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Haciendo justicia
Desde hace más de cuatro años Susana y Daniel Basaldúa viajan de Buenos Aires a Córdoba para buscar justicia por el crimen de su hija Cecilia. El caso desnudó la trama de complicidad policial y fiscal que contamina la investigación de los femicidios producidos en el valle de Punilla. Lo que se sabe, lo que se sospecha y lo que enseñan los viajes de esta familia. Por Claudia Acuña.

Cerro Macho: eso significa Uritorco en quechua. Para el pueblo de Capilla del Monte significa, además, el dominio del paisaje y del turismo atraído por los mitos que alberga su imponente oscuridad. En su horizonte fue encontrado el 25 de abril de 2020 el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa, 36 años, mujer nómade, artesana, deportista y escritora. Había llegado hasta allí dos días antes de declararse por decreto el aislamiento social obligatorio, porque lo intuyó y no quería encerrarse en la ciudad. Decidió buscar aire para cumplir su objetivo: escribir un libro. Lo anunció en su página de Facebook: “Fueron cuatro años de viaje por Latinoamérica, un total de doce países, cien ciudades y más de 10 mil kilómetros recorridos. Lo hice 90% a dedo, 100% autogestionado. De a poco iré posteando fotos que nunca subí, contando historias que no conté y preparando un libro que no empecé. Es el principio del fin”.
El cerro Uritorco tiene dueña: Sonia Beatriz Anchorena de Crotto. Lo confirmó la justicia cordobesa cuando anuló la ordenanza de expropiación que en 2004 decretó el Concejo Deliberante de Capilla, impulsado por la indignación que desató el crimen de Matías Puget y la violación de su novia, dejando violentamente expuestas las falencias de la concesión turística que Anchorena le había otorgado a Aldo Seibaa. Tras ese intento fallido, nunca más nadie propuso recuperarlo. Hacia allí vamos con Daniel y Susana, los padres de Cecila. Calculo que esta es la décimo sexta vez que transitan los 798 kilómetros que separan Capilla de Buenos Aires, donde viven. Daniel hace trabajos de construcción, Susana es empleada del Ministerio de Educación porteño. Es domingo y mañana feriado, pausa que utilizan para ir hacia donde está la causa judicial que investiga el crimen de su hija. Saben que si ellos se mueven, la justicia también. Llueve.
En la estación de servicio de la Circunvalación que envuelve la capital cordobesa los espera la abogada Daniela Pavón con las novedades: el martes hay audiencia testimonial en los tribunales de Cruz del Eje. Es una buena noticia en el contexto de una investigación judicial que cumple cuatro años y medio de impunidad. Daniela me cuenta que se hizo cargo de la querella cuando fue convocada por las organizaciones sociales de Capilla. “Me conocían por un caso difícil, de violación múltiple en el barrio Las Palmas”.
Ubicado al sur de la capital cordobesa Las Palmas es reconocido por el crimen y la desprotección: robo de autos y gomas, homicidios, entraderas, narcomenudeo, entre otros etcéteras. Allí dos mujeres, Jesica y Brenda, fueron víctimas de las bandas que dominan la zona y se cobran las deudas abusando de las mujeres. A Brenda le cortaron la lengua y le quemaron la casa para que no los denuncie.



Sigue Daniela. “Apenas me contactaron me puse a averiguar: ya sabía cómo viene la mano en la justicia de Punilla. Encuentro así que unos meses antes hubo otro crimen que había sido investigado deficientemente y que tenía puntos en común con el Cecilia. Ese caso fue cerrado como muerte natural, pero la familia no quiso cuestionar la investigación fiscal”.
Mariela Flavia Natalí tenía 44 años, vivía en Santa Fe y había ido a Capilla para cuidar la casa de sus tíos, que estaban de viaje. El martes 4 de febrero de 2020 desapareció. La última imagen que captaron las cámaras de seguridad la muestra caminando hacia el balneario La Toma, al pie de Uritorco. El entonces director de Defensa Civil, Diego Concha, montó un operativo de búsqueda con 600 fuerzas provinciales, 40 perros, 15 móviles y 70 drones. Nada. Un baqueano encontró el cuerpo el 18 de febrero en un lugar supuestamente rastreado por ese operativo. No tenía signos de haber estado expuesto a la interperie, pero la autopsia reveló que llevaba días sin comer ni tomar agua. La fiscal Paula Kelm consideró que la víctima sufría trastornos psiquiátricos y que se había ahogado.
Diego Concha montó un operativo similar para buscar a Cecilia, también sin resultados. Hoy está condenado a prisión perpetua por el femicidio de la bombera Luana Ludueña (ver nota aparte). La fiscal Paula Kelmm es la misma que tuvo a cargo el caso de Cecilia y que acusó por su crimen a Lucas Bustos, quien fue exonerado en un juicio oral durante el cual se demostró que se trataba de una causa armada, liberó de culpa al imputado y ordenó una nueva investigación para identificar a los verdaderos asesinos. Tras un largo año sin fiscal y luego de que Daniel y Susana lo reclamaran en una reunión con el fiscal general de la provincia, en febrero de este año designaron interinamente a Nelson Lingua, pero recién en mayo lo formalizaron. Será quien tome las declaraciones este martes. Daniela informa entonces la mala noticia: Lingua rindió mal el examen para concursar formalmente esa fiscalía, así que pronto será reemplazado. Seguimos viaje.
Cecilia llegó a Capilla el 18 de marzo. El 20 la expulsaron del camping municipal, abandonándola en las calles controladas por la policía local. Se refugió cuatro días en la Casita de Piedra, una construcción precaria, sin luz ni agua, donde también había un hombre –el ex boxeador Wenceslao Falcón, apodado Negro Niga– que la hostigaba. Tuvo miedo. Decidió entonces instalarse en la plaza. Allí se le acercó Viviana Juárez, conocida como La Rastra, quien le ofreció llevarla a un lugar donde podría alojarse. Era la casa de Mario Gabriel Mainardi. Nadie puede decirme hoy a qué se dedica este hombre, el último en ver con vida a Cecilia. Sí que es de Rosario, de donde va y viene. Se supone que ahora está en Villa Tulumba, el pueblo cordobés que este año fue elegido por la Organización Mundial de Turismo como uno de los más lindos del mundo. Para la justicia, en cambio, su domicilio está fijado en la santafesina localidad de Gobernador Gálvez.
En uno de los últimos mensajes de Cecilia a su hermano define así a Mainardi: “Me está volviendo loca. Dice que es filósofo”. Le pide que le busque un texto: las 20 verdades peronistas, por algo que quería rebatirle. Le cuenta también que está haciendo una huerta en ese jardín abandonado y que desde la ventana ve otro cerro: el de Gemelas.
Uno de los mitos narra que Las Gemelas eran las hijas del cacique Uritorco, quien fue torturado por un brujo que quería arrancarle un secreto. El cacique se aferró al silencio, a pesar de que el brujo habia matado a sus hijas y a su esposa. Como premio por su resistencia, el cacique se convirtió en el Cerro Uritorco, sus hijas en Las Gemelas, y su esposa, en el río Calabalumba.
El último mensaje que le mandó Susana a su hija fue el 4 de abril. Ese día era el aniversario de la muerte de su padre y de su suegro. También fue el último día que vieron con vida a Cecilia. Hay un extraño relato de lo que pasó aquel sábado 4 en la casa de Mainardi. Primero, tuvo la forma de un papel pegado en los postes de Capilla. Luego, se convirtió en un audio de 16 minutos que enviaron a un chat de compra-venta de cosas usadas.
Hubo una fiesta. Hubo un grupo de hombres identificados con nombre y apellido: el policía Ramón Ubaldino López, José Mesa y Mainardi, el anfitrión. Hubo dos mujeres: La Rastra y quien narra, escondida tras un nombre de fantasía, María. Esa voz cuenta que bebieron mucho, que Mainardi la invitó a recostarse. Que la despertaron unos gritos: eran los de Cecilia dicutiendo con Mainardi. Que Cecilia le dio una bofetada, que él la golpeó. Que la ataron, la amordazaron y se preguntaron “ahora qué hacemos”. Que llamaron por celular al policía Ariel Zárate. “Tenemos un problemita”, le dijeron. Que la subieron a una camioneta blanca. Que se la llevaron a un campo.
El policía Ariel Zárate fue detenido siete meses después de aquella noche, acusado de abuso sexual, coacción, robo reiterado y lesiones calificadas con privación ilegítima de la libertad de su pareja, una joven de 21 años. Fue condenado en agosto de 2022 a seis años y medio de prisión. Fue también el jefe de la investigación del crimen de Cecilia. En octubre de este año detuvieron también al comisario Diego Bracamonte, jefe de la Policía Departamental de Punilla, denunciado por su hija e imputado por abuso sexual. Fue otro responsable de la investigación de la desaparición y muerte de Cecilia.
Me dirá Daniela, la abogada: “Tengo mis dudas si el audio narra todo lo que sucedió. Esa persona nunca apareció y creo que si estuviera en una situación de vulnerabilidad, amenazada, en algún momento buscaría nuestro apoyo: nosotros dejamos claro que le daríamos protección. Pero el audio describe cosas que sí sabemos que son ciertas: el vehículo blanco, la participación policial, entre otras. La fiscal Kelm nunca lo investigó. Si hubiese buscado a quien lo hizo, ya sea verdadero o falso, nos llevaría directo a saber qué pasó: si vos te tomás 16 minutos para hacer un audio, aun cuando sea para armar una puesta en escena, es por una razón”. El martes una de las personas que prestará declaración es la administradora del chat. Es la única que puede identificar desde que número se envió y la primera vez que testifica.
Aquel sábado 4 de abril Cecilia desapareció. Su familia inmediatamente se puso en alertaporque no respondía los mensajes. Cuenta Susana: “Mainardi nos llama por teléfono el día 8 de abril diciendo que mi hija se había ido el 5 con un brote psicótico. Ahí mismo hicimos la denuncia y preguntamos por qué nos avisa tres días después”. Guillermo, el hermano mayor, decidió ir a Capilla, lo cual no era simple en tiempos de pandemia. Lo logró. “Quédense tranquilos que la voy a traer”, les prometió a su padres. Pasaron diez días y nada. Regresó. Fue entonces cuando Daniel y Susana hicieron por primera vez este viaje.
Capilla en pandemia. A las seis de la tarde la estación de bomberos hace sonar tres veces la sirena y las calles quedan desoladas. Durante el día solo se permite salir para hacer compras y trámites, en colas disciplinadas por el distanciamiento obligatorio. En ese contexto, las integrantes del Movimiento Plurinacional Disidente y Transfeminista de Capilla del Monte recibe la noticia de la desaparición de Cecilia. Saben que si no hacen algo van a dejar de buscarla. ¿Qué? La idea la aporta la memoria: una de sus integrantes es sobreviviente de la dictadura. Cuenta ahora Liliana Martín, ex detenida-desaparecida: “Justamente por ese contexto pensamos –y lo seguimos pensando– que hay que cambiar las maneras de movilizarse y de estar en la calle, que es donde nos interesa que se escuchen nuestros reclamos. Recordé entonces que en los 70 hacíamos movilizaciones relámpago porque no podíamos quedarnos más de cinco minutos en la calle. Ahí surgió la idea de citarnos a una hora determinada en la cola del supermercado y en la del banco. Cada una llevaba un cartel escondido. Al sonar de un silbato todas alzamos los carteles al grito de “Dónde está Cecilia”. Así durante diez minutos. Fue atronador en medio del silencio de la pandemia”. Así lo hicieron el viernes 24 de abril, el mismo día en que Daniel y Susana llegaron a Capilla. Al siguiente, apareció el cuerpo.
Al cruzar el cartel que grita Capilla del Monte Daniel recuerda que aquella primera vez justo ahí sonó su celular. Era la tía de Mariela Natalí, la mujer encontrada muerta en febrero. “Me dijo que no creyera nada de lo que escuchara en el pueblo y que confíe en la fiscal, que era Messi”. Nunca supo quién le dio su número de teléfono.
Fueron a la casa de Mainardi. Les dijo que había echado a Cecilia, pero no mencionó ningún brote. Se encontraron con el intendente, quien los alojó en el mismo camping que había expulsado a su hija. Solo había dos perros, que inmediatamente se transformaron en sus custodias. La policía les exigió que no se movieran de allí, pero se escaparon. Recorrieron lugares desconocidos, hablaron con gente extraña, cruzaron vallas que prohibían el paso, hasta que finalmente, encontraron lo que buscaban: un abrazo. Todavía hoy brotan lágrimas al recordar a esas mujeres que habían, como ellos, desafiado todo con el mismo objetivo. Para ellos eran y son Cecilias.
La periodista María Eugenia Marengo es quien mejor ha informado sobre el caso y también una de las integrantes del Movimiento Plurinacional. Ha puesto el cuerpo y la información, sin pausa y a lo largo de todo este tiempo. Es, también, integrante de la cooperativa de comunicación Viavara, donde funciona una radio comunitaria, una sala teatral y la redacción del portal CDM Noticias. Es además quien me aporta el contexto: “La pandemia se llevó muchas vidas más allá de la enfermedad, en especial por lo que fue el rol de la policía en el control social”. Señala además que el caso de Cecilia disparó inmediatamente en la conversación pública la desaparición y muerte de Natalí y sus similitudes. “Para Cecilia la hipótesis de la fiscal Kelm fue la del brote y para Natalí, su bipolaridad. Ese es un mecanismo muy recurrente en la forma de investigar: toman una única hipótesis y van por esa. Entonces construyen la evidencia para llegar a ese resultado. Eso lo notamos sistemáticamente: culpar a la víctima”. Señala también que “el juicio sirvió para desarmar la causa armada, pero no para investigar qué pasó con Cecilia. Y acá hasta hoy mismo hay femicidas sueltos”. Señala que ahora percibe un cambio. “En principio hay más esperanza, de mínimo vino el fiscal a una inspección, en la cual hizo todo el recorrido hasta donde se encontró el cuerpo y corroboraron que es imposible que Cecilia haya llegado por sus propios medios. Es decir: el fiscal Lingua vino al territorio y la fiscal Kelm no. Y con esa visita pudo comprobar que las pericias que Kelm había presentado en el juicio eran imposibles”.
En el juicio las médicas forenses Elina Moretta y Victoria Kabadin Yonson habían explicado que el cuerpo de Cecilia no tenía ningún rastro de mordeduras o ataques de alimañas de la zona y tampoco pudieron determinan si fue trasladado hasta allí. El dueño del campo donde fue encontrado, Walter Luna, lo reafirmó: “Con tres días que un animal esté muerto, te lo agarra una tanda de pájaros y te dejan los huesos”.
Me dirá Eugenia sobre otro contexto, el actual: “El rol que tienen en casos como estos los movimientos y organizaciones sociales es el de la comunicación pública. Ahora, por ejemplo, tenemos que comunicar que hay una recompensa de bastante dinero para que se rompa el silencio y se aporte información, pero todo el contexto nacional colabora al silencio con el desgaste que produce la crisis económica y los discursos tan peyorativos, tan despectivos, al punto de que somos el único país que va en contra de todos nuestros derechos hasta en la ONU. Es como un montón. Es un doble esfuerzo no solo para los movimientos feministas y sociales, sino para nuestros medios de comunicación. ¿Cómo trabajar estos temas hoy? ¿Cómo hacemos cuando hay palabras que están siendo todos los días deslegitimadas? ¿Cómo creamos una estrategia comunicacional para poder llegar a determinados sectores de la sociedad que si hasta ayer no estaban muy involucrados con estos temas, ahora menos? ¿Cómo pensarnos para que no sea todo tan apocalíptico? ¿Cómo trabajamos desde el territorio hacia todo el país, porque estas causas necesitan visibilidad nacional para lograr que se resuelvan? Todo parece que está mal, que no hay luz al final del camino. Hay que buscarle la vuelta. Es un desafío. Tenemos que encontrar ese camino que conduzca a la verdad alguna vez”.
Uno es azar, dos es coincidencia, tres es sistema, nos advertía el escritor inglés Ian Fleming en su novela Goldfinger. La tercera muerte que investigó la fiscal Kelm es la de Eliana Anahí Luján, 40 años, madre de seis hijos: una joven de 21 años, dos varones de 8 y 6, dos mellizas de 4 y una bebé de 2. Su cuerpo apareció el 18 de septiembre de este 2024 sin ropas y con signos de violencia a la vera del río Cosquín, sin embargo la investigación policial informó a la prensa que podría tratarse de un suicidio. La fiscal caratuló la causa como “muerte de etiología dudosa”. La familia difundió un desesperado pedido para que se investigue seriamente el caso. Walter, su papá, denunció ante los medios que la fiscal no le informaba nada (“estuvimos varios días con la abogada en la puerta de tribunales esperando dos y tres horas y nunca nos recibió”) y que al recorrer la zona donde encontraron el cuerpo los vecinos le confirmaron que nadie les había tomado declaración. Logró así que se realice la autopsia. Demoró dos semanas y determinó que había sido asesinada. La causa de muerte: asfixia mecánica. La fiscal Kelm tampoco recibió nunca a Daniel y Susana.



El territorio
El Antiguo Refugio es para Daniel y Susana exactamente eso: el lugar para reponerse del trajín al que los somete Capilla. Sus dueños son Claudia y Gabriel, una pareja que los aloja en sus hermosas cabañas. Hoy nos esperan con la cena, mañana feriado con asado porque vienen a conversar las integrantes del Movimiento Plurinacional, así que en una gran mesa protegida por los árboles, estamos escuchando a Graciela, Paula y Liliana, tres de sus integrantes, mientras sus hijes están alrededor creando juegos y soltando risas.
El sol es tibio y el cielo de un celeste tan intenso que crea una sensación de perfección que la primera frase espanta. “En Córdoba ganó Milei, así que te imaginás que estamos en el horno. Encima esos discursos negacionistas del cambio climático y de la violencia de género impactan peor en una zona castigada por los incendios y los femicidios”. Quizá por eso mismo lo que cuentan después representa un despliegue de creatividad social que asombra, por la insistencia y por la profundidad con la cual hacen y analizan luego lo hecho.
Un ejemplo: lograron que el concejo comunal aprobara decretos que imponían medidas concretas de protección a las mujeres y las infancias. Lo importante es cómo: “Nos pedían estadísticas y ni la provincia ni el municipio llevan registro de casos de violencia. Convocamos entonces al comisario para que informe cuántas denuncias recibía: ese mes habían recepcionado más de tres denuncias diarias. No alcanzó: nos pedían datos anuales. Nos quedamos pensando entonces de dónde sacar esa información y a alguna se le ocurrió que podía tenerlos la única casa funeraria que hay en Capilla, que casualmente pertenece al intendente. La tomamos. Mejor dicho, permanecimos pacíficamente en el lugar durante todo el día. Así logramos que nos aprueben todo, hasta la construcción de un refugio para mujeres violentadas. Cuando asumió un intendente de otra línea política anuló los decretos, porque alegó que había sido una prebenda peronista. Si hubiese estado ese refugio, Cecilia podría haberse quedado ahí y quizás estaría con vida. Acá no es frase que el Estado es responsable”.
Durante el juicio que desmanteló la causa armada organizaron durante todos los días de audiencia actividades culturales y una olla para nutrir comunitariamente a quienes participaban y a quienes acompañaban. Hicieron también un juicio ético que concluyó con la condena al patriarcado. Hicieron bailes, batucadas, recitales, murales, marchas. ¿Qué harán en esta etapa? Responden: “Primero seguir acompañando a la familia. Cada acción hay que coordinarla con la familia y con los abogados para saber qué es lo que una está haciendo, y para que sea productivo en el próximo juicio. Eso es fundamental. En segundo lugar, insistir con la presencia para que Cecilia no se olvide. Si en Capilla decís ‘Cecilia Basaldúa’ todo el mundo responde ‘qué horror lo que pasó’. Logramos que esté presente en la memoria, y para que siga así hay que ser perseverantes. La memoria se construye cotidianamente. Nosotras creemos en el día a día. Si algo nos enseña esta época es que el gran problema que vivimos hoy es resultado de haber abandonado el debate cotidiano al haber reemplazado la militancia en el territorio por la rentada por el Estado. Esa militancia rentada cuando repartió recursos nunca se tomó el trabajo de explicar por qué y para qué. Entonces ahora lo único que perdura en la memoria de la gente es la corrupción, el que cobraba planes, y esa cosa que la derecha sabe usar muy bien. Esta batalla se perdió ahí. Y ahora hay que darla ahí también”.
Suma otra integrante: “El sistema patriarcal nos impone una batalla cultural constante no solo desde el feminismo, sino que es tiempo de hablar de un movimiento anti patriarcal que incluya a todas las personas que sufren su violencia. Con todas ellas tenemos que poder conversar. La derecha hace pie en lo que nosotras provocamos porque lo que denunciamos, de alguna manera, cuestiona a buena parte de la sociedad. Y creo que también nos cuestiona a nosotras mismas en el sentido de reflexionar colectivamente cómo tenemos que seguir, qué hacer para avanzar”.
Sigue la tercera: “Esta batalla es muy dura y perversa, de todos los días ponernos en crisis porque ellos saben también que la batalla es día por día, hasta agotarnos. Y las mujeres somos las que más sufrimos el empobrecimiento, las que más cargamos con los costos de las crisis que provocan y las que, además, tenemos que salir a la calle a reclamar que no nos maten. Es demasiado. Solas no podemos. Tenemos que hermanarnos con las luchas por los derechos humanos, contra el extractivismo, con los pueblos originarios, con los estudiantes, con todos los sectores que sufren este sistema. Decimos: la lucha es antipatriarcal, anticolonial y anticapitalista. Bueno: abroquelémonos para resistir este embate y creemos alegría para curar esta amargura. Es por ahí”.
Ya es martes. Desde Capilla del Monte a Cruz del Eje hay 40 kilómetros. Allí están los tribunales donde nos reciben los carteles con la sonrisa de Cecilia acomodados en sus escalinatas. También los abogados, Daniela Pavón, que representa a la familia, y Gerado Batistón, encargado de la querella por parte de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Su participación en la causa se consiguió en una reunión que mantuvieron las Familias Víctimas de Femicidio con el entonces titular Horacio Pietragalla, quien preguntó por qué tenía que participar en un caso de femicidio. Le dieron dos argumentos: el Ministerio de las Mujeres no había previsto en su constitución ser querellante en ninguna causa y también porque estos casos no constituían femicidios vinculares producidos por un novio, esposo o familiar, sino que los provocaban contextos de impunidad previos, que requerían complicidad estatal. Lo admitió entonces Pietragalla y también, tras una nueva reunión, la nueva gestión de esa Secretaría.
Los abogados informan que las citaciones no fueron entregadas por el personal policial y, por lo tanto, quienes tenían que brindar testimonio no se presentaron. Hay tres integrantes del Movimiento Plurinacional escuchándolos y ahí mismo llaman a la administradora del chat. “Es la remisera de Capilla. Todos la conocemos”, informan. La mujer acepta venir. Su hija que estudia Abogacía pregunta si puede acompañarla.
La audiencia que tenía que comenzar a las 9 y con tres testigos se inicia pasado el mediodía con dos. Una es por zoom. La otra es la administradora del chat y remisera. Declara que ya no tiene ese celular, pero que puede pedir el registro a la empresa telefónica. Está interesada en colaborar, y así se lo dice a Daniel y Susana cuando desciende las escaleras y los abraza.
Este 22 de noviembre la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación presentó una nota formal denunciando las irregularidades del personal policial de Capilla del Monte para notificar a testigos que debían prestar declaración, maniobra que consideró una “deliberada obstrucción al accionar de la justicia por parte de los integrantes de una repartición policial que, desde el primer momento, fueron sospechados por los familiares de la víctima como encubridores, al menos, de los responsables del hecho”.
Al terminar la accidentada audiencia, Daniel y Susana piden reunirse con el fiscal. Entramos al gran edificio ya vacío y atravesamos el laberinto de pasillos hasta llegar a un despacho donde nos esperan tres hombres. El fiscal Lingua es el único sentado; parado a su lado hay un joven, integrante del equipo de investigación; en el umbral de la puerta y de pie está el secretario, quien posiblemente se quede con la silla fiscal, ya que es uno de los tres postulantes que rindieron bien el examen. Daniel es quien cuenta todo de nuevo. ¿Qué vez será esta? No le importa. Tampoco abreviar. Relata desde aquella primera vez que llegó a Capilla hasta este hoy en Cruz del Eje, con detalles, con nombres, con horarios, con lugares, con dolor, pero sin indignarse. Sabe, porque aprendió, que así fue, así es y así será hasta que suceda lo imposible: que se haga justicia.
Son las cuatro de la tarde. Nos esperan doce horas de ruta. Mañana hay que ir a trabajar.

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