Nota
Una masiva feria en el Congreso contra el recorte en ciencia y técnica
Organizaciones de científicos, becarios, investigadores y docentes universitarios realizaron una creativa Feria de Ciencias frente al Congreso de la Nación mientras referentes y legisladores debatían en Diputados la necesidad de aumentar el presupuesto en ciencia y tecnología. 240 directores de institutos del Conicet firmaron una carta en la que describen al organismo al borde de la parálisis. El recorte en el área. Los bajos salarios de los becarios. La pelea por un convenio colectivo. El impacto de la devaluación en los insumos atados al dólar. La inflación que come los subdidios. Y la constante amenaza de la fuga de científicos al extranjero.
Paloma y Matías están jugando al jenga sentados frente al Congreso de la Nación. Es un jenga extraño. “Es el jenga del ajuste”, explica Matías, que saca una pieza que tiene pegado un papel que dice: «Ley de medios». Paloma saca otra que dice «Medicamentos a jubilados» y la acomoda al lado de «Arsat 3». En la cumbre de una torre que ya se tambalea, hay dos playmobil sentados. “Uno tiene la tarea de ajustar las distintas políticas del Estado”, agrega Matías, desde una de las mesas de la Feria de Ciencias que científicos, becarios, universitarios e investigadores realizan para denunciar el desfinanciamiento y la creciente precarización de la ciencia en Argentina. “Uno va sacando las distintas piezas hasta que se termina de caer”.
Cuentan que la única diferencia con el jenga original es que las piezas no se vuelven a acomodar arriba de la torre, sino que el sistema se va desarmando hasta que se cae.
“El ajuste se cae con la gente y sus derechos”, señala Paloma a los playmobil.
Dentro y fuera del Congreso, distintas acciones están señalando el jenga real.
Adentro, una audiencia entre científicos y legisladores por mayor presupuesta a ciencia y tecnología. Afuera, una consigna clara: «Sin ciencia y tecnología no hay futuro».
Mientras tanto, Clara saca otra pieza: «Educación Sexual Integral».
El jenga se cae.
Los playmobil quedan desaparramados por el piso.
La sombra del presupuesto
Según informó la periodista especializada Nora Bar desde adentro del Congreso, 240 directores de institutos del Conicet firmaron una carta en la que describen al organismo al borde de la parálisis con los salarios más bajos de la región: se dejaron de pagar las colaboraciones internacionales, hay pendientes de ejecución 24 obras edilicias, la modernización de equipos, mientras los subsidios ya perdieron su poder de compra.
“La feria de ciencia se hace para visibilizar el problema presupuestario que hay en el Conicet”, explica en la calle Matías Botana, administrativo en el Conicet, junto a Paloma Diciervo. “Adentro se está discutiendo el presupuesto en todo el ámbito de ciencia y técnica. El ajuste se ve mucho en los becarios, que son los trabajadores más precarizados que tiene la ciencia. Cada año hay un 30 o 40 por ciento menos de becarios de los que había previamente. Y eso impacta, también, en la educación y en las universidades”.
Paloma: “Ni hablar de cómo impacta en el desarrollo de la ciencia y en el país. Y el ajuste va desde trabajadores administrativos hasta investigadores”.
Santiago Sosa es becario doctoral en el Instituto Leloir y trabaja en el área de Bionanotecnología, un sector transdisciplinario entre biología, física y química. En su mesa hay una serie de cubos con pequeños agujeros: “Es un juego para ayudarnos a reflexionar cómo se accede a la información desde un objeto que no podemos ver directamente. La idea es que podamos ver la sombra de una figura sin ver de forma precisa qué es”.
¿Es casi una metáfora de lo que está pasando con el presupuesto en ciencia y tecnología? Santiago se ríe para no llorar: “El presupuesto para gastos de funcionamiento es muy pequeño. No tenemos para pagar ni luz ni el gas. Por otro lado, la plata que tenemos para subsidios para comprar materiales y hacer experimentos se nos fue a nada porque la entregan tarde y con una devaluación enorme. Están reteniendo esa plata. Eso hace que no tengamos dinero para trabajar. Y si sumamos que nuestros insumos están en dólares, se agrega una cuota extra porque tenemos una devaluación del 50 por ciento que inhabilita nuestro trabajo”.
La ciencia fumigada
Daissy Bernal Rey es becaria en el Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía (INQUIMAE) y trabaja en un proyecto de mediciones de pesticidas en agua. A su lado está Renata Menéndez, investigadora asistenta en la Facultad de Ciencias Exactas, y ambas despliegan un póster con investigaciones por un ambiente sano de pueblos fumigados en las comunidades de Avia Terai y La Tigra, en Chaco. “Trabajamos con un grupo interdiscipinario con comunidades del Chaco para evaluar la calidad del ambiente, del agua, del suelo”, cuentan. “También analizamos por imágenes satelitales la expansión de la frontera agrícola. En Avia Terai encontramos niveles de glifosato en agua que consumían pobladores”.
Actualmente están colaborando con el Hospital Italiano para medir pesticidas en orina de los habitantes de las comunidades. “Trabajamos con la idea de que lo hacemos debe volver a la sociedad y mostrar las consecuencias del modelo agroexportador que tenemos”.
Ahora están en la calle, frente al Congreso. ¿Por qué? “Recibimos salarios paupérrimos y la tenemos que remar constantemente. Cada vez es más difícil que jóvenes estudiantes decidan seguir una carrera científica y eso genera que evalúen irse al extranjero como en otras épocas. Viajamos con nuestro sueldo y nos ayudan la gente de los territorios para poder movernos de comunidad en comunidad. Cada día es más difícil por el recorte de presupuesto”.
El conocimiento dolarizado
Agustina Catalano y Francisco Gelman Consantín llevan la pechera amarilla de la agrupación Jóvenes Científicxs Precarizadxs. Ella estudia literatura argentina y él, humanidades médicas. Ambos suman otro reclamo: un convenio colectivo de trabajo para los becarios. “Necesitamos un piso que garantice derechos laborales como aguinaldo, licencias por enfermedad, por violencia de género. Y que garantice aumentos porque estamos en una crisis seria: muchos gastos que son laborales se están descargando sobre el salario del investigador”.
Iris Alem también es becaria del Conicet y trabaja en Exactas en el Grupo de Estudios de Mosquitos (GEM). Tiene una mesa sobre la que expone las consecuencias del dengue. En un frasco, a modo de muestra, tiene huevos y larvas de los insectos. Se dedica a estudiar los factores ambientales que pueden afectar a los criaderos de mosquitos y en promover la prevención y la limpieza de recipientes con agua para combatir la enfermedad.
“Hoy tenemos que hacer esta actividad para visibilizar los problemas de la ciencia”, dice a lavaca. “Es casi imposible seguir así. La ciencia es de todos, y así es muy triste”. Iris agrega otra problemática de becarios e investigadores: las publicaciones de los papers en revistas especializadas están en dólares. “Pagás para publicar, y cada vez más: vaya cómo funciona la ciencia. Es lamentable porque estamos vaciando al pueblo argentino”.
Entender lo básico
Ayelén es becaria UBA y tiene un recipiente lleno de cangrejos que se amontonan unos a otros. Ella los agarra, les sostiene las pinzas e invita a tocarlos. Explica que se atemorizan con un destello de sombra porque las asimilan al reflejo de las gaviotas. Toma un cangrejo y lo deposita en otro cuenco. Pasa una madera por encima para que le dé sombra. Intenta escapar. Ayelén explica que, al repetir el procedimiento y al entender que no corren peligro, los cangrejos pueden acostumbrarse a la sombra. Los estudios se utilizan luego para neurociencia, la especialidad de Ayelén, que también trabaja fisiología sensorial en abejas y hormigas. “Mi tesis fue el procesamiento y codificación de la información olfatorio en los circuitos neuronales del cerebro de las abejas”, cuenta, mientras los cangrejos no dejan de moverse.
Ayelén trabaja en Exactas, donde hace más de 100 días que no tienen gas. “Es grave porque afecta las condiciones en las que trabajamos. No podemos realizar experimentos, por ejemplo. Y se suma a una situación de precarización laboral en la que no tenemos derechos laborales, como aportes jubilatorios. Si nos enfermamos, no hay amparo, tenemos que tomarnos días de vacaciones. Hasta hace años tampoco teníamos licencia por maternidad. Y la de paternidad es muy corta. Tampoco hay jardines en los institutos”.
La precarización también se percibe por los salarios. “Por ejemplo, quien tiene beca Conicet está en el límite de la pobreza. Muchos no llegamos a fin de mes. No hay posibilidad de tener una planificación familiar. Y es terrible porque no podemos ir a congresos: si quisiera hacer un curso formativo en otro lado, no tengo plata para el colectivo. Es tan básico como eso”.
Ayelén apunta el drama actual, que remite al pasado: “Mucha gente decide irse afuera porque no consiguen becas acá, y porque la situación está cada vez peor”.
-¿Y vos?
-Me quedé porque me salió. Y porque estoy convencida de que mi deseo es formarme acá. En Argentina la formación es de muy buena calidad. Por eso es una pena todo lo que está pasando.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: