Nota
Hackers y periodistas, encuentro 2015
Cuarta edición del Hack Hackers Media Party, un encuentro para compartir nuevas tendencias en comunicación y para entender por dónde se mueven las ideas y los negocios periodísticos hoy.
La semana pasada participamos de la cuarta edición del Hack Hackers Media Party, un encuentro entre periodistas y programadores para compartir nuevas tendencias en comunicación. Para muchos, el evento pasa tan desapercibido como cualquiera de las cosas que ocurren detrás del escenario de Internet, pero su impacto en la vida real es tan concreto como el uso que hacemos de Internet. Puede ser un juego de preguntas de celular, un mapa de medios o una plataforma para reclamar por obras públicas. Además, o sobre todo, sirve para entender por dónde se mueven las ideas y los negocios periodísticos hoy.
Reseteando la comunicación
Este año, según sus organizadores, la Media Party argentina se consagró como una de las más concurridas del mundo: se registraron más de mil personas por día, la base de la comunidad alcanzó 5000 miembros y se estima que participaron de los talleres más de 1500 personas.
La dinámica fue la misma de los tres años anteriores: las jornadas arrancaron a la mañana con varias exposiciones al estilo TED, de 10 minutos de duración, donde participaron profesionales de diarios internacionales como Washington Post o Los Angeles Times, representantes regionales de Girls In Tech, Taringa!, Chicas Poderosas, y casos argentinos de proyectos nacidos en esta misma Media Party como Yo Quiero Saber, Cargografías o Yo Intervengo.
A partir de las 3 de la tarde la actividad gruesa se reactiva y comienzan los workshops. A diferencia de las charlas matutinas, estos suceden al mismo tiempo y se debe optar por uno de ellos, lo que significa descartar otros tantos. lavaca asistió a uno llamado Conocimiento humano en red versus Google, coordinado por la gente de www.buscadores.net. El taller intentó demitificar la teoría de que en Google está todo: “Sólo el 0,3% de la información disponible en Internet está indexada en Google”.
La idea que reforzó el taller parece anacrónica: un grupo de personas es mucho más eficiente buscando que el buscador online. Las razones son humanas (mejora la experiencia, pone en juego conocimientos, permite el trabajo en equipo, etc.) pero también prácticas: según un ejemplo de investigación sobre un tema extravagante, distintos grupos llegaron a un porcentaje preliminar superior al 40% de efectividad en la investigación. Esa investigación puede incluir llamados telefónicos, conversaciones personales y distintas variantes de la oxidada actividad offline. Eso sí: requiere tiempo y voluntad.
A las 5 de la tarde, a la par que se mantienen algunos workshops, que llegaron a durar hasta 3 horas, se reanuda el zapping de exposiciones en la Sala B, para dar cierre a cada jornada de jueves y viernes.
El ultimo día, llamado Hackaton, se vuelcan estos saberes a proyectos concretos que cualquiera puede proponer y cualquiera puede sumarse. Así, además de todo el intercambio que supone el libre acceso a charlas y talleres, la Media Party es una usina de proyectos de periodismo de datos, comunicación digital, software libre y otras variantes desea ensalada.
Acá te contamos los condimentos más fuertes y los proyectos que resultaron de la Hackatón.
Primero la comunidad
La edición 2015 de la Media Party abrió con un proyecto periodístico: ProPública, una agencia norteamericana de investigación. El eje que trazó su editora, Amanda Zamora, se seguiría abordando a lo largo de los tres días: cómo involucrar a los lectores.
ProPública es una agencia que cuenta con equipos de investigación periodística de tiempo completo. Sus trabajos son ofrecidos, finalmente, a los medios de comunicación gráficos de mayor incidencia en EEUU, como The New York Times o Washington Post, además de subirse a la página de ProPública: www.propublica.org. Uno de sus trabajos mereció el Premio Pullitzer de investigación, sobre la inyección de dosis letales de analgésicos a enfermos días después del huracán Katrina.
La editora Zamora contó la otra parte de la producción periodística: la que involucra a los lectores. En su web, crearon un apartado especial como lugar de intercambio de comentarios, correcciones y propuestas. Recibieron así, por ejemplo, la idea de generar una campaña en contra del racismo en las escuelas.
Zamora contó que desde el portal trabajaron junto a jóvenes negros de distintas escuelas, dotándolos de herramientas para que puedan comunicar sus realidades: les dieron cámaras y los invitaron a escribir. El resultado fue una galería de fotos con pequeños textos que publicó el New York Times y un evento público en el que reunieron a los jóvenes con las autoridades públicas. Allí los funcionarios se comprometieron a hacer un programa de intercambio escolar. “No cambiamos leyes ni la segregación”, dijo Zamora, “pero trabajamos a nivel alumnos respecto de lo que estaban viviendo y generamos conversaciones dentro de la comunidad y material para que puedan usar”.
El fin de los comentarios
Otro de los proyectos que trabaja a partir de las propuestas de sus lectores, presentado en el Media Party, es Wbez. La dicotomía que trazó su oradora, Jennifer Brandel, es clave para entender los niveles de participación de la comunidad: comentarios versus preguntas.
La exposición enfrentó el modelo de comentarios (basado en opiniones) y ponderó el de las peguntas (basado en la curiosidad). ¿Qué pasa si ponemos a la audiencia en primer lugar? , preguntó. La respuesta es periodística: “Los comentarios no son generalmente útiles, y las preguntas son la columna vertebral del periodismo”.
Algunos ejemplos que llegaron a la redacción en Chicago: ¿Por qué no hay estatuas de mujeres en Chicago? ¿Cómo vivimos con un salario mínimo?
Brendel, de Wbez, fue más allá: ¿qué pasa si, además, los lectores pueden votar sus preguntas favoritas? Y un poquito más: ¿qué pasa si el público pudiera darle forma a las historias?
Así se acabaron los comentarios.
En este modelo de participación y producción desde y por los lectores, la inquietud es dónde queda el periodista. “Conectando las historias, sintetizando la información, verificándola”, dijo Brendel. La idea es que trabajan con los lectores, y no para los lectores. La moraleja de Wbez parece terapéutica, pero es fundamental para el periodismo: “Primero hay que escuchar”.
Controlando el caos
Otra de las charlas que abordó el tema de la participación y el problema de los comentarios estuvo a cargo de The Coral Project, un proyecto de gestión de las comunidades. Su presentador, Francis Tseng, dijo que lo importante es que la gente converse entre sí y no sólo que reaccione a las historias.
Para evitar que no se corra el eje central de la nota, The Coral Project utiliza un sistema de premios y castigos a los usuarios: “Hay gente que solamente quiere interrumpir y no aporta cosas positivas”, sintetizó. A los sancionados les comunican las normas que violó y les permite un descargo: “Generalmente vuelven con un mejor comportamiento”. Y para los que aportan positivamente, genera un índice de reputación y estimulación a los expertos.
Otra de las fórmulas: a los grupos que van creciendo, esta plataforma los desglosa en grupos más pequeños, para poder controlarlos mejor.
La preocupación por manejar a las comunidades continuó al día siguiente, el viernes 28, con la charla a cargo de Taringa!. Sus números abruman: 5 mil posts y 50 mil comentarios por día, 15 mil creadores de contenidos, 85 mil participantes y 5 millones de visitas al mes. ¿Cómo gestionar tamaña comunidad?
Taringa! Apuesta fuerte a la incidencia de sus moderadores para controlar los niveles de violencia, racismo y exacerbación general se vean controlados. Por ejemplo, relató Gino Cingolani, sus integrantes se capacitan con el INADI y el Concejo Nacional de la Mujer.
“La solución de los comentarios no es eliminarlos”, digo Cingolani, en relación a los diarios online que cierran sus participaciones para determinadas notas. “Eso es deshacerse del problema, cuando hay que esforzarse para que deje de ser así. En los comentarios hay muchísimo valor”, dijo Gino. Su consejo fue no dejar los comentarios en manos de terceros (como Facebook), sino establecer reglas propias. “Inviertan en comunidades. Háganlo desde el principio y va a ser más sano y más barato”, cerró.
Más tecnología, mayor transparencia
El otro gran eje que atravesó las distintas charlas, workshops y terminó en la hackaton se relaciona directamente con la actualidad política: obras públicas, elecciones y candidatos. El proyecto ganador de la Media Party 2014 fue, precisamente, uno llamado Yo intervengo, una aplicación móvil que recibe quejas y solicitudes sobre obras públicas.
Otro de los proyectos presentados este año también nació de una Media Party: Cargografías, una página de Internet que genera líneas del tiempo de los distintos funcionarios políticos para saber quién es quién, dónde estuvo cada uno cuándo y qué hizo.
En este sentido se presentaron también casos internacionales como la Sunlight Foundation, que creó una herramienta de rastreo de proyectos legislativos en Estados Unidos: qué político votó qué proyecto, cuál no, en qué estado, etc. Sunlight también creó un seguimiento en tiempo real de los contribuyentes a las campañas políticas, separado por contribuyente, candidato o estado.
Parlamento Abierto, desde Paraguay, y la fundación Directorio Legislativo fueron otros de los proyectos que contaron cómo sus plataformas dan a conocer datos públicos de manera sencilla y práctica.
Informarse jugando
Continuando la línea política, otro de los proyectos relatados fue YoQuieroSaber, un juego de preguntas que revela el nivel de conocimiento de los candidatos. Esta aplicación tuvo su pico de fama durante las PASO, con un millón de visitas en 14 días, para la cual generaba un índice de afinidad con los candidatos según las respuestas dadas.
La Borra es otra de las páginas que utiliza bases de datos para generar información. En su caso diseñan gráficos que comparan las distintas encuestas de las elecciones con el resultado efectivo de las votaciones. De acuerdo al nivel de credibilidad que generan las encuestadoras, y a la base histórica de votos, La Borra saca así un porcentaje de posibilidad de victoria de los candidatos y su predicción de quién ganara. Según Andy Tow, su creador, la pegaron el 80% de las veces.
Otro de los juegos que van en serio viajó desde Uruguay: se llama Señor Ministro y es una aplicación que te pone en el lugar de un ministro para tomar decisiones sobre fondos públicos. Señor Ministro incorpora demandas reales (qué pasa si se aumenta al 1.5 del PBI la inversión educativa) para ver cómo se reasignan los recursos. Según sus creadores, “van a ver qué difícil es dejar a todos contentos”.
Una de las últimas propuestas fue la presentación de un mapa de medios de Chile y Colombia (que se lanzará oficialmente el 10 de septiembre), que terminó con una pregunta que dejaba la puerta abierta: “¿Qué tal si mañana, en la hackaton, hacemos un mapa de medios de la Argentina?”
Proyectos en marcha
En efecto, el mapa de medios fue uno de los proyectos presentados el sábado 29 para ser abordado por periodistas, programadores, emprendedores, diseñadores y entusiastas. La idea es que cualquier se puede sumar, lo que significa asumir un rol en el reparto de tareas y aporte de saberes. La propuesta concreta del mapa es ésta:
- Vamos a hacer una herramienta que permita a gente como nosotros empezar a mapear la industria de medios
- Vamos a Mostrar cómo son los medios, cómo se regulan, quiénes trabajan en ellos, quiénes son sus dueños y qué otros negocios tienen esos dueños
En total, producto de la Hackatón del sábado están en curso 27 proyectos, entre ellos: - Una red social para periodistas
- Un prototipo de simulador de decisiones de vida
- Un app mobile para buscar donde comer llamada “Hay hambre”
- El Señor Ministro versión argentina
- Una plataforma para saber si los candidatos que votamos cumplieron sus promesas
- Un sistema de control comunitario a las empresas de consumo masivo (telefónicas, alimentos, ropa)
- Y 20 más.
Seguilos en hackdash.org/dashboards/mp15hack
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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