz propia”. Su análisis sobre la polarización que enfrenta al gobierno con la derecha, y los signos embrionarios que empieza a ver en la sociedad.

La primera imagen sobre Bolivia podría llevar a pensar que los movimientos sociales están pasando por su mejor momento, de la mano de la llegada del cocalero Evo Morales al poder. Las escenas muestran a un gobierno enfrentando a la derecha y representando a los sectores populares. Pero hay otras voces, y otras miradas sobre la situación, que hacen más compleja y matizada esa polarización.
“Hace 30 años que estoy metido en estas luchas como dirigente obrero, como obrero del gas, como portavoz de movimientos sociales importantes pero le confieso que nunca he visto las grandes dificultades que en estos momentos tenemos los movimientos que hemos venido luchando toda la vida, por la situación de confusión y por cómo nos sentimos excluidos, ignorados, olvidados y hasta despreciados”.
Oscar Olivera es dirigente de la Federación de Trabajadores Fabriles de Cochabamba y ha sido portavoz de la Coordinadora de Defensa del Agua y la Vida que motorizó la Guerra del Agua en 2002, una pueblada que logró torcer algo de la historia neoliberal de Bolivia, y revertir la privatización del agua, que incluía –aunque parezca una broma- la privatización del agua de lluvia.
Aquellas luchas, entre tantas otras, fueron abriendo el panorama a la candidatura de Evo Morales, que llegó a la presidencia en enero de 2006. Y que Olivera apoyó sin imaginar acaso que quedaría tiempo después en una posición crítica donde además siente que los movimientos sociales están pasando por una de las peores etapas de debilidad que ha conocido.
-¿Cómo ve la situación boliviana?
-Para empezar, muchos sectores emblemáticos de las luchas sociales se fueron al gobierno, como funcionarios o apoyadores incondicionales de la estructura estatal. El MAS (Movimiento al socialismo) agrupa a un montón de gente de diferentes líneas, desde neoliberales hasta troskistas. Por eso tiene una actitud zigzagueante. Nosotros seguimos defendiendo la voz autónoma de los trabajadores, la gente común. Pero la dificultad justamente es que los movimientos sociales han perdido en gran parte su voz y su accionar frente a ese aparato estatal.
La pelea de fondo
-Sin embargo la imagen pública que aparece es la del gobierno enfrentando a sectores de la derecha que parecen representar una amenaza.
-Creo que en el fondo la pelea que se está desarrollando es por quién domina al Estado, desde la oligarquía, hasta el MAS al que básicamente, y yo diría uqe solamente, le interesa lograr la reelección de Evo Morales. El punto de poder real me parece que está en la pelea por la tierra, y eso no creo que pueda ser resuelto por una consulta popular. Ese va a hacer un escenario de confrontación más temprano que tarde. Pero hoy lo que se ve es una agenda de disputa acordada entre el gobierno y la oposición, que está al margen de lo que la gente querría discutir.
-¿Cuál es esa agenda acordada entre gobierno y oposición?
-Allí está el Impuesto Directo a los Hidrocarburos –IDH- que supone la discusión de la renta petrolera producto de los contratos con las multinacionales que Evo Morales hizo a partir de mayo de 2006, que de ninguna manera significaron la nacionalización sino simplemente arrancar un poco más de las rentas a las trasnacionales. Lo que está en disputa es cómo y quién define el destino de esa renta. Se disputan recursos como un botín y no una verdadera nacionalización.
-¿En qué consistiría?
-Los movimientos sociales planteábamos que los impuestos a los hidrocarburos fueran a parar a la reconstitución de una empresa pública con fuerte control social, y no a una empresa estatal como es ahora, que ha sido cooptada por un partido político y cuya gestión es totalmente cerrada a la población. Se planteaba originalmente para establecer una nueva base económica para un plan nacional de desarrollo con otr visión. No una visión capitalista sino una visión de las comunidades de productores, sindicatos, capaz de fortalecer a la pequeña economía campesina y que pueda garantizar a largo plazo el bienestar de la gente.
-¿Y qué ocurrió con esa idea?
-En la práctica lo que ha hecho el gobierno es establecer una serie de bonos (se refiere a beneficios para jubilados, la llamada Renta Dignidad) que en la práctica significa que esas rentas petroleras se están consumiendo hoy sin pensar en el mañana, y han entrado en el mecanismo de una campaña electoral. Porque además, no hay un control social de lo que se hace, nadie sabe cuales son los ingresos ni las perspectivas. Entonces uno se encuentra en una pelea por esa renta donde la derecha quiere utilizarla de una manera cínica y corupta, y por otro lado el gobierno la usa para campañas electorales.
¿Constitución = reelección?
Para Olivera existe otro elemento de negociación entre el gobierno y la derecha:
-El gobierno ha propuesto a la oligarquía compatibilizar la nueva constitución con sus reclamos de autonomía, y para nosotros le está abriendo las puertas a la derecha para que introduzca sus reformas a partir de sus intereses, mientras el gobierno se niega a abrir su constitución a la izquierda, para definir temas elementales como la construcción de una institucionalidad que permita la fiscalización, la participación y la decisión de la gente en la cosa pública.
-Pero el gobierno reivindica justamente ese elemento de mayor participación en la nueva Constitución que debe refrendarse.
-No, eso es un aspecto totalmente desterrado. Vea usted, mucha gente no habla por temor a los insultos y agresiones del gobierno a cualquier voz crítica, el calificativo peyorativo, pero de todos modos creo, aunque me resulte duro decirlo, que esta Constitución busca lisa y llanamente la reelección de Evo Morales para que siga gobernando sin transformar absolutamente nada, sin que haya un cambio verdadero en la vida de la gente.
-¿Ningún cambio?
-Creo que están aplicando una línea reformista, eso no sería malo, pero no se trata de hablar de capitalismo y de imperialismo, cuando en la práctica el plan del gobierno presenta políticas capitalistas y la entrega de nuestros recursos naturales a las empresas petroleras y mineras. Siguen dando en concesión grandes minas para la exportación de minerales, mientras expulsan comunidades y contaminan las aguas. En esas situaciones se ve muy disimuladamente que lo que no pudo hacer los gobiernos de derecha, lo hace Evo Morales, y lo están haciendo gobiernos de los llamados progresistas en nuestra América. Brasil es un ejemplo, con sus represas en el noroeste boliviano, que vana influenciar seriamente en la vida cotidiana de muchísimas comunidades y van a crear un absoluto cambio ambiental. Yo creo que el imperialismo está muy contento con lo que estos gobiernos están haciendo, que es lo que no habían podido hacer los gobiernos de derecha por la fuerte resistencia social. Y a la vez, como se plantea una polarización, eso no deja espacio para reflexionar y debatir seriamente con el gobierno de cara a estas cosas. Parecería que hay que tomar partido, y callarse.
-Y si uno acepta la lógica de la polarización sólo queda por decir: mejor el gobierno que la derecha.
-Claro, pero si usted le pregunta a las personas de los barrios populares, a los obreros, clase media, desocupados, muchos le van a decir que desde que está este gobierno nada cambió, o que las cosas están peor. Se dice que el gobierno trabaja solamente para un sector de la población, los hermanos indígenas, relegados durante siglos. Eso seria muy justo, pero el pueblo abarca también a muchos otros sectores. Sin embargo se hace una política tradicional, de armar un escenario de supuesto diálogo, sólo con expertos y caciques que negocian en nombre de nosotros las políticas que les convienen a ellos, sin solucionar los problemas de la gente. Esto va generando un clima de tristeza y frustración frente a un gobierno completamente sordo, que sólo acepta la subordinación de los movimientos. Y a los que no nos subordinamos, nos dicen proimperialistas, vendidos o derechistas. Escuchar eso de un hermano, de un gobierno que nosotros hemos colocado, es sumamente doloroso.
Los ignorados
Olivera recuerda que él mismo, el aymara Felipe Quispe y los cocaleros Evo Morales y Dionisio Nuñez eran calificados como los Cuatro Jinetes del Apocalipsis por las empresas periodísticas, la derecha y los políticos tradicionales. “Cuando nos decían eso, nos sentíamos bien, porque sabíamos que nos tenían miedo. Pero cuando un gobierno como este habla así, para nosotros es pésimo. Es un hermano el que te insulta”.
Por eso plantea: “Hace 30 años que estoy metido en estas luchas como dirigente obrero, como obrero del gas, como portavoz de movimientos sociales importantes pero le confieso que nunca he visto las grandes dificultades que en estos momentos tenemos los movimientos que hemos venido luchando toda la vida, por la situación de confusión y por cómo nos sentimos excluidos, ignorados, olvidados y hasta despreciados”.
Una actitud que parece decepcionarlo especialmente es la del vicepresidente Álvaro García Linera: “en Cochabamba hemos tenido que salir a pelear por la pérdida de empleos. Tomamos una serie de acciones concreta, paros, movilizaciones, contra empresas que despiden gente pero a la vez tienen relaciones comerciales con el Estado. Ese individuo (García Linera) dijo que estábamos financiados por la derecha. Como si no nos conociera, como si no supiera la justicia de los reclamos. Él hizo su trinchera, como Evo Morales, aquí, entre los fabriles, luego de salir de la cárcel. Los obreros fabriles lo acogieron de manera muy generosa y se nutrió de gran cantidad de saberes y opiniones. Eso le posibilitó ampliar su visión del país. Se involucró en la guerra del Agua y los obreros creímos que era parte de nuestra familia. Tal vez él reacciona porque no nos dejamos tentar con cañonazos de dinero ni cargos en el gobierno. Pero estos funcionarios llenos de soberbia, compartieron nuestras angustias y nuestros sueños”
Embriones de futuro
Hay cambios y mutaciones, considera Olivera, que tienen sus propios símbolos de mercado. “Nosotros no hemos cambiado nuestras ideas. Ni siquiera nuestros teléfonos celulares. Ellos cambiaron hasta eso”.
-¿Cómo define a la derecha que se enfrenta al gobierno?
-Es una oligarquía que miente, subsidiaria de las trasnacionales petroleras fundamentalmente, sumada a su ligazón con mafias colombianas. Son sectores que ya todos conocemos, frente a los cuales el gobierno se muestra pasivo, sin intenciones de proteger a la gente. La propia representante presidencial en Pando, cuando fue la masacre (18 campesinos asesinados el 11 de septiembre) dijo llorando que el gobierno los había abandonado. Yo siento que a algunas gentes del gobierno no les interesa en absoluto la vida de los pobres. Se dedican a sus diálogos y negociaciones, a preservar sus propios puestos de funcionarios y su propio poder.
-La suya parece la descripción de una situación sin salida.
-No, estamos en un momento de confusión par el pueblo, pero más que una dificultad hay que entenderlo como un desafío. No perdemos los sueños y las esperanzas de que todo va comprendiéndose y finalmente todos nos daremos cuenta de cómo son las cosas. El gran error sería quedar invisibles, aceptar ese silencio. Por eso hay que pelear para que quienes han luchado por este proceso puedan tener una voz que les permita expresarse. Y se empiezan a notar las movilizaciones de campesinos que están recuperando su capacidad de indignación frente a lo que pasó por ejemplo en Pando, o en Santa Cruz donde hubo ataques de la derecha. Y la gente se moviliza ya sin depender del gobierno, lo hace como una recuperación autónoma de su propia capacidad de acción. Eso nos da mucha esperanza, es muy alentador. El gobierno obviamente tratará de aprovechar todo para sacar su propia tajada. Pero que la gente esté recuperando su posibilidad de pensar y expresarse, a uno le devuelve el aliento.
(Más información sobre Bolivia, y en particular sobre Plan 3000, el barrio de Santa Cruz que se le plantó al fascismo y está por concretar su propia autonomía, en el número de octubre de Mu – el periódico de lavaca, que ya está en los quioscos).

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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